De Arona a Vilaflor

 

«» Wladimiro Rodríguez Brito

 

 

 

Pocas veces a lo largo de la historia se han desarrollado paisajes con la carga cultural como los que tenemos entre Arona y Vilaflor. En un medio duro y pobre, nuestros antepasados introdujeron con dificultad múltiples cultivos: algunos más adaptados a la aridez, como higueras, tuneras, almendros y vides, y otros en entornos más húmedos, como castaños, perales, nogales, etcétera.

 

Nuestros campesinos se esforzaron además en modificar el entorno para aprovechar los escasos medios. Realizaron obras de aprovechamiento del agua, como presas, aljibes, galerías y atarjeas; nivelaron el terreno con paredes para la construcción de bancales, nateros en los pequeños barrancos, aprovechando en lo posible las aguas de escorrentía en los mayores barrancos y llegando en algunos cauces a realizar "mordidas" para proteger frutales de las riadas; cavaron cuevas para obtener jable, recurso imprescindible para cultivar papas sin casi riego. El ingenio de los campesinos se agudizó, pasando a ser tradición y evolucionando en la dura lucha por optimizar recursos.

 

  La cultura tradicional estaba enfocada a aprovechar al máximo el territorio. Era un claro ejemplo de sociedad autónoma y sostenible, algo de lo que adolecemos actualmente. Hoy solo quedan restos del paisaje rural tradicional: se ha mantenido el cultivo de la vid, con vinos de excelente calidad, y todavía se queda una parte de las papas en canteros de jable, cultivo profundamente enraizado en nuestra cultura. Los amplios cultivos de vides en cepa en los llanos de Trevejos son además referentes de este tipo de cultivo en Canarias. Las áreas todavía cultivadas sirven de protección contra los incendios en el oeste y norte de los caseríos de Vilaflor, La Escalona e Ifonche. Son barreras donde el fuego, que puede prender en los pinares
y zonas de maleza, se propaga con dificultad cerca de las zonas pobladas.

 

Es lamentable el aspecto que al borde de las carreteras de la comarca ofrecen los frutales, higueras y tuneras totalmente abandonados. Pese a la grave crisis económica, los higos picos y los higos de leche se desaprovechan. Se da una imagen descuidada, afeando el paisaje que muchos turistas recorren al acceder hasta Las Cañadas del Teide, pasando por estos pueblos. No solo hemos destruido nuestro paisaje y nuestra cultura, sino que también estropeamos nuestra imagen turística, algo que tanto debemos cuidar como valor añadido al sol y playa. La topografía de la zona incluye los impresionantes barrancos de Funes, El Topo y El Rey, o los roques de El Conde, Ajache, Imoque y Jama. Estos elementos de belleza se completan perfectamente con las zonas agrícolas tradicionales. Desde los almácigos en Arana a los pinos de Vilaflor, el hombre ha creado una compleja cultura y un paisaje único, dignificando el trabajo y el esfuerzo en una sociedad en armonía can la naturaleza.

 

Sean estas líneas de reivindicación de un paisaje y una cultura inseparables.


 * DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

 

La ruta de los almendros en flor

 

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