Arepas y votos en Venezuela

 

«» Wladimiro Rodríguez Brito *

 

 

Tenemos la sana costumbre de leer lo que ocurre en el territorio mirando los surcos, los mercados, los paisajes y a los paisanos. Las arepas son algo básico en la alimentación de los venezolanos; por ello, los componentes de éstas (harina de maíz, carne, queso, hortalizas...) y su relación con los ingresos de los venezolanos representan algo esencial en la vida de dicho pueblo. Los grandes cambios de la humanidad no son solo hijos de ideas brillantes, sino que tienen una relación con lo que demandan los estómagos; por ello, lo de Venezuela, con el cambio ¿inesperado?, no tiene solo que ver con el petróleo y la hiperinflación del 200%. Tiene que ver con la crisis que sufre ese campo, ya que hace unos años cubría una cifra próxima al 100%. Sin embargo, hoy tiene gran dependencia del exterior.

 

   La Revolución Bolivariana intervino en gran parte de las explotaciones agroganaderas y rompió la importante actividad del campo venezolano en la producción de maíz, arroz, sorgo, hortalizas, papas, azúcar... Con ello creó una gran incertidumbre en las empresas del sector, ya que el modelo imperante entendía que la tierra pertenecía al Estado y, por supuesto, los cultivos entraron en crisis debido a que la Administración era incapaz de producir en ellos. Así se transformó en un país urbano, en el que el 85% de los más de 30 millones de venezolanos viven en ciudades. Esta situación creó una incertidumbre, a la que hemos de añadir la fijación de los precios agrícolas y ganaderos, que en muchos casos no cubren costes. Por ello, se produce una descapitalización del sector productivo, con el abandono de explotaciones sin que sean sustituidas por supuestas cooperativas bolivarianas.

 

   Hemos de destacar que muchas empresas de canarios-venezolanos cerraron o dejaron de cultivar y, entre ellas, destaca Agroisleña, la mayor empresa en el campo de Venezuela, sustituida por lo que ahora llaman Agropatria, de deficiente gestión. La degradación de la producción local, unida a la devaluación del petróleo, pasando de ingresos de más de cien millones de dólares diarios a menos del 50% en estos momentos y creando una economía dolarizada, con la cotización del dólar frente al bolívar de hasta 890 B/USD, mientras que el cambio oficial lo sitúa en 6,3 B/USD. Es esto, con la importación de alimentos de lugares incluso tan alejados como Kenia, Sudáfrica u otros puntos de América Latina, lo que hace que el precio de la arepa esté entre 150 y 600 Bs, según el lugar y el contenido del alimento. Y esto en una tierra en la que el salario básico no
alcanza los 1.000 B/día; es decir, el equivalente a dos kilos de frijoles, papas o tomates. Esta problemática social requiere incorporar campesinos o empresas agrarias capitalizadas con maquinaria y tecnología, en las que la labor social de la tierra y de los que la trabajan no puede representar un alegato teórico de burócratas urbanos. Lamentamos que muchos de los que transformaron ese campo, algunos canarios, no hayan sido justamente tratados por esa supuesta revolución, que no sembró el petróleo, que así lo planteó Arturo Uslar Pietri, como tampoco nosotros estamos sembrando el turismo en las Islas.

 

* Doctor en Geografía por la Universidad de La Laguna

 

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