El anticiclón de Las Azores

 

«» Paco Déniz

 

Desde que nos abandonó el anticiclón de Las Azores ya nada es como era. Llueve y llueve y no hay manera de que pare. Y venga barranqueras y humedades. En cambio, antes, con nuestro anticiclón -porque era más nuestro que portugués-, por no haber no había ni alertas. De hecho, ¿cuándo comenzaron las alertas?, ¿cuando se creó la Aemet?, no señor, cuando se fue nuestro anticiclón protector con su enorme A rotulada en el centro de una especie de perímetro de un huevo frito, que en invierno se colocaba encima del mapa para ahuyentar las tempestades, que eran cosa de otros países y pueblos ateridos.

 

La mayoría de nuestros jóvenes talentos no se han ido de Canarias porque haya paro, ¡qué va!, se han ido porque ahora es lo mismo estar aquí que en Londres que en Madrid. La culpa la tiene el anticiclón de las Azores. Si no se puede estar en la playa, ¿para qué nos quedamos? El anticiclón era casi casi anticapitalista, porque espantaba todas las tormentas que venían de Occidente. Hay quien opina que la crisis del 2007 entró por un despiste del anticiclón, que se escoró un poco hacia arriba, y ¡fas!, entró como si nada y nos cogió desprotegidos y despistados. Ya lo dijo el poeta Enrique Badosa: “Es el hombre del tiempo quien lo afirma/ cada día al país, para que conste:/ Todo va bien. Estamos protegidos/ por el anticiclón de las Azores./ La cultura, el civismo, la honradez,/ la renta nacional, la paz y el orden/ se sienten firmemente protegidos,/ por el anticiclón de las Azores”.

 

Ni siquiera Fuerteventura tiene seguro de sol. ¿Quién nos robó el anticiclón? Era nuestro, además si somos un cuarto portugueses, ¡contra!, que nos lo devuelvan y que lo pongan ahí encima, que vigile, siempre protector de los indefensos y temerosos canarios que andamos todo el día quejándonos del clima. Y últimamente acojonados mirando para el cielo. El Gobierno debería entablar negociaciones con los portugueses para actualizar su funcionamiento y que sea considerado como un servicio público. ¡Coño!, es que ya no podemos ni presumir de buen tiempo. Antes estaba todo despejado, ahora el parte meteorológico parece un parte de guerra, nos asustamos y siempre estamos en alerta, ya no podemos vacilar en manga camisa. No ganamos pa’ paraguas.

 

Artículos de Francisco A. Déniz Ramírez  publicados en El Canario