Anaga y los niños
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Wladimiro
Rodríguez Brito
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Estos días en Anaga se ha publicado el
periódico escolar "Anaga Cuenta". Es una iniciativa nacida en 1998,
con gran implantación en un territorio singular en el que la escuela y los niños
son el ser de ese espacio cargado de naturaleza.
Anaga es mucho más que un parque
natural al que ir a pasar el fin de semana; Anaga está cargado de historia y
tradiciones: es el resultado de la gestión de los hombres y mujeres que han
domesticado una naturaleza dura y áspera, con sus caminos, caseríos y huertas
cultivadas dentro de la masa forestal.
Anaga
es hija del quehacer de sus campesinos de tiempos pasados, pero hoy está
abierta al disfrute de cualquier visitante. Anaga no es un objeto pasivo de
naturaleza estática, de rocas moldeadas solo por los vientos alisios: cada
laurel y cada brezo, cada berode y bejeque, son el fruto de todas las
generaciones que han convivido en un territorio domesticado por el hombre. Los
niños son claves para el presente y el futuro de Anaga. Las escuelas, los
maestros y las familias que viven allí sufren las dificultades que imponen la
topografia y el aislamiento. El futuro de las escuelas y los maestros de Anaga
está unido al futuro del campo y del mundo rural: en los últimos años han
cerrado cinco colegios y ya solo queda medio centenar de niños.
Anaga está próxima y a la vez lejana. Su evolución demográfica
general es más similar a la de Garafia o Agulo que a la de San Andrés o
Valleseco. Anaga tiene hoy graves problemas para armonizar la relación
hombre-naturaleza. Hemos de romper las barreras, de facilitar la vida de sus
habitantes acercándolos a su entorno. Hoy no se entienden las insalvables
dificultades para reformar una vivienda o limpiar de maleza un cantero, aunque
se trate de algunas plantas de flora protegida. Los usos tradicionales son
compatibles con la conservación de la naturaleza. Las administraciones deben
facilitar la vida, ser claras y sencillas para los que viven y trabajan allí.
En el parque rural de Anaga los campesinos y los niños son especies en
peligro de extinción. Anaga no puede ni debe ser un mero lugar de contemplación
y esparcimiento, una imagen estática y silenciosa de bellos barrancos: se
necesita la alegría de los niños jugando, de la vida en sus pueblos. Anaga no
solo es un lugar de riqueza botánica extraordinaria, sino también un lugar
vivo, domesticado y gestionado por sus campesinos, con un paisaje único en el
mundo. Las papas borrallas, las batatas, los ñames y los frutales son
parte indisoluble del patrimonio de Anaga.
Los niños, los maestros y los campesinos son fundamentales en un
territorio singular, donde el hombre y la naturaleza han sabido convivir en una
relación rica y fructífera para ambas partes. Luchemos por cambiar una situación
triste e injusta, luchemos por lo local y lo pequeño, por lo nuestro. Creemos
condiciones para que no se cierren más colegios en Anaga y dignifiquemos el
campo y a los campesinos.
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Doctor
en Geografía por la Universidad de La Laguna
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wladimirorodiguezbrito.blogspot.com.es