Almendros sin campesinos

 

«.» Wladimiro Rodríguez Brito *

 

 

Estos días miles de canarios descubren un campo olvidado y marginado, en el que los focos de belleza que aportan los maltratados almendros nos dan un toque de atención de unos supervivientes que han sido capaces de sobrevivir tras más de 30 años sin agricultores que los poden, labren sus raíces o limpien la maleza de su entorno (maleza que en muchos casos son plantas protegidas, mientras que almendros, higueras y tuneras están ignorados).

 

Los almendros e higueras son también señas de identidad de una cultura de esfuerzo y lucha que ha ocupado los suelos más pobres, en unos casos malpaíses y en otros las zonas menos afortunadas por la pluviometría, para plantar y cultivar unos árboles de gran capacidad de arraigo en condiciones adversas. En los casos de Tenerife, están sobre lavas casi calientes de los volcanes de Abeque, protegidos por goronas de piedras para sobrevivir de los herbívoros.

 

Por ello estamos ante un paisaje construido con gran esfuerzo e inteligencia en eso que ahora llamamos economía sostenible, pues nada tiene que ver con los cultivos de almendras que compiten con nosotros en el mercado, ya que en California los cultivos no sólo son de riego y tratados en múltiples ocasiones para diferentes plagas y enfermedades, sino que también tienen tratamientos posteriores para su conservación.

 

Es decir, aquí nuestras almendras, nuestros higos pasados, son productos de los que ahora llamamos ecológicos, que pudieran y debieran ser una referencia, más en la situación actual.

 

Estas líneas tienen también que servir para hacer una lectura de compromiso con otra manera de hacer las cosas, pues creemos que hay condiciones para que estos almendros e higueras comiencen a jugar un papel social y ambiental; no sean sólo una lectura bucólica de unos días para hacer fotos de un paisaje singular, que se encuentra cada vez más deteriorado, ya que no se plantan ni injertan nuevos frutales y no se limpia la maleza. Queremos recordar que las rutas del almendro y los planteamientos de su incorporación a la vida social dignificando a los campesinos son tareas que en Santiago del Teide comenzamos hace unos 20 años con la concejala María Candelaria, con la Asociación de los Poleas y con don José Álvarez, en la que hubo una participación del Cabildo en la limpieza y poda de árboles. Hoy no queremos quedamos en un lamento porque los hechos ponen de manifiesto que esta actividad, que es paisaje y cultura, tiene futuro. Por ello, creemos que hay que insistir por parte de los responsables para que nuestros jóvenes se acerquen al campo y las señoras que todavía en Las Manchas nos proporcionan higos pasados o almendras sean una referencia, una luz que alumbre, en la que el mercadillo del agricultor, ahora cerrado, o la bodega y la casa de la miel, vuelvan a jugar un papel social, como las fincas hoy ociosas con la incorporación de campesinos con ilusiones.

 

La ruta de los almendros en flor