Ramón Moreno Castilla
[…La historia como “cómplice”,
termina en muchos casos siendo encubridora de la realidad. El pasado es
tergiversado de acuerdo a una lógica contraria a la veracidad de los hechos.
Quién no esté advertido de esta cuestión siempre confundirá la realidad con
la ficción. Ya lo decía George Orwell (seudónimo del escritor y periodista
inglés Eric Arthur Blair, 1903-1950): “quién controla el presente controla
el pasado”. El problema de la historia en manos oficiales, u oficialistas, es
que su discurso se elabora sin la menor preocupación por la probidad de los
hechos, en última instancia, lo que cuenta es la ideología y la propaganda;
que en muchos casos, obedece a una estrategia imperialista y colonialista. Es lo
que ha ocurrido cuando España, encarnada en la Monarquía Borbónica, nos ha
contado su manipulada versión de la “idílica” aventura canario-americana,
absolutamente indisociable, salvando las distancias geográficas. Canarias, la
primera y última colonia española en el mundo fue, sin duda alguna, el
laboratorio donde se experimentó el terror como técnica perfecta de dominación…]
La
proyección exterior de Canarias,
que en una época estuvo encarnada en la emigración forzosa dadas las malas
condiciones de vida de los isleños, tuvo su mayor protagonismo en Latinoamérica
y, sobre todo, en Venezuela; país al que los canarios, tan dados a los miméticos
eufemismos, llaman la “Octava Isla”
tal es la enorme cantidad de familias canarias que tuvieron que emigrar al país
hermano, asentándose en el mismo durante generaciones. Por eso, en este artículo
de hoy queremos hacer un paralelismo virtual entre las justas y firmes
reivindicaciones que en su día hiciera un patriota español de la época en la
América de Fernando VII, Camilo Torres; y el sumiso y denigrante vasallaje a
España de los canarios de servicio, como ha sido el caso de todos los
presidentes del Gobierno autonómico -que no autónomo-, y como sin duda hará
el próximo.
Mientras
Camilo Torres Tenorio (1766-1816)[1], fue un reputado abogado, intelectual, político,
prócer y mártir que encabezó el movimiento de la independencia de nueva
Granada, hoy Colombia; el último presidente autonómico, Paulino Rivero, por
ejemplo, es un maestro de escuela (profesión muy digna, por cierto) que no
ejercía la docencia para meterse en política y vivir de ella, y quién ha sido
considerado en el auténtico y verdadero espectro político nacionalista, como
el más grande traidor a Canarias (después del converso Fernando Guanarteme)
que, como falso nacionalista, estuvo engañando al pueblo canario, igual que sus
antecesores, actuando de colaborador necesario para perpetuar el implacable y
depredador colonialismo español en Canarias, que dura ya casi seis siglos, ¡que
se dice pronto!
Torres
Tenorio fue el más eminente de los abogados del país en su época y recibió
el título de Abogado de los Reales Consejos, expedido por la Corona española;
y por su formidable capacidad oratoria, pasó a la historia como “El verbo de
la revolución”. Rivero Baute ha sido, por deméritos propios, el político
más nefasto e indocumentado que ha dado Canarias en toda su historia; y se le
recordará por su torpe y atropellada forma de hablar, que da vergüenza ajena.
Un hecho relevante que relaciona a Camilo Torres con el ambiente político que
se vivía en el Nuevo Reino de Granada tuvo lugar tras la traducción de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano del francés al español, efectuada por
Antonio Nariño (Santafé, 1793). La publicación de ese texto originó el
cierre de la tertulia “El Arcano Sublime de la Filantropía”, y supuso la cárcel
y el exilio para relevantes granadinos y el proceso seguido contra varios
alumnos del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, entre los que estaba
Camilo Torres; cuya biblioteca fue allanada, encontrándose gran cantidad de
libros en francés que fueron llevados para que los examinara la Santa Inquisición.
Cuando en 1808 Napoleón impuso en el trono español a su hermano José y la
noticia llegó al Virreinato de Nueva Granada el 14 de enero de 1809, Camilo
Torres se opuso, manifestando su descontento en diferentes escenarios.
Camilo
Torres se inmortalizó en 1809 con su famoso “Memorial de Agravios”, una crítica
al Gobierno Español y a la falta de oportunidades para el acceso de los
criollos a los cargos de decisión en la Nueva Granada. El célebre documento
nunca llegó a la Junta Suprema Central de España, que era su destinatario, y
que se encontraba entonces en Sevilla; de ahí que Camilo Torres dirigiera su
memorial a la “Junta de Sevilla” organismo que asumía la soberanía
nacional en nombre del Rey Fernando VII secuestrado en aquel momento en Bayona,
y que vino a ser publicado varias décadas después de la muerte de Torres.
En
julio del año 1816 Camilo Torres fue capturado por las tropas del General español
Pablo Morillo, que había iniciado la reconquista de los territorios sublevados
y fusilado entre la noche del 4 y la madrugada del 5 de octubre del mismo año,
dentro del régimen de terror del plan de Morillo. El cuerpo de Camilo Torres
fue desmembrado por las extremidades, que se mostraron en las cuatro entradas de
la ciudad para horrorizar a la población, y su cabeza, cuyo rostro había sido
desfigurado por las balas, fue colocada en una lanza en la plaza para mayor
escarnio público. Sus restos nunca se encontraron. He aquí la diferencia entre
un proceder digno y el denigrante y bochornoso grado de sumisión del ex
presidente Paulino Rivero, en sus continuos actos de vasallaje en la Corte de
Madrid. Aunque seguro que él no termina como Camilo Torres. España premia las
“fidelidades”.
En
estos episodios se pone de relieve el modus operandi de España en América
Latina, y antes en Canarias, después de la genocida conquista y evangelización
por la fuerza de las armas de ambos territorios; proceso, en el que el Archipiélago
canario fue el laboratorio experimental para la “aventura americana”. Al
mismo tiempo, observamos que la Monarquía, que sustituyó a la Patria en la América
hispana, sobre todo en Venezuela (1810-1823); hoy en día sigue suplantando al
concepto patrio, pese al formulismo, eufemístico, por otra parte, de “Monarquía
Parlamentaria” y el barniz democrático que se le da a esa Institución -que
no ha sido plebiscitada- en la última Constitución española de 1978. Lo hemos
visto continuamente, en el denigrante y sumiso vasallaje de los diferentes
Presidentes de los Gobiernos de Canarias, a su Rey en la Corte de Madrid, desde
la llamada transición democrática.
Aparte
de que la Monarquía española de antes, desde los mal llamados Reyes Católicos,
ha sido el estandarte del cruel y depredador colonialismo español, y cómplice
del sistemático saqueo al que fueron sometidos los territorios ocupados, donde
hubo siempre un denominador común: el terror, como técnica infalible de
denominación. Y en eso, España no solo tiene el “copyright”, sino también
el manual del colonialismo y un récord Guinnes en Canarias, por ser la primera
y la más antigua colonia del mundo. El gran objetivo de la España
colonialista, y su fórmula mágica, ha sido la búsqueda de economías
extractivas; y Canarias, ha sido y es, el paradigma de economía extractiva.
Parafraseando al gran polímata, pensador y político venezolano, Arturo
Uslar Prieti, que decía: “los venezolanos tienen que sembrar el petróleo”;
el gran problema de Canarias, es que no ha sabido, o no ha podido, “plantar el
turismo” en beneficio propio, aunque paradógicamente a este sector terciario
de la economía haya sido otro “monocultivo”, como históricamente lo fueron
en su día la caña de azúcar, la cochinilla, etc.
En
el paralelismo virtual en el que contemplamos al colombiano Camilo Torres y su
famoso “Memorial de Agravios”, podríamos situar al venezolano, José
Domingo Díaz (1772 - 1834), y a los diversos Presidentes autonómicos, en una
conjunción histórica de “afectos reales”, cuyas “querencias” son
convergentes. Todos, cada uno en su tiempo, querían seguir siendo vasallos del
Rey de España. El realista venezolano, opuesto a la independencia de Venezuela,
autor de la polémica obra “Recuerdos sobre la revolución de Caracas”,
publicada en Madrid en 1829, elaboró un extenso informe por encargo del General
La Torre, dirigido al Rey donde presentó la desesperada situación de los
partidarios del realismo en Venezuela después de la derrota en Carabobo el 24
de junio de 1821. Atrincherado detrás de la “Gaceta de Caracas” fue un
enemigo acérrimo de Simón Bolívar a través de sus punzantes y tenaces
escritos. Paulino Rivero, por su parte, ha convencido a Madrid de que gracias a
Coalición Canaria (un supuesto partido nacionalista, ¡que viene de nación!)
se ha “frenado el avance del independentismo en las Islas”...
La
historia como “cómplice”, termina en muchos casos siendo encubridora de la
realidad. El pasado es tergiversado de acuerdo a una lógica contraria a la
veracidad de los hechos. Quién no esté advertido de esta cuestión siempre
confundirá la realidad con la ficción. Ya lo decía George Orwell [2](seudónimo
del escritor y periodista inglés Eric Arthur Blair, 1903-1950): “quién
controla el presente controla el pasado”. El problema de la historia en manos
oficiales, u oficialistas, es que su discurso se elabora sin la menor preocupación
por la probidad de los hechos, en última instancia, lo que cuenta es la ideología
y la propaganda; que en muchos casos, obedece a una estrategia imperialista y
colonialista. Es lo que ha ocurrido cuando España, encarnada en la Monarquía
Borbónica, nos ha contado su manipulada versión de la “idílica” aventura
canario-americana, absolutamente indisociable, salvando las distancias geográficas.
Canarias, la primera y última colonia española en el mundo fue, sin duda
alguna, el laboratorio donde se experimentó el terror como técnica perfecta de
dominación. La cruel y genocida conquista de Canarias y de América, se disfrazó
de “evangelización”, cuando no de acción “civilizadora”; y mientras la
historiografía latinoamericana, y la venezolana en especial, se ha dedicado a
la glorificación de su pasado independentista (1810-1830), la canaria ha
glorificado a los invasores, dando sus nombres a nuestras calles y plazas, para
escarnio y oprobio del pueblo canario. Es el caso del gran traidor y converso de
Canarias, que tiene dos calles: una como Fernando Guanarteme, y otra como Artemi
Semidán,
En
ambas historiografías, la venezolana y la canaria (la presencia de canarios en
la independencia de Venezuela es un hecho relevante), el mito y los héroes están
por encima de una comprensión ajustada a los límites de una evidencia
documental contrastable y sobre fundamentos críticos. El relato histórico
sucumbe a una excesiva ideologización y/o españolización haciendo de la
Historia un discurso oficial vinculado a la preservación del “statu quo”;
en consecuencia, el pasado termina siendo una especie de “mentira
encuadernada”. Recuperar una visión donde se le pueda dar cabida a otros
actores y testimonios anti-realistas es una necesidad perentoria para recuperar
un pasado sobre fundamentos más justos y equilibrados. Y en este contexto
historicista canario-venezolano, echamos de menos a verdaderos y auténticos
patriotas canarios que “tomen el relevo” de sus antepasados, sobre todo,
venezolanos. Porque la gran tragedia del pueblo canario, que escribió páginas
gloriosas en la historia de América, contribuyendo a la independencia de muchos
países latinoamericanos y fundando ciudades inclusive (San Antonio de Texas,
Montevideo, etcétera); es que hoy, en pleno siglo XXI, sigue siendo incapaz de
escribir su propia historia, y zafarse del yugo colonial español.
Recuérdese
que los canarios apoyaron en un principio los cambios políticos promovidos por
la élite mantuana caraqueña; y todos los sectores sociales de origen isleño
coincidían con la oligarquía criolla en su oposición al monopolio comercial
español. Y es evidente, pues, que la Junta del año 1810 fue en realidad una
ruptura, aunque se erigiese bajo el paraguas de los derechos de Fernando VII,
secuestrado en Bayona. Así lo manifestaba un canario de la élite, Antonio
Ascanio Franchi Afonso, partidario de la emancipación: “...Aún más, antes
del principio del presente siglo se notaba una predisposición en la mayor parte
de los venezolanos a revolverse contra la madre patria para sustraerse de su
abominable e injusto sistema colonial”.
¿Por qué en Canarias no se alzan voces partidarias de la emancipación; y cuando éstas surgen son acalladas por los poderes fácticos? Las respuestas la tenemos en los dos artículos anteriores: “La psicopatología social de Canarias”, y “La vergüenza maligna”. ¡¡Ahí están las claves!![3]
[1] biografiasyvidas.Camilo Torres Tenorio
Otros artículos de Ramón Moreno Castilla publicados en El Guanche y en El Canario