La zaparapanda política

 

 

Francisco R. González Alonso

 

El separatismo insular y provincial entre Tenerife y Gran Canaria surge en primer término desde que se inició la conquista de Achinet (Tenerife), la "patria guanche". Esta lamentable disyuntiva patriótica, que en cierto modo ha impedido nuestra fraternal unión, se originó desde que Thenesor Semidán (el converso Fernando Guanarteme) se presta a colaborar con el conquistador castellano Alonso Fernández de Lugo, y en segundo término, a la división de Canarias en dos provincias cuando gobernaba el general Primo de Rivera, en 1927, la cual ha perdurado hasta nuestros días alimentada por los dimes y diretes aupados por el poder central español, como norma de conducta colonialista de acuerdo al eslogan "divide y vencerás". Desde esa fecha el poder colonial ha intensificado dicha separación con el fin de impedir nuestra unión solidaria en pro de nuestra emancipación.

Ante esta constante política del Estado, sostenida desde que fuimos conquistados, se me ocurre decir que estamos como estamos porque somos como somos. El estar como estamos se debe únicamente al yugo socio-político mantenido constantemente por el poder central español. Y somos como somos porque estamos moldeados para acatar sin protestar las disposiciones emanadas desde el poder colonial, últimamente en contubernio con los falsos nacionalistas que alternativamente nos han gobernado.

Frente a este cúmulo de intransigencias, donde se ha cercenado continuamente nuestro libre albedrío político desde que fuimos conquistados, lamentablemente hemos permanecido en un letargo indolente con una sentida languidez que desdice mucho de nuestro verdadero sentir canario.

Al manifestar lo expuesto, me mueve la curiosidad de saber más a fondo las razones de nuestra apatía por la libertad plena, que nuestra independencia ofrece a todos los canarios y no canarios que residen en nuestras queridas islas, paraíso atlántico visitado por millones de turistas, fuente inagotable de recursos que nuestro clima primaveral nos garantiza si estuviéramos independientes, pues así como estamos todo se lo lleva la hacienda del poder central español.

Pienso a veces que el colonialismo solapado que hemos tenido ha generado una conducta crónica de indiferencia política para superar nuestro statu quo impuesto por más de cinco siglos. ¿Cómo hacer para despertar a nuestro pueblo humilde condenado a la discriminación socio-política? Como demócrata lamento que los mensajes sobre nuestra liberación no hayan conmovido el espíritu de nuestra gente humilde, que permanece en un vacío de aspiraciones por temor a perder su limitada libertad de una vida que no es vida, sino un tormento fruto de su extrema pobreza y resignación.

En tal sentido, comprendo que no podemos esperar otra actitud de nuestra gente humilde, y nuestros líderes políticos representantes del auténtico nacionalismo canario deben escudriñar las vías posibles de persuasión democrática que despierte de la modorra colonialista a nuestros pueblos insulares. En estos momentos álgidos que vive el pueblo canario, los intereses políticos individualistas deben estar sometidos al interés global necesario, y así establecer un bloque unitario que respete el pluralismo ideológico para poder establecer la unidad indeleble de acción proselitista en favor de nuestra liberación. Lograda esta, las diferentes corrientes políticas de izquierda, centro y derecha que integren el bloque unitario podrán competir democráticamente en el futuro inmediato a nuestra independencia.

Si no se logra el bloque de unidad nacionalista, tengan por seguro que la zaparapanda política se hará presente y se acentuará más, para dar paso sin límites al régimen colonialista que nos gobierna desde hace más de cinco siglos. Esta actitud nos indicaría que estamos lejos de comprender lo que significa ser libre, y sería muy lamentable que las miles de voces que hoy día pregonan nuestra libertad se diluyan y no tengan el eco necesario para conmover el ego de la incomprensión.

Se necesitan líderes nacionalistas canarios cuyos ideales conmuevan la pasividad de nuestros pueblos insulares, aletargados por el temor sembrado a lo largo de más de cinco siglos. Sé que esto no es fácil, y más difícil se hace al saber que entre nuestra gente tenemos muchos analfabetas políticos acostumbrados a obedecer ciegamente, pues han toman la aptitud del avestruz negándose a vislumbrar la luz de su libertad.

Para lograr nuestra independencia solo se requiere apreciar que como seres humanos tenemos el derecho a vivir en libertad, bajo los postulados democráticos que legislan dicho sistema de gobierno, hasta ahora el mejor conocido. La libertad no se mendiga, es intrínseca a nuestra naturaleza humana concedida por el Todopoderoso.

franciscoteide@cantv.net

 

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