La telaraña del
voto cómplice
Pedro A. Medina Calero *
La corrupción que en los últimos tiempos está saliendo
a la luz en La Gomera puede que tenga un sujeto que la promueva, pero en el
terreno político no hubiera sido posible sin el apoyo de otras muchas personas
que, directa o indirectamente, prestan su consentimiento, colaboran y apoyan a
que la misma se realice.
La
corrupción en la isla, por tanto, atañe a la responsabilidad de los gomeros y
gomeras mucho más de lo que a primera vista pueda parecer. En la medida que la
democracia es el gobierno del pueblo, la participación en la responsabilidad es
un hecho, salvo para quienes voluntariamente nos salimos del sistema.
Existen
muchas formas de oponerse a la corrupción: desde la condena personal en los
medios de comunicación a la exteriorización colectiva de la repulsa, mediante
concentraciones, manifestaciones, huelgas, etc. En democracia existe la
posibilidad de no adherirse a la corrupción ejerciendo la acción de repulsa en
las urnas. En las últimas elecciones la corrupción política contó con muchas
complicidades, tanto así como las de unos 8.317 votantes de los 10.983 que
ejercieron su derecho al voto en la Isla. Es preciso aclarar que el ejercicio
de la lucha por la decencia pública no solo nos corresponde a los
representantes institucionales en la oposición no comprometidos con ella, sino
a cada uno de los gomeros y gomeras cuando ejercemos el derecho al voto,
determinando el grado de oposición y resistencia, como respuesta en conciencia
a la corrupción practicada desde el poder. Sin embargo, la opción de los
gomeros y gomeras en las últimas elecciones ante el abuso de poder, la injusticia
y la corrupción fue el silencio; y ante la "telaraña" de
investigaciones judiciales abiertas por presuntos cohechos, malversación de
fondos públicos, información privilegiada, por la recalificación de la finca de
un amigo a cambio de una empresa valorada en 900.000 euros, por las confesiones
de hombres de paja y testaferros en actuaciones presuntamente delictivas, por
recibir suelo "regalado" y luego urbanizarlo y un largo etcétera, han
contado al menos el silencio operativo, al que, a la queja interior, no sigue
ninguna acción de manifiesta repulsa. Ese silencio, en democracia, con
frecuencia se constituye en el mejor cómplice de la corrupción.
La
parte de gobierno del Cabildo Insular y de los ayuntamientos de la isla que
corresponde a cada ciudadano exige de él la responsabilidad de controlar que
sus representantes en los poderes públicos ejerzan su delegación con justicia,
honradez y transparencia. En democracia, la responsabilidad es compartida y la
opinión de cada uno de nosotros no puede autoexcluirse a la hora de la
valoración ética de las actuaciones públicas.
* Consejero
del Cabildo Insular de La Gomera y portavoz del Grupo Nacionalista