CADA VEZ MÁS VIOLENCIA SOCIAL
Por Pedro
González Cánovas
Sólo la consciencia de que
existen trincheras llenas de obreros y obreras, en las que aún hemos de
trabajar mucho para que sigan resistiendo la ofensiva capitalista, y que tienen
que rebosar como nunca, igualdad, unidad y dignidad, sólo ese tipo de
consciencia obrera puede llevarnos a superar la etapa actual sin dejar miles de
cadáveres en el campo de batalla.
Es horrible ver como se han disparado las
cifras y estadísticas en cuanto a violencia de género y cómo se asocia este
crecimiento al aumento del desempleo.
Es verdaderamente terrible tener
consciencia de que la situación de la clase trabajadora tiende a empeorar,
cuando imaginamos un futuro equivalente al presente, en cuanto a una clase
dirigente que traza sus perspectivas según el sistema capitalista que se ampara
en la explotación humana, como lo hiciera antaño, pero ahora protegidos por
gobiernos disfrazados de color.
Ya no me refiero sólo al azote del paro,
al invento de nuevos sistemas de contrataciones, más explotadores si
cabe, o a la pérdida de derechos que costaron sangre y lágrimas, por la
que pugnan con tanta constancia los intereses capitalistas para superar sus
problemas de decrecimiento de acumulación, sino también a las situaciones de
tensión creadas en el seno de medianas y grandes empresas, donde el despotismo
se apoya en el miedo y la continua amenaza, atentando contra la integridad de
la persona y su salud psíquica, muchas veces, aplicada por incultos y
manipulables mandos intermedios que, nunca antes como ahora necesitaron tanto
sentirse "personal de confianza", victimas del miedo que emana de sus
superiores y del terrorismo que hoy ejercen con éxito sobre el asalariado.
La crisis entra en los hogares, minando la
vida familiar, de mano de los daños causados en el centro de trabajo. Causando,
a su vez, heridas posiblemente irreparables donde se simplifican el número de
culpables y se multiplican, inmediatamente, las víctimas y los traumas para
toda la vida.
No pretendo, porque sinceramente la
considero imperdonable, excusar ni justificar ningún tipo de violencia
familiar. Tampoco perderé el tiempo en valorar que tipo de violencia es más
dañina o dolorosa, cual es desencadenante o contestataria, pero si me gustaría
que reflexionáramos aceptando cual grande es el problema de la violencia del
capitalismo, y cuanto tiene que ver con la violencia de género y la destrucción
familiar, ya no la actual situación de crisis, sino lo que yo llamaría la
impotencia social.
Nunca estuvieron tan indefensos
trabajadores y trabajadoras como cuando no existía la organización sindical.
Ese fue justamente el motivo del nacimiento de aquellas organizaciones de
Cierto es que, con el tiempo, aquellas
organizaciones que funcionaban como máquinas de guerra y sus dirigentes, fueron
cada vez más asimiladas por el sistema de explotación que ya no encadenaba con
grilletes. Cierto es, también, que muchas veces las echamos de menos, cuando
apreciábamos que los préstamos e hipotecas nos esclavizan a la banca o al poder
del capital, que ya maneja al poder político; cuando en las negociaciones con
la patronal primaban las relaciones personales a los intereses generales de la
plantilla, etc.
Sin embargo, hoy, toca revitalizar
aquellas organizaciones. Toca asumir responsabilidades a todas las partes
implicadas. A las personas que las lideran actualmente. A las que forman sus
bases. A las que piensan que pueden esquivar solas lo que se nos avecina o que
a ellas no va a afectarles. Hoy, más que nunca, nos toca implicarnos porque
sólo el auténtico compromiso social nos salva de aquella impotencia que hacía
estragos en las personas y su entorno inmediato.
Sólo la consciencia de que existen
trincheras llenas de obreros y obreras, en las que aún hemos de trabajar mucho
para que sigan resistiendo la ofensiva capitalista, y que tienen que rebosar, como
nunca, igualdad, unidad y dignidad, sólo ese tipo de consciencia obrera puede
llevarnos a superar la etapa actual sin dejar miles de cadáveres en el campo de
batalla.
Es imprescindible que el compromiso social
se entienda en cada núcleo familiar. Que los hogares sean invadidos por la
cultura política y social. Que sepamos identificar en cada momento el enemigo,
el causante de la desestabilidad emocional y
económica. En definitiva: apelo desde estas líneas a la cordura de cada
conyugue para fortalecer cada hogar, para que sea éste el refugio seguro de
trabajadoras y trabajadores que libran cada día una batalla importante en su
puesto de trabajo, donde se personaliza hoy mejor que nunca el monstruo del
capitalismo.
* Miembro de Alternativa Nacionalista
Canaria