El viaje del coronavirus
Pedro M. González Cánovas
Soy de los que pienso que la información sobre el coronavirus no nos llega completa y está sesgada por intereses económicos. La realidad es que la pandemia se extiende a nivel mundial y las investigaciones sobre medicación o vacunación no alcanzan, a día de hoy, ninguna meta tranquilizadora. De ahí lo poco que se habla de soluciones y que la información se limite a pretendidos cordones de aislamiento y el supuesto control de las personas infectadas.
El mayor esfuerzo de los gobiernos europeos es para no crear alarmismo, pero la realidad que se oculta tras los datos sobre afectados no se atiene a la versión que muestra la flota mediática o los portavoces oficiales. Sin duda, parte de esa realidad oculta se debe al poco control poblacional que pueden tener países como China o EEUU, u otros sin sistema de salud universal. Pero las cifras que se esconden por el mero hecho de no crear alarmismo son un delito evidente que pone en peligro la salud de toda la población.
El 18 de febrero, CNN afirmaba que «en los edificios de las áreas afectadas se desinfectan regularmente los botones de elevadores, las manillas de las puertas y otras superficies comúnmente tocadas…». En el mismo artículo se anunciaba el secuestro, desinfección y cuarentena de billetes de curso legal, por parte del Banco Central de China. Esto es totalmente opuesto al anuncio de los gobiernos occidentales, cuando anunciaban que el virus no se trasmite por mercancías o productos sin vida. Todo ello, destapa que hasta ahora nos han puesto en riesgo con mentiras o por falta de información y la no aplicación del principio de prevención.
Sin embargo, las empresas siguen insistiendo en no usar guantes o mascarillas para no crear alarmismo. Pero cuando nos cubra el sunami vírico que salió de China hace ya tiempo será demasiado tarde y el pánico romperá todo ese supuesto control social.
La exposición de Canarias a la entrada de personas infectadas no se limita al canario viajero. A lo largo del año entran al menos cinco turistas por cada persona que reside en el Archipiélago. El control de fronteras, a cargo de la corona española y sus plebeyos monárquicos que disfrazan de democracia el régimen Borbón, demuestra continuamente que es insuficiente en cuanto a las plagas, alimentos, etc., que sufrimos en esta tierra.
Cuando se ha llevado a la economía local a una dependencia extrema, y queda exclusivamente como soporte económico el sector de servicios basado en el turismo, podemos aventurar que esa política enfrentada al principio de prevención continuará y destacará la careta de «no alarmismo». La de Canarias es una política de bajo coste, que ya anuncia que el número de turistas del año pasado aumentó, pero disminuyó el gasto. Eso se puede traducir solo como que es el turismo más barato (el más expuesto) el que se trae hasta aquí. Nos han convertido en un destino turístico de bajo coste y ahora nos toca recoger lo sembrado.
Como anotamos anteriormente, las poblaciones con menos recursos son la carnada de esta pandemia incontrolada. Tanto en países como EEUU, sin sistema de salud universal, donde no habrá cifras oficiales de las personas sin techo que fallezcan con síntomas de insuficiencias respiratorias; como en otros que tengan poco control sobre la salud de los menos favorecidos, sin duda habrá una criba clasista. Por otro lado, muchas personas mayores o de salud frágil tienen un riesgo mayor. En tercer lugar, estamos las nuevas Regiones Ultraperiféricas (RUP) que antaño nos llamábamos Colonias y tuvimos, y tenemos, un fin único de explotación para el enriquecimiento de la metrópoli. Así que no soñemos con unas fronteras blindadas, no imaginemos tener la misma protección que brindarán otros gobiernos a los suyos. Si cuando se abra ese paraguas cabemos bajo él, estaremos ya empapados y volveremos a ver que nuestros tiempos y los suyos son distintos, que nuestros intereses no son los mismos y nuestra situación real es muy diferente también.