"VIAJE
A HERO" DE ROBERTO CABRERA
No
desconocerán ustedes por mucho tiempo el placer que me ha provocado la lectura
de un valiosísimo libro del escritor, poeta, guitarrista y cuadrante de
revistas literarias, Roberto Cabrera.
No
teman ustedes que mis palabras dilaten en un discurso analítico sobre el autor
o su obra "Viaje a Hero" que hoy se presenta.
Sólo
he venido invitado a cortar la cinta de la inauguración de esta muestra o feria
de las letras, para que ustedes gocen libremente de su contenido.
Por
si hubiera olvido u omisión entre los organizadores de esta ceremonia, traía
yo en mi bolsillo las clásicas tijerillas de la crítica que, ante mi asombro,
no tendré que usar en esta ocasión ya que la cinta fue cortada de antemano y
lo que se me entrega ahora es el hilo, aguja y dedal para recoser estos extremos
que se llaman Agustín Espinosa y Roberto Cabrera, o más claramente, lograr la
continuidad emocional entre aquel inolvidable "Crimen" de mil
novecientos treinta y tantos y este "Viaje a Hero" de hoy.
No
es difícil ni original la costura que me propongo porque para todos aquellos
que se adentren en la lectura de este libro de Roberto Cabrera, saltará a la
vista y al ánimo de buen lector esa tan ansiada cohetería de nuestro mejor
surrealismo.
El
surrealismo, recordemos, que en poesía se nos quedó en el "Enigma del
invitado", "Romanticismo y cuenta nueva" o "Transparencias
fugadas" y en la narrativa decapitada de Espinosa con su novela
"Crimen". Se nos quedó ahí aquel buen decir surrealista, enredado en
los dedos que trenzaban el tallo de "La Rosa de los Vientos" y fue
mecha encendida y pisoteada a medio camino por temor a que llegase a ser llama
de mayor refulgencia que el fuego que poco después surgiría de las bocas de
los cañones.
Este
"Viaje a Hero" viene a ser hoy la consumación rotunda de esa latencia
que los poetas o narradores de las islas hemos sufrido en nuestras obras por el
deseo, llámese también desconsuelo, de recuperar aquellas formas de expresión,
original literatura nuestra, de "Gaceta de Arte".
Es
cierto que algunos escritores canarios de las generaciones de post-guerra, hemos
seguido por derroteros surrealistas, pero entiéndase nuestro surrealismo como
diferente al preconizado por Breton, del que también se desgajó la facción
surrealista de Tenerife.
En
ocasiones, yo mismo he tenido que salir al paso de posibles equívocos, alegando
que soy partidario de la libertad y por ello va mi entusiasmo hacia las
doctrinas literarias del movimiento dadaísta y de Breton, pero mi
condicionamiento isleño me impulsa a gotear siempre un contenido metafísico, o
si se quiere, cósmico, en los vasos un tanto hueros del surrealismo francés o
la escritura automática.
Durante
algunas décadas, ensayo tras ensayo de nuevos caminos literarios, hemos estado
esperando "a través de un bosque de indicios", esta incorporación
tan pura de aquel estilo del sueño que Agustín Espinosa imprimió en su
narrativa y que hasta ahora andaba suelto como duende inasible, oculto entre las
mágicas constelaciones de la isla, o como largos y urticantes cabellos de
medusa flotando inadvertidos en el mar.
Ha
sido el trabajo constante y la búsqueda continua de la gracia reveladora de lo
que ha permitido a Roberto Cabrera ese singular encantamiento para surgir
redivivo de esa peligrosa travesía del Helesponto.
Y
ha sido este escritor de ahora quien hurgando en la espera de lo conocido nos
abre de nueva las puertas de lo insólito.
Yo
quisiera ser perdonado por mencionar aquí el Helesponto, el mar bautizado con
el nombre de la hija de Atamantes, porque en verdad este mar no está implícito
directamente en el libro de Roberto Cabrera. Pero si recordamos que Leandro
cruzaba durante la noche, atraído por la antorcha de Hero, cabe pensar que en
los arcanos de la creación literaria de nuestro autor hubo alguna pavesa
desprendida de aquel hachón mitológico.
Y
quiero pensar y acierto en esa luciérnaga solitaria y misteriosa en medio del
océano que es el faro de Orchilla que encandiló la brújula de este Leandro de
ahora.
En
este libro, "Viaje a Hero", que brindamos hoy, encontramos algunos
reflejos testimoniales de un entorno que nos pertenece. Es en parte como si su
autor quisiera denotar que su periplo es atlántico en realidad. Así nos dice
que "una botella surca el océano con un extraño mapa de un tesoro que
Cabeza de Perro traslada con melancolía de terruño", o bien
"apropiarnos de la documentación lapa" o también entre otras
expresiones: "Decidimos trasladarnos al lajial, con la escultura de la
naturaleza, entrar en las cuevas de los aborígenes". Hay más señas para
identificar el escenario de este relato: "Me hallaba, nos dice,
cabalgando el meridiano de nostalgia que cerrábamos en los ojos del peto".
Con todo parece transparentarse que el "Viaje a Hero" fue inspirado y
vivido en la más occidental de nuestras islas. Acaso ya intencionadamente
piensa Roberto Cabrera descubrir la ubicación real de su sueño cuando escribe
de una "isla en imágenes temerariamente parecidas. Suerte de microcosmos
que precisa proyectarse".
Pero
no hagamos mucho caso de estos filetes realistas que sólo pueden servirnos para
confirmar la idea de que nuestras islas son excelentes alambiques para el
surrealismo y que este surrealismo ha sido redescubierto cuando se hacía
esperar.
Convendrá
el autor que su "Viaje a Hero" es producto de esa "espera
surrealista iluminada" que como fértil naranjo crecido en su pecho, ha
venido produciéndole sombras, frutos y heridas hasta su poético "Desangre
libelular anónimo".
Una
espera fructuosa para ver mejor, para entender la huella que recién se ha
dejado atrás para indicarnos el camino que nos lleva al futuro.
Recordemos
al protagonista Simón, de un relato de Julien Gracq, que "mientras está
esperando a una mujer a la que ha citado en un lugar de Bretaña, recorre la península
hasta el amanecer: no habría visto nada de lo que vio si no estuviera esperando
a aquella mujer".
Uno
espera. Lo de siempre para sentir los inéditos cantos de nuestras sirenas
indicadoras, la invitación para viajar por los misteriosos puntos como
marineros reales tripulando la abstracción de nuestras más difíciles
empresas.
Así
Roberto Cabrera se me ha presentado con su "Viaje" en tres mundos
diferentes al mismo tiempo, los tres tiempos diferentes de nuestro mundo. Con
criterios surrealista podemos ver que su aventura literaria pertenece a una
inmersión en el Sena bretoniano, en el mítico Helesponto o en nuestras propias
aguas atlánticas. Pero la realidad nos dice que no es así de sencilla la cosa,
porque cuando se ha penetrado en la lectura de este "Viaje a Hero",
nos damos cuenta que estamos navegando por un mar y una isla que sólo figuran
en las cartas de navegar de los poetas, la de San Maclovio, o Marcos Verde, por
ejemplo que hicieron posible la isla de S. Borondón. Y es que Roberto Cabrera
en 1979, soñando o viviendo ya su "Viaje a Hero", cantaba a ese mar
diferente, el mar íntimo, cuasi secreto y nunca definido que tan bien expresa
Agustín Espinosa en "La Risa del Mundo": "Cantaba el mar de una
isla de otros mares".
Después
de conocer esta obra de Roberto Cabrera, ha tomado cuerpo en mi memoria un poema
de su libro "Desangre libelular anónimo". Quiero pensar que es la
vuelta de un viaje, acaso la vuelta de Hero, una queja o una justificación.
El
poema dice así:
Un
libro enmohecido me llamó.
Miedo.
Contuve la cordura
con
los dos ejemplares.
Me
acompañaba el vendaval, el trueno
que
tronó.
Me
desgajé en mitades tubulares.
Pan
con piña, no más entre los dientes.
De
modo que volví. Esta es mi vida.
Por
cierto que creí que en la misma
situación
me vieron hace tiempo.
©
Rafael Arozarena
Nota:
Viaje a Hero es una novela corta que se presenta en dos capítulos, el
propio de su título y De oro quiso ser el marinero vestido; precedidos
ambos por el magnífico texto del genial novelista y poeta Rafael Arozarena leído
en el Ateneo de La Laguna con ocasión de su primera impresión por ed. Orígenes/Pontos.
Un conjunto de cuentos completa el presente volúmen. ©Ed. Idea/Aguere 2013.
Colección dirigida por Ánghel Morales García. Ilustración de portada: José
Luis de Luis.