Las vergüenzas de Guantánamo

 

Juan Jesús Ayala

La publicación de los papeles de Guantánamo nos acercan a las vergüenzas allí instaladas y, sobre todo, sufridas por cerca de un millar de reclusos que en nada han tenido que ver ni con la guerra de Irak ni de Afganistán ni con el atentado del 11-S.

Guantánamo ha sido reclamado de manera insistente por el régimen cubano; no ha sido reintegrado a Cuba desde que España perdió la guerra con los EEUU, y cinco años más tarde el presidente cubano Estrada Palma alquiló la bahía de Guantánamo a los EEUU, en cuyo contrato se especificaba que la ley que prevalecía allí sería la norteamericana y que los americanos saldrían cuando estos así lo dispusieran. Andando el tiempo, el presidente Bush encontró el lugar propicio para convertir Guantánamo en cárcel y confinar en ella a todos los terroristas del planeta, y así el 11 de enero de 2002 llegó allí el primer avión con presuntos terroristas internacionales que se fueron contando por cientos, llegándonos las imágenes de seres enfundados en unos monos naranja caminando entre sus celdas como autómatas, despersonalizados, idos del mundo.

Una de las promesas electorales que hizo el presidente Obama es que cerraría definitivamente este campo de concentración tan humillante como el de los nazis y ahora favorecido por las democracias elegantísimas occidentales. Las vejaciones y las torturas son de lo más denigrantes a lo que se puede someter un ser humano, donde existe un manual de tácticas y métodos que debe tener un interrogatorio cuyo máximo objetivo es provocar desorientación y desorden de los sentidos sin tener acceso a ninguna ayuda ni mantener contacto alguno con el capellán ni libros ni correo. A la ducha van de dos en dos, esposados o atados; se regula la cantidad de papel higiénico, muy justo, aunque se podrá obtener una cantidad mayor si se comportan bien, y si se rompe una taza o un vaso se les conduce a unas jaulas como si fueran fieras peligrosas.

Además, hay que favorecer que unos delaten a los otros convirtiendo aquello en un infierno más atroz si cabe y a la búsqueda de encontrar el enemigo, aunque no haya indicios de ningún tipo de delito; allí se recluyen y llevan tiempo personas totalmente demenciadas que cuando los cogieron en las calles de Irak o Pakistán eran simples ciudadanos que lo único que hacían era llevar en sus manos, o en sus bolsillos, el Corán.

Guantánamo se ha convertido en un limbo legal donde a los que allí están se les culpa sin más de todo tipo de atentados y crímenes contra los EEUU, y, aunque no se presentaban pruebas para determinar esta o aquella situación, el proceso seguía para adelante, porque las condenas se establecían de antemano.

Como se ve, todo un ejemplo este de Guantánamo referencial del progreso occidental, donde los silencios se han quebrado por los papeles que han circulado y nos han puesto en la evidencia del terror y las vejaciones allí encarceladas; y lo peor es que esto ha sido favorecido por aquellos que presumen de ser paladines de la libertad y guardianes de los derechos humanos. Pura fanfarria y vergüenza.