La “vergüenza maligna” (I)

 

Ramón Moreno Castilla

 

Vergüenza es lo que debiera sentir el pueblo canario en su conjunto, ante los seis siglos de vil e infame colonialismo al que nos ha venido sometiendo España. Esa rancia nación, decrépita y decadente, abanderada del colonialismo mundial, que se niega por sistema a aplicarle a Canarias la normativa internacional sobre la materia, como la susodicha Resolución 1514 (XV) de las Naciones Unidas para la descolonización e independencia de los pueblos.

Y como referencia inexcusable y soporte documental para valorar las perniciosas consecuencias del colonialismo español en Canarias, tenemos el comprometido informe del médico psiquiatra Garrett O'Connor, nacido en Dublín y de renombre universal, cuyo titulo es "Reconocer y sanar la vergüenza maligna[1]. Una Declaración sobre la Necesidad Urgente de Recuperarse Psicológica y Espiritualmente de los Efectos del Colonialismo en Irlanda". Colonialismo, cuyas situaciones, salvando las distancias históricas y de toda índole, son perfectamente identificables con las que sufrimos en nuestra tierra; sobre todo, si tenemos en cuenta los paralelismos existentes entre los diversos colonialismos europeos, cuyo denominador común ha sido siempre la subyugación y el saqueo, y la consiguiente alienación del pueblo.

El estudio del profesor O'Connor sostiene que muchas de las actitudes y conductas contemporáneas del pueblo irlandés tienen su origen en el colonialismo; y para argumentar tal afirmación, emplea el modelo transgeneracional del abuso de padres a hijos explicando cómo un pueblo subyugado (o sea, los irlandeses católicos) puede ser dañado psicológicamente por la opresión política (o sea, el colonialismo británico).

Los niños que son objeto de un abuso severo y prolongado por parte de sus padres u otras figuras de autoridad tienden a interiorizar éste bajo la forma de un síndrome de conducta que se caracteriza por la dependencia patológica, la autoestima baja y los sentimientos suprimidos, lo que Garrett O'Connor llama "vergüenza maligna". Ya como adultos, es muy probable que los niños regidos por la vergüenza practiquen con sus hijos un abuso semejante al que ellos mismos recibieron, transmitiendo de esta manera el síndrome a la siguiente generación y así sucesivamente.

Como se pregunta el reputado psiquiatra, ¿acaso existirá a nivel cultural un proceso semejante, mediante el cual las instituciones sociales de todo un pueblo interioricen como vergüenza maligna el abuso político y gubernamental que éste ha sufrido? ¿Y que el Gobierno, la Iglesia, la escuela y la familia, por medio de sus políticas y acciones, transmitan inadvertidamente esta vergüenza a las generaciones posteriores?

Varias razones hacen suponer que un proceso cultural de este tipo es endémico en nuestra tierra desde hace seis siglos, y que sus implicaciones destructivas de vergüenza maligna -como dice O'Connor- son la principal causa de la actual aflicción psicológica, social, política y económica de Canarias. Todo lo cual redunda en la inacción de este pueblo, resignado a su suerte, e incapaz de tomar las riendas de su futuro. El pueblo canario al no experimentar sanamente la rabia a causa de un miedo patológico a expresar sus sentimientos, ¿no estará reproduciendo inconscientemente la actitud de sumisión con la que tradicionalmente se espera que reaccionen los esclavos y otros pueblos oprimidos?

Inclusive, los síndromes psicológicos postcoloniales han sido estudiados por destacados autores políticos que han escrito sobre el Tercer Mundo, como Franz Fanon, Edward Said y Albert Memmi, y que han identificado la dependencia poscolonial como un obstáculo mayor en los pueblos descolonizados. El meollo del problema para cualquier población poscolonial -heredado del propio proceso colonial-, es la convicción generalizada de inferioridad cultural, generada por el abuso prolongado del poder en la relación entre colonizador y colonizado.

Lo sepan o no, los canarios de todo el mundo son herederos de una historia que evoca imágenes de vergüenza, opresión, de privación e intolerancia. A pesar de esto, nuestros compatriotas de la diáspora se han caracterizado por su gran valentía y laboriosidad, además de su tremenda capacidad para sobreponerse a la adversidad. Escribiendo páginas gloriosas en la historia de muchas naciones latinoamericanas (sobre todo en Venezuela); fundando ciudades como San Antonio de Texas o Montevideo, y contribuyendo a la independencia de Cuba, Venezuela, Colombia, Uruguay, Argentina etc. Pese a ello, la España imperialista solo ha contado sus hechos, como si las innumerables gestas del pueblo canario nunca hubiesen existido. ¡Es el sino de los pueblos colonizados!

Por eso, ¡¡la gran tragedia del pueblo canario es no escribir su propia historia!!

 

rmorenocastill@hotmail.com

 

[1] reconocer-y-sanar-la-verguenza-maligna

 

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