El valor y el precio del campo

 

Wladimiro Rodríguez Brito

Los que tenemos dudas sobre un modelo que habla de la rentabilidad para todo y en el que se confunde valor y precio -la gente siempre compra lo más barato-, los acontecimientos de Japón de los últimos días nos hacen reflexionar sobre la importancia estratégica de la agricultura y lo que esta significa como aporte de alimentos frescos, paisaje, cultura y valor estratégico de la misma.

Los sueños tecnológicos y productivistas que han dominado los últimos años, en los que la Unión Europea (UE) y el libre comercio han sido un fiel reflejo de esas propuestas tecnocráticas, hacían parecer que sobraban agricultores, y ahora se ha puesto de manifiesto que ni a la UE le sobran montañas de alimentos, como se había dicho, ni la agricultura del planeta está sobrada de campesinos que trabajen la tierra.

Hemos visto cómo las 500.000 ha de remolacha que se han dejado de cultivar en Europa han dado un déficit de azúcar en la UE; o cómo la sequía en Rusia y las inundaciones en Pakistán y Australia han generado grandes problemas en los cultivos de arroz y otros cereales. Por otra parte, China está arrendando terrenos en Suramérica y África para atender la demanda de alimentos de su población -más de 1.300 millones de personas-, y es en este mismo marco en el que el premio nobel de economía de 2008, Paul Krugman, nos dice que se terminó la época de la comida barata.

Por ello, los datos de la superficie cultivada en Tenerife en los últimos cincuenta años son para reflexionar. Hemos pasado de 46.000 ha a 17.000 ha. O lo que es lo mismo, hemos ido perdiendo 600 ha de tierra cultivada al año. Esto significa, entre otras cosas, no solo una mayor dependencia de los alimentos importados, sino también la pérdida de más de veinte mil puestos de trabajo.

Pero el dato definitivo lo encontramos en 2010, donde importamos 77 millones de kilos de papas para alimentarnos en Canarias -cuarenta kilos por habitante-, con lo que esto significa como plato tradicional de las Islas; y lo que no es menos significativo: unas 8.000 ha labradas si hiciéramos un cultivo rotativo con legumbres, cereales y papas como hacíamos antaño. Esto significaría más de ocho mil puestos de trabajo, así como la limpieza de la maleza de importantes áreas en las proximidades de los montes. También es importante resaltar que el coste de las papas significa más de treinta millones de euros: haríamos prevención de incendios a coste cero y generaríamos riqueza y estabilidad social en esta tierra.

Como vemos, los planteamientos no son tan sencillos como los que ha planteado la UE con la libre circulación de mercancías y tantos otros planteamientos del llamado libre cambio.

Por ello, en una lectura de lo que ha ocurrido en la piel de la isla picuda en estos años, tenemos que hacer un gran esfuerzo para recuperar cultivos, puestos de trabajo, alimentos frescos y sanos, y un mayor equilibrio en la distribución de la población, sobre todo, incorporar jóvenes a un sector que ha pasado de tener más del 50% de la población activa en el agro a un más que discutible 5% en estos momentos. En la coyuntura internacional actual tenemos riesgos por la dependencia del petróleo y por una importación de alimentos de los lugares más alejados del planeta hacia Canarias, que implica unos altos consumos de energía tanto para su conservación en frío como para su transporte, por no hablar de los costes sociales y ambientales.

En este marco, una vez más, planteamos que la agricultura no puede seguir siendo un trabajo mal pagado y peor valorado, con unos cortocircuitos comerciales que se quedan con todos sus beneficios. Por eso, estas líneas no son de altruismo y lamentación, sino de reivindicación, porque creemos que hay alternativas que están a nuestro alcance, como es dignificar el trabajo de los campesinos, y que no hay que confundir el valor y el precio del campo. Las papas que hemos comprado de importación a 0,20 euros/kilo están hipotecando el futuro no solo para los agricultores, sino también para los consumidores, porque cuando no tengamos producción propia los precios los decidirán los de fuera. En el supuesto caso de que haya donde comprar las papas.