El valor y el precio del campo
Wladimiro
Rodríguez Brito
Los que tenemos dudas sobre un modelo que habla de la
rentabilidad para todo y en el que se confunde valor y precio -la gente siempre
compra lo más barato-, los acontecimientos de Japón de los últimos días nos
hacen reflexionar sobre la importancia estratégica de la agricultura y lo que
esta significa como aporte de alimentos frescos, paisaje, cultura y valor
estratégico de la misma.
Los sueños
tecnológicos y productivistas que han dominado los
últimos años, en los que la Unión Europea (UE) y el libre comercio han sido un
fiel reflejo de esas propuestas tecnocráticas, hacían parecer que sobraban
agricultores, y ahora se ha puesto de manifiesto que ni a la UE le sobran
montañas de alimentos, como se había dicho, ni la agricultura del planeta está
sobrada de campesinos que trabajen la tierra.
Hemos visto cómo las
Por ello, los datos de
la superficie cultivada en Tenerife en los últimos cincuenta años son para
reflexionar. Hemos pasado de
Pero el dato definitivo
lo encontramos en 2010, donde importamos 77 millones de kilos de papas para
alimentarnos en Canarias -cuarenta kilos por habitante-, con lo que esto
significa como plato tradicional de las Islas; y lo que no es menos
significativo: unas
Como vemos, los
planteamientos no son tan sencillos como los que ha planteado la UE con la
libre circulación de mercancías y tantos otros planteamientos del llamado libre
cambio.
Por ello, en una
lectura de lo que ha ocurrido en la piel de la isla picuda en estos años,
tenemos que hacer un gran esfuerzo para recuperar cultivos, puestos de trabajo,
alimentos frescos y sanos, y un mayor equilibrio en la distribución de la
población, sobre todo, incorporar jóvenes a un sector que ha pasado de tener
más del 50% de la población activa en el agro a un más que discutible 5% en estos
momentos. En la coyuntura internacional actual tenemos riesgos por la
dependencia del petróleo y por una importación de alimentos de los lugares más
alejados del planeta hacia Canarias, que implica unos altos consumos de energía
tanto para su conservación en frío como para su transporte, por no hablar de
los costes sociales y ambientales.
En este marco, una vez
más, planteamos que la agricultura no puede seguir siendo un trabajo mal pagado
y peor valorado, con unos cortocircuitos comerciales que se quedan con todos
sus beneficios. Por eso, estas líneas no son de altruismo y lamentación, sino
de reivindicación, porque creemos que hay alternativas que están a nuestro
alcance, como es dignificar el trabajo de los campesinos, y que no hay que
confundir el valor y el precio del campo. Las papas que hemos comprado de
importación a 0,20 euros/kilo están hipotecando el futuro no solo para los
agricultores, sino también para los consumidores, porque cuando no tengamos
producción propia los precios los decidirán los de fuera. En el supuesto caso
de que haya donde comprar las papas.