Abstenerse en el 20N demuestra valentía y madurez política

 

Álvaro Morera

 

Es materialmente imposible, bajo la ley electoral española vigente, obtener representación alguna en las elecciones generales por las organizaciones independentistas, porque esa ley está diseñada precisamente para perpetuar en Canarias el poder del tripartito, CC, PSOE y PP. Esa es la realidad constatada en elecciones anteriores. Así que elucubrar sobre esa pretendida y ninguneada representación, cuanto menos es de ilusos. Ni siquiera la suma de los votos obtenidos por la diversidad de organizaciones independentistas que se presentan en Canarias sería suficiente.

 

Echar simplemente un pulso electoral para comprobar un vez más la implantación de cada organización por los votos obtenidos, lo que consigue es añadir frustración tras fluctuación entre los propios militantes y seguidores.

 

Las opciones de votar o de abstenerse son igualmente democráticas. Votar es un derecho, y no una obligación que algunos se empeñan en sacralizar. No en vano los partidos que comparten el poder político llaman desesperadamente a la votación popular a cualquier opción política, aunque no se la suya. Participar en las elecciones convocadas por la metrópoli en una colonia, como incuestionablemente lo es Canarias, resulta incongruente y suicida, siendo además utilizado por el colonialismo para intentar desacreditar la opción independentista. Abstenerse en el 20N demuestra madurez política y valentía, al contrario de los que se pliegan ante el acoso propagandístico del Estado colonialista español.

 

Una alta abstención se considera generalmente como un desinterés o repulsa entre el cuerpo de votantes que puede llegar a deslegitimar políticamente las elecciones o el propio sistema político. Canarias, en tanto que colonia, puede esgrimirlo ante las instancias internacionales, como así ha ocurrido en otros procesos de descolonización.

 

Bajo el colonialismo español, Canarias continuará, secula seculorum, en la sumisión política y económica. Los intereses españoles, que son los que prevalecen, chocan frontalmente con los intereses canarios. Consecuentemente, los canarios estorbamos al Estado español para mantener su dominio, inclusive aquellos que proclaman sentirse muy españoles, por mucho que les duela y no se lo quieran creer. El colonialismo, en si, es inmisericorde, más que demostrado está en su inhumana y siniestra historia.

 

Inevitablemente, la solución histórica de Canarias es su descolonización e independencia.