Las vacas y los papeles

 

Wladimiro Rodríguez Brito *

 

El pasado 19 de febrero asistí a un acto simbólico, lleno de compromiso y justicia con un colectivo maltratado en esta tierra. Se trataba de la entrega de certificados de legalización urbanística de cincuenta granjas ganaderas, con la asistencia del presidente del Gobierno de Canarias y del consejero de Agricultura. Hasta ahora numerosos ganaderos han tirado la toalla ante un muro legal, cargado de ignorancia y de incomprensión hacia el campo, por un marco de leyes alejadas de la problemática rural. Los casos de algunos de los ganaderos afectados han terminado de una manera dramática.

 

Según referencias de la Consejería de Agricultura, tenemos unas siete mil granjas en Canarias, de las que a finales de este año tendrán la documentación urbanística correspondiente unas mil (el 15%, aproximadamente), que ya están funcionando cumpliendo con la legislación de la UE, incluyendo que sus animales son vacunados y registrados. Como bien dice Pedro Molina y los ganaderos de Agate, hay que agilizar los trámites de los equipos técnicos de la Consejería de Agricultura y Ganadería del Gobierno de Canarias para la pronta normalización de esta situación.

 

Afortunadamente, parece que las cosas van tomando camino. Las leyes hechas en los despachos urbanitas comienzan a tomar en consideración a los agricultores y ganaderos. La dominación urbana sobre el medio rural incluye una lectura del campo sin campesinos, como un mero elemento contemplativo. La producción de alimentos y las actividades agrarias no eran de este planeta; eran cosa de los pobres del tercer mundo. Nada de gallos ni vacas ni moscas cuando los urbanitas deciden irse a vivir al campo.

 

Por otra parte, la UE establece un nuevo marco de granjas, con identificación de los animales, manejo en la cría y sacrificio, leyes de bienestar animal, etcétera. Esto en un marco legal en el que los ayuntamientos desarrollan el planeamiento urbanístico, y donde casi todos optan por ampliar la superficie urbanizable y, en consecuencia, reducir el suelo para las actividades rurales, situando en una situación marginal las explotaciones ganaderas. Mientras, los cabildos y la Comunidad Autónoma planifican pensando en aspectos ambientales y de planeamiento superior, creando en Canarias una amplia maraña legislativa a la que se unen los espacios protegidos, con pautas del Estado y de la UE. Todo lo anterior genera una confusa y compleja maraña en un territorio fracturado como es el caso canario. En esta situación, los conflictos están servidos.

 

Apenas tenemos espacio para las actividades ganaderas en el actual marco legal. A ello se unen las importaciones de alimentos en sistema dumping (importar alimentos más baratos de lo que están en sus países de origen) o bien de países no comunitarios sin pagar los correspondientes aranceles de entrada. La actividad ganadera de las Islas se está empobreciendo continuamente, mientras que se importan por cada habitante trescientos litros de leche, cuarenta kilos de carne y diecisiete kilos de pollo al año. Afortunadamente en Canarias seguimos teniendo miles de familias que quieren seguir produciendo alimentos frescos, que defienden con toda la razón del mundo su actividad agroganadera y se niegan a tirar la toalla.

 

Aunque sea contradictorio, aquí, que hay cien habitantes por cada vaca, casi todas estas granjas han estado denunciadas, mientras que en la rica y urbana Holanda tienen ciento cuarenta cerdos y vacas por cada cien habitantes y, ante el mismo marco legal comunitario, cumplen con la ley. Hemos de dar la enhorabuena a nuestros ganaderos por haber peleado contra viento y marea con el fin de mantener una actividad tan digna. Hemos de felicitar también a los responsables políticos por el cambio de actitud hacia el mundo rural. La ley 6/2009, de medidas urgentes encaminadas a la dinamización sectorial, nació en un foro de alcaldes en San Juan de la Rambla, en la que Manuel Reyes y un amplio colectivo de alcaldes hilvanaron un documento con el entonces consejero de Agricultura Domingo Berriel y su equipo técnico. Esta ley ahora nos da alternativas para flexibilizar las actividades del sector primario, y en particular las granjas ganaderas en nuestras Islas. A esto se une un acuerdo plenario del Cabildo tinerfeño con el fin de priorizar los usos tradicionales dentro del área de bosques potenciales y de mejorar el marco legal que había maltratado el sector primario. Gracias a ello, tenemos unas posibilidades en las que no sólo están protegidas las hubaras y las palomas rabiche, sino que en estos momentos se alumbra el largo túnel del olvido y la marginación del sector primario, con unas justas alternativas a las demandas de nuestros agricultores y ganaderos, en una tierra en la que es enormemente básico encontrar la convivencia entre ciudadanía y naturaleza.

 

*  DOCTOR EN GEOGRAFÍA

 

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