Vacas en ‘insulandia’ con leyes de Bruselas

 

Wladimiro Rodríguez Brito *

 

Con frecuencia sufrimos problemas locales que son consecuencia de cosechas importadas, alejadas del suelo que pisamos. Este es el caso de la situación que sufren y padecen nuestros ganaderos y que repercute directamente en la manera de vivir y de alimentamos en esta tierra.

 

El conflicto que sufrimos en la huelga del Matadero Insular es mucho más complejo que el enfrentamiento por las condiciones sociales y laborales entre unos trabajadores y la empresa gestora.

 

La ganadería en las islas ha sido una actividad económica importante desde la época de los guanches. Es básica para nuestra sociedad, no solo por el aporte de proteínas y calorías a nuestra alimentación diaria, sino por la relación existente entre ganadería y agricultura y la complementariedad de esta con todo el sector primario. En la década de los noventa del pasado siglo, el sector sufrió cambios importantes; desde entonces una parte de las demandas internas de carne y leche son cubiertas con importaciones que permiten las nuevas tecnologías en conservación y transporte de alimentos. Por un lado, el papel del frío industrial y el transporte barato de frutas y hortalizas de Canarias a la Península, de tal manera que sólo la exportación de plátanos requiere más de 18.000 frígos al año entre los puertos insulares y el continente. Por otra parte, la nueva situación económica entre Canarias y el exterior facilita las importaciones de carne y leche, bien con ayudas REA, o bien de terceros países, sin pagar arancel alguno por la entrada en las islas[1]. Como cifra de referencia, a fecha 11 de noviembre del presente año, hemos importado 33 millones de kilos de carne sin aranceles de terceros países, mientras que de la Unión Europea la importación supera los 23 millones de kilos con -ayudas REA. Lo importado desde la Península supera los 11 millones de kilos; es decir, hemos importado más de 70 millones de kilos, mientras que lo sacrificado en las islas no alcanza las 8.000 toneladas.

 

En este marco hemos de tener presente que la normativa de Bruselas nos obliga a tener en las islas funcionando siete mataderos; con un marco legal aplicable en eurolandia,[2] para un territorio con otras dimensiones y otras características a las economías familiares insulares. Por otra parte, el planeamiento en las islas y las exigencias socio-ambientales a los ganaderos le han puesto numerosas dificultades para el desarrollo de tal actividad, a la que hemos de añadir los problemas propios de la insularidad, escasez de pastos, aridez, etcétera. Unido a ello está que la aplicación de las leyes comunitarias en Canarias tienen una rigidez muy superior a otros puntos de la UE. Por ejemplo, en el vecino archipiélago de las Azores las vacas duermen a la intemperie, y los sistemas de ordeño y transporte de la leche no tienen la rigidez que sufren nuestros ganaderos en Canarias.

 

Creemos que el actual sistema hace inviable el futuro de nuestra ganadería y en gran parte de nuestra agricultura, pues no es posible competir con producciones de Carne y leche importadas de terceros países sin arancel alguno, o bien con importaciones de la UE con ayudas REA, mientras que nuestros ganaderos sólo tienen una ayuda para la importación de parte de los forrajes y han de competir con producciones a las que no se les aplica la ley de bienestar animal, que sí se exige aquí.

 

A ello se une un sistema burocrático legal que limita la construcción y la instalación de producciones ganaderas en gran parte de nuestro suelo. Así, por ejemplo, en la rica y urbana Holanda, tienen 140 cerdos y vacas por cada 100 habitantes, mientras que aquí, con una vaca por cada 100 habitantes, en la mayoría de los casos se está en contencioso con los vecinos del entorno. Se dan casos tan peculiares como la denuncia de una granja de vacuno en Ruigómez, en el municipio de El Tanque, por estar en suelo "potencialmente" forestal. No olvidemos que estamos ante uno de los mayores municipios ganaderos de la isla de Tenerife hasta la década de los sesenta, en el que cada familia tenía una vaca y al menos un cerdo. Hoy apenas quedan unas docenas de cerdos, y en algunos casos están denunciados (incluso las gallinas) por unas supuestas leyes ambientales que destierran del campo las actividades agro ganaderas.

 

Estamos en la obligación de buscar alternativas que hagan posible la actividad ganadera y la agricultura en las islas, pues no olvidemos la importancia de la ganadería como aporte de alimentos frescos. También es básica como complemento de la actividad agrícola, en la que el estiércol y la demanda de forrajes vegetales son claves, incluida la lucha y prevención de los incendios.

Ante la situación actual no son despreciables tampoco los miles de puestos de trabajo que se pueden crear en tomo a dicha actividad.

 

La ganadería nos permite también evitar parte de las importaciones, que ahora nos hacen doblemente dependientes, bien de terceros países, bien del área comunitaria. La FAO recomienda una cobertura de al menos el 60% de autosuficiencia alimentaria, mientras que en Canarias no alcanzamos el 10%. La difícil situación de los mataderos insulares y la rigidez de las leyes comunitarias y locales tienen que hacerse más flexibles, adaptarse a una realidad social y ambiental más solidaria con agricultores y ganaderos. Es sin lugar a dudas uno de los compromisos más serios que tiene esta tierra para los próximos años con la recuperación de la actividad agroganadera y para reducir la dependencia del exterior.

 

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA

 

[1] La poderosa agricultura europea

[2] eurolandia