Vacas, motos y mapas de colores

 

«.» Wladimiro Rodríguez Brito *

[Los incendios recientes en las Islas nos están demostrando el serio peligro que suponen las zonas cultivadas hasta hace poco, donde nacen y crecen los fuegos. En unos años hemos pasado del pastoreo de campos abiertos tras la siega con una ocupación del 100% del suelo rústico, al polo opuesto. Toleramos negligentemente que las fincas abandonadas por sus propietarios se llenen de maleza y, a la vez, ponemos obstáculos legales y llenamos de burocracia la vida de los que luchan por vivir del campo, mientras aumentan otras dificultades como los vertederos incontrolados, la sequía o los robos...]

Hace ya dos años que denuncié en estas páginas la lamentable situación de un joven de Lomo Largo, que se compró dos vacas en vez de una moto. Había conseguido una gañanía para tener las vacas, pero su ocupación le fue prohibida por tratarse de suelo rústico de protección paisajística; además, aunque en dicho establo había tenido cabras, fue denegado también por un supuesto cambio de uso.

Hoy gran parte del entorno de la Vega está ocupado por matorrales, en suelos con supuesta protección, como los que recientemente ardieron en Jardina. Allí había un matorral de hinojos que hubiera sido consumido en pocos días como pasto para ganado. Está claro que las Islas sufren un grave problema de gestión del suelo rústico, con difícil solución. Nuestro campo adolece de agricultores y ganaderos, y los que quedan ven obstaculizado su trabajo por leyes que a veces parecen redactadas contra ellos. A la vez nuestra sociedad tiene demandas contradictorias: quiere proteger nuestro entorno sin tener capacidad de disponer de los medios públicos necesarios para ello; quiere alimentos sanos y sostenibles, sin poner coto a importaciones a precios de derribo de alimentos de terceros países. Para resolver esta situación es necesario un cambio de mentalidad. Tenemos que ir tomando medidas en varios ámbitos, desde los hábitos de compra, donde lo de la economía circular con kilómetro cero sea algo más que un alegato.

Los incendios recientes en las Islas nos están demostrando el serio peligro que suponen las zonas cultivadas hasta hace poco, donde nacen y crecen los fuegos. En unos años hemos pasado del pastoreo de campos abiertos tras la siega con una ocupación del 100% del suelo rústico, al polo opuesto. Toleramos negligentemente que las fincas abandonadas por sus propietarios se llenen de maleza y, a la vez, ponemos obstáculos legales y llenamos de burocracia la vida de los que luchan por vivir del campo, mientras aumentan otras dificultades como los vertederos incontrolados, la sequía o los robos. Del mismo modo, cuando los responsables políticos locales tratan de que los propietarios se responsabilicen de la limpieza de sus terrenos, pierden votos y hasta las elecciones, como en el caso de M. Reyes en San Juan de la Rambla.

El fuego es a la vez un espejismo: miramos hacia las máquinas y los pirómanos, por que no queremos ver que el medio ambiente y nuestro campo requiere más recursos económicos y humanos. No necesitamos declaraciones rimbombantes sobre supuestos parques, reservas ni zonas especiales; no existen robots capaces de apagar el fuego una vez comienza. Tampoco queremos ver que en Gran Canaria se han puesto los medios aéreos y terrestres de casi todo el país, liberados gracias a los pocos incendios en el resto de España; o que las condiciones meteorológicas no han sido excepcionales, con tiempo normal de verano y como mucho tres días de tiempo sur. Ha sido un desastre ambiental, pero un claro éxito por la falta de víctimas a pesar de verse afectado un 8% de la Isla, incluyendo gran parte de sus montes.

No podemos olvidar que Gran Canaria es la isla con más pastores, actividad fundamental por la retirada de combustible. Solo en ovejas cuenta con algo más de 20.000, que si retiran 8 kg. de hierba al día, suponen más de 50.000 toneladas al año. Hemos de agradecer a los ganaderos su labor, sobre todo comprando quesos y lácteos del país. En Tenerife intentamos que los pastores de Chivisalla limpiaran los pinos repoblados, pero las leyes que tenemos no permiten la entrada de cabras en pinos de más de dos metros por daños al resto de la vegetación; otro caso fragante fue la paralización de las obras del puente del barranco del Río por supuesto impacto ambiental.

¿Cual ha sido el coste de los medios de extinción puestos en Gran Canaria? Hasta 18 aeronaves han supuesto más de 1.500 m3 lanzados desde el aire al día. Si estos recursos se destinaran a la prevención se generarían de manera más eficiente miles de puestos de trabajo durante el año. El fuego no lo apagamos con drones ni robots; los medios mecánicos son auxilios importantes, pero el fondo del asunto es hacer verdadera silvicultura, retirando combustible con medios humanos dedicados a la prevención, con un conocimiento profundo del territorio y caminos y tuberías preparadas para el verano. Planos y satélites no valen por si solos para hacer frente a los incendios; necesitamos profesionales que conozcan cada barranco, con cariño y respeto con el entorno, pero también con sus habitantes. Necesitamos que los urbanitas pongan una guataca en el gimnasio y miren para el territorio, tanto a la hora de consumir como de reivindicar cultura ambiental.

wladimirorodiguezbrito.blogspot.com.es 

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