Vacas, cabras y medio ambiente
Wladimiro
Rodríguez Brito
El mantenimiento de nuestros montes requiere un
importante trabajo de retirada de combustible para defenderlos de los incendios
de los largos veranos canarios, siendo la hierba y los matorrales que crecen a
lo largo del invierno parte del combustible que arde en los veranos. Por ello,
el pastoreo y la ganadería son una necesidad en la gestión de nuestros montes,
máxime con las tierras balutas que suelen rodear gran
parte de los mismos.
El día 30 de marzo se
aprobó el Plan Director de la Corona Forestal de Tenerife, el mayor espacio
protegido del archipiélago canario con casi
Sin embargo, el
pastoreo y los aprovechamientos forestales, antaño compatibles con el medio
ambiente, son asignaturas aún pendientes en unas leyes proteccionistas que han
obviado en gran parte los usos tradicionales. Entremos en materia. El
mantenimiento de nuestros montes requiere un importante trabajo de retirada de
combustible para defenderlos de los incendios de los largos veranos canarios,
siendo la hierba y los matorrales que crecen a lo largo del invierno parte del
combustible que arde en los veranos. Por ello, el pastoreo y la ganadería son
una necesidad en la gestión de nuestros montes, máxime con las tierras balutas que suelen rodear gran parte de los mismos.
En este marco, tenemos
que avanzar no solo por las leyes proteccionistas ambientales al uso en
Canarias, sino por lo que significa en estos momentos la mala aplicación del
Régimen Especial de Abastecimiento (REA), que hace que un kilo de carne de
vacuno reciba entre 0,42 y 0,66 euros de ayuda y que un kilo de solomillo
importado de terceros países deje de pagar los aranceles correspondientes de 6
euros, mientras que la producción local apenas tiene 0,12 euros por kilo.
La producción ganadera
de Canarias ha caído de manera preocupante, siendo una referencia que en La
Gomera sólo quedan 4 vacas de ordeño de los 15.000 vacunos que tenemos en todo
el Archipiélago. Un dato aún más relevante, si cabe: las importaciones de carne
del año pasado superaron el equivalente a 70.000 vacas, mientras que todos los
sacrificios que tenemos en las Islas no llegan a 8.000 al año. Es decir, hemos
maltratado a nuestros ganaderos con unas leyes proteccionistas que no solo
limitan usos tradicionales sino que en nombre de la protección del territorio,
penalizamos la construcción de establos, paredes, depósitos de aguas, bodegas,
etc., mientras que, por otra parte, las importaciones de terceros países y de
la Unión Europea arruinan la actividad agroganadera de nuestros campesinos.
Tenemos que revisar
los injustos aranceles y apoyos que el REA da a las importaciones y la exención
de aranceles a los productos que vienen de terceros países. No podemos seguir
importando para nuestro Archipiélago más de 34 millones de kilos de pollos
procedentes de Brasil y 25 millones de kilos de vacuno, en su mayoría también
de terceros países, ya que eso agrava de manera significativa el que nuestros
jóvenes se incorporen al campo y que tengamos una mayor seguridad en la lucha
contra el fuego, más allá del propio autoabastecimiento.
Por ello, en esto que
ahora se llama huella ecológica hemos de hacer un balance no solo de la
actividad agroganadera y su estrategia en el autoabastecimiento sino, sobre
todo, de la necesidad de incorporar gran parte de nuestra juventud a la
producción de alimentos dada las posibilidades que tenemos de aumentar la
cobertura alimenticia y la creación de puestos de trabajo en las Islas. Las
ventajas para nuestra gente no solo se quedan ahí, sino que, de incorporar a
los jóvenes al campo, tendríamos un elemento de conservación ambiental, al
limpiar gran parte de la vegetación que en nuestros veranos nos causa problemas
ante los posibles incendios forestales.