Vacas, cabras y medio ambiente

 

Wladimiro Rodríguez Brito

 

El mantenimiento de nuestros montes requiere un importante trabajo de retirada de combustible para defenderlos de los incendios de los largos veranos canarios, siendo la hierba y los matorrales que crecen a lo largo del invierno parte del combustible que arde en los veranos. Por ello, el pastoreo y la ganadería son una necesidad en la gestión de nuestros montes, máxime con las tierras balutas que suelen rodear gran parte de los mismos.

El día 30 de marzo se aprobó el Plan Director de la Corona Forestal de Tenerife, el mayor espacio protegido del archipiélago canario con casi 500 kilómetros. Después de 10 años de debate sobre los usos y sus limitaciones, hemos de felicitar al viceconsejero de Ordenación Territorial del Gobierno de Canarias, Miguel Ángel Pulido, por haber incorporado al mismo la mayor parte de las alegaciones que presentó el Cabildo de Tenerife y en las que se recogen numerosas demandas sociales que la demografía y los usos tradicionales de esta isla requieren. En consecuencia, se ha flexibilizado gran parte de una teoría de prohibir y limitar los usos tradicionales en nuestros montes. Es decir, el pastoreo, las actividades agrario-ganaderas y las nuevas demandas de telecomunicaciones, galerías y canalizaciones de aguas demandaban una flexibilización que hemos conseguido.

Sin embargo, el pastoreo y los aprovechamientos forestales, antaño compatibles con el medio ambiente, son asignaturas aún pendientes en unas leyes proteccionistas que han obviado en gran parte los usos tradicionales. Entremos en materia. El mantenimiento de nuestros montes requiere un importante trabajo de retirada de combustible para defenderlos de los incendios de los largos veranos canarios, siendo la hierba y los matorrales que crecen a lo largo del invierno parte del combustible que arde en los veranos. Por ello, el pastoreo y la ganadería son una necesidad en la gestión de nuestros montes, máxime con las tierras balutas que suelen rodear gran parte de los mismos.

En este marco, tenemos que avanzar no solo por las leyes proteccionistas ambientales al uso en Canarias, sino por lo que significa en estos momentos la mala aplicación del Régimen Especial de Abastecimiento (REA), que hace que un kilo de carne de vacuno reciba entre 0,42 y 0,66 euros de ayuda y que un kilo de solomillo importado de terceros países deje de pagar los aranceles correspondientes de 6 euros, mientras que la producción local apenas tiene 0,12 euros por kilo.

La producción ganadera de Canarias ha caído de manera preocupante, siendo una referencia que en La Gomera sólo quedan 4 vacas de ordeño de los 15.000 vacunos que tenemos en todo el Archipiélago. Un dato aún más relevante, si cabe: las importaciones de carne del año pasado superaron el equivalente a 70.000 vacas, mientras que todos los sacrificios que tenemos en las Islas no llegan a 8.000 al año. Es decir, hemos maltratado a nuestros ganaderos con unas leyes proteccionistas que no solo limitan usos tradicionales sino que en nombre de la protección del territorio, penalizamos la construcción de establos, paredes, depósitos de aguas, bodegas, etc., mientras que, por otra parte, las importaciones de terceros países y de la Unión Europea arruinan la actividad agroganadera de nuestros campesinos.

Tenemos que revisar los injustos aranceles y apoyos que el REA da a las importaciones y la exención de aranceles a los productos que vienen de terceros países. No podemos seguir importando para nuestro Archipiélago más de 34 millones de kilos de pollos procedentes de Brasil y 25 millones de kilos de vacuno, en su mayoría también de terceros países, ya que eso agrava de manera significativa el que nuestros jóvenes se incorporen al campo y que tengamos una mayor seguridad en la lucha contra el fuego, más allá del propio autoabastecimiento.

Por ello, en esto que ahora se llama huella ecológica hemos de hacer un balance no solo de la actividad agroganadera y su estrategia en el autoabastecimiento sino, sobre todo, de la necesidad de incorporar gran parte de nuestra juventud a la producción de alimentos dada las posibilidades que tenemos de aumentar la cobertura alimenticia y la creación de puestos de trabajo en las Islas. Las ventajas para nuestra gente no solo se quedan ahí, sino que, de incorporar a los jóvenes al campo, tendríamos un elemento de conservación ambiental, al limpiar gran parte de la vegetación que en nuestros veranos nos causa problemas ante los posibles incendios forestales.