Las urgencias en el Hospital General de La Palma

 

Por René Acosta

 

M.L.R. es una mujer palmera que por circunstancias de la vida se trasladó a vivir a Tenerife. No ha olvidado la tierra que la vio nacer y que tantas cosas buenas le dio, por eso todos los veranos pasa parte de sus vacaciones en esta noble tierra.

 

Desafortunadamente, el pasado 8 de Agosto del presente 2012, algo antes de las 13:00 h., acude al Hospital General de La Palma, aquejada de un fuerte dolor así como de otros síntomas anómalos. Una vez allí se dirige a la ventanilla de admisión y cual sería su sorpresa que la administrativa, sin levantar siquiera la cabeza hacía caso omiso a sus repetidos buenos días, como si no fuera con ella. Impotente le cuenta lo sucedido al Departamento de Información, el cual le dice a la administrativa que atienda a la Sra. a lo que, la administrativa en cuestión, de mala gana pide el documento sanitario. Después de unos minutos la administrativa le dice a M.L.R. que en la base de datos no existen sus datos, solo figura una hermana, a lo que la afectada le pregunta si no tiene servicio médico, pues es un error. La administrativa llama a alguien que le guía en la búsqueda de datos, y como resultado, por fin le dice a la afectada que el asunto está solucionado y de que espere en la Sala de espera. La afectada también pregunta de si tienen su historial médico y le contesta la administrativa que no existe ningún dato médico suyo, deduciendo entonces la afectada que el sistema informático no está conectado, al menos en ese momento, a la red del sistema informático del Servicio Canario de Salud. Menos mal que la afectada acudió consciente, pues de lo contrario no podrían saber si, por ejemplo, es alérgica a algo o qué medicación toma. Por cierto, que llaman sala de espera es un habitáculo, no separado de los servicios y de aspecto no suficientemente limpio, en el que esperan tanto los enfermos como las personas que esperan ver a sus seres queridos ingresados, con el consiguiente riesgo de que algún paciente con enfermedad infectocontagiosa propague su infección u otra patología.

 

Otra señora, después de esperar más de dos horas y de no aguantar más un dolor, pide que por favor la dejen en una camilla. La trasladan a un cuarto cuyo rótulo dice "sala de observación" y que, en realidad, es una vía de paso a otras estancias y que está situada en la misma puerta de acceso de pacientes trasladados en ambulancia. Consta de tres camillas pegadas una de otra; dos en sentido vertical y una horizontal, además de estar junto a varias sillas de ruedas, dando la sensación de ser más que nada un almacén.

 

A pesar de ser muy pocos pacientes en espera y pocos atendidos, éstos últimos, a una media de atendimiento de unos 40 minutos por paciente, en vista de lo cual M.L.R. decide, después de tres horas de espera, pedir el alta voluntaria y adelantar el billete de vuelta con el fin de ser atendida en Tenerife. Para ello se dirige de nuevo a admisión en el cual había, por cambio de turno, otra administrativa distinta y con modos desagradables, le contesta que ella no lleva eso y que lo pidiese en información. Va a información, e igualmente, por cambio de turno, el responsable era otro, el cual responde de que para darle el parte de baja voluntaria tenía que verla el médico, a lo que la afectada le contesta que el procedimiento es ilógico, pues se iba precisamente por no ser atendida. El informador se levanta y le pide que espere para consultarlo. Después de unos minutos, el enfermero la llama y la invita a esperar y que pronto será atendida, a lo que ella responde  que no, que ya no le toman más el pelo, y se marcha, no sin antes haber formulado por escrito la correspondiente protesta.

 

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* Reportero del periódico digital El Canario

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