Los últimos restos coloniales de España en el Noroeste de África.

 

 

Francisco P. DeLuca (*)

 

 

     En la primera Cumbre de la recién creada Unión Africana (UA), transformación político-jurídica de la antigua OUA, celebrada en Durban (Sudáfrica) del 8 al 10 de Julio 2002, sólo dos expedientes de descolonización se sometieron a la consideración del Sr. Amara Essy, presidente de la Comisión africana: el Sahara Occidental, con la fuerte oposición de Marruecos, único Estado de nuestro Continente que no forma parte de la UA (precisamente por este motivo) y la isla de Mayotte, territorio de ultramar francés que pertenece geográficamente al Archipiélago independiente de Comores y aún bajo administración gala. En los días inmediatamente posteriores a la Cumbre y a raíz del conflicto hispano-marroquí por el islote de Leyla, la cuestión de la descolonización de los últimos enclaves coloniales en África adquiere toda su vigencia y pasa al primer  plano de la actualidad. Los medios de comunicación africanos y los diversos círculos diplomáticos oficiosos, animados por la iniciativa libia de solucionar definitivamente el contencioso de Leyla y demás territorios marroquíes, sacaron a la luz viejos asuntos pendientes como la isla de Reunión (enclave colonial francés), Canarias (enclave colonial español) e incluso la isla de Diego García, territorio que reclama Isla Mauricio a EE.UU. Así, según la revista “Jeune Afrique” ( 2167), la Jamahiriya  libia defiende que los contenciosos del islote Leyla, Sebta, Melilia y las Islas Chafarinas, son un simple asunto de descolonización a resolver pacíficamente entre España y Marruecos. El citado Semanario señala  igualmente que “en lo sucesivo la Unión Africana debería prestar un poco más de atención a los independentistas de Canarias o de Reunión”. En el plano oficial y a raíz de las declaraciones post-cumbre del Sr. Amara Essy a la prensa pugnando por un  tratamiento político en el delicado tema de la descolonización, un portavoz de la Unión afirmó que “Marruecos no se dirigió oficialmente a aquella en este contencioso con España (lo hizo a la ONU, a la Liga Arabe y a la Conferencia Islámica), aunque es innegable que este asunto sitúa en el candelero el estatuto de las islas africanas todavía bajo dominación extranjera”.

 

     Volviendo al episodio concreto de Leyla no podemos por menos que mostrar nuestro asombro y nuestra justa indignación por la actitud prepotente del Gobierno español de la época que respondió de forma desproporcionada a la ocupación legal de un trozo de territorio marroquí situado a 200 m. de la costa a fin de controlar rutinariamente el tráfico de drogas, el contrabando (tan perjudiciales al país norteafricano) y la inmigración ilegal de la que, por cierto, tanto se quejan, y con razón, las autoridades ibéricas. Ridículo papel el de los quijotescos españoles que creyeron ver seres gigantescos donde sólo existían seis gendarmes. Jugosas fueron las ironías aparecidas en la prensa europea de Gran Bretaña, Francia o Alemania al comentar el despliegue de tres fragatas, dos corbetas y dos submarinos, así como helicópteros Cougar y aviones de reconocimiento enviados al “roquito” y al resto de la costa  norte de  Marruecos. Igualmente “patriótica” la “lucha” llevada a cabo por los “bravos” legionarios “novios de la muerte”, dispuestos a la “caza del moro”,etc. Como ven, un arsenal militar impresionante para un asalto de película de risa a un risco de 13,5 Ha. de extensión, habitado por las cabras de la vieja pastora bereber que pidió daños y perjuicios por la muerte, por “espanto sónico” y  subsiguiente desrriscamiento, de diez de sus animales a causa del infernal ruido de los helicópteros.

 

     Posiblemente, los españoles conozcan lo que señala la “Geografía Universal” de Malte- Brun (1865, tomo VI, p.193): ”En las costas del Rif, España posee algunos enclaves que no tienen ninguna importancia política o comercial. Pero es importante que no caigan en poder de los marroquíes porque podrían convertirse en bases de piratas” (sic). Entenderíamos ahora la “reconquista” de “Perejil”, en 2002, entrado ya el siglo XXI: España, en su papel de depositaria de la “unidad de destino del mundo occidental”, “garante de los valores eternos de Europa y su cultura”, bla,bla,bla.., cumplió con su deber. El mundo civilizado está “salvado”. Ya pueden estar tranquilos el Yachting Club de Ibiza, la Costa del Sol o los numerosos cruceros turísticos que surcan el Mediterráneo, libres de la amenaza del “corsario berberisco”, descendiente del moro “Muza” con el que asustaban las madres españolas a sus hijos insomnes.

 

     Por otra parte, esperpénticas y malintencionadas fueron las comparaciones realizadas el 25 de Julio de 2002 por la ministra española de AA.EE. de la época, en el sentido de equiparar el envío de una decena de agentes de seguridad marroquíes a Leyla y el monstruoso acto criminal llevado a cabo por Israel contra la población civil de Gaza. Se necesita una buena dosis de maquiavelismo para tratar de confundir y envenenar las relaciones canario-marroquíes-e hispano-marroquíes- con semejantes afirmaciones que trascienden a la opinión pública canaria, ya predispuesta y aleccionada desde siempre -y ahora más- en contra de nuestro país vecino.

 

     En el fondo subyace un miedo obsesivo a perder las dos “plazas-fuertes” de Sebta y Melilia, y las islas adyacentes del Mediterráneo. El asunto de Leyla no hace sino poner de manifiesto las graves contradicciones coloniales de España, país económicamente sólido y bien integrado en la U.E., pero que no ha conseguido aún despojarse de sus antiguos vicios colonialistas y reaccionarios que datan de épocas totalmente caducas, vicios impropios de los albores del tercer milenio. Contradicciones que se acrecientan con el interés de dicho país que negoció la recuperación de Gibraltar -territorio español- con Gran Bretaña, mientras que aún rechaza de forma categórica el inicio de negociaciones o conversaciones, entre países modernos y civilizados, para tratar los espinosos temas de Sebta, Melilia y las Islas Chafarinas, digan lo que digan los  españoles, y al igual que el Archipiélago Canario, territorios norteafricanos no deshabitados incorporados al Imperio por la fuerza de las armas, puesto que en ellos existían poblaciones autóctonas anteriores. Procede aquí citar aquella célebre frase del gran pensador español Pi y  Margall:” Nunca se adquiere la propiedad sobre las tierras conquistadas por la fuerza, ni aún con la  prescripción de los siglos”.

 

     El islote de Leila jamás fue considerado durante la crisis territorio bajo su soberanía por parte del Gobierno español, ni que formara parte de su territorio nacional. Era totalmente desconocido por casi todo su pueblo. España sólo reivindicó su vuelta al “status-quo” anterior. Evidenció con ello su pleno conocimiento en el sentido de que tras la  independencia de Marruecos, en 1956, pasó de “facto” a ser territorio maghrebí por formar parte del antiguo Protectorado español del Norte.

 

     En cuanto a las “plazas de soberanía” (falaces “ciudades autónomas”) de Sebta y Melilia y las Islas Chafarinas habría mucho que decir. En síntesis, Sebta fue conquistada por los portugueses en 1415, por una acción militar sobre los bereberes autóctonos marroquíes bajo la administración del sultanato ya existente con ubicación en Fes, y pasó a la Corona española en 1578 en tiempos de Felipe II, aprovechando la muerte del rey Sebastián de Portugal y el consiguiente vacío de poder. Melilia, perteneciente asimismo al sultanato del norte, fue conquistada por el duque de Medina Sidonia (uno de los principales personajes en la financiación y conquista de la isla de Tenerife, arrebatada militarmente a los guanches a finales del s.XV) en 1496 por la fuerza de las armas a las poblaciones rifeñas que la defendían y hasta 1556 no pasó a la Corona española.

         

     Comparando los status jurídicos de los territorios marroquíes ocupados y la plaza de Gibraltar se aprecian evidentes paralelismos. La conquista por la fuerza de las armas de los dos enclaves norteafricanos se “consagró” jurídicamente por dos tratados hispano-marroquíes: el del 24 de Agosto de 1859 para Melilia y el del 26 de Agosto de 1860 para Sebta (Prof. Rachid Lazrak, Facultad de Derecho de la Universidad de Casablanca). Esta misma vía histórica se encuentra en el caso de Gibraltar, conquistada el 4 de agosto de 1704 por la Armada anglo-holandesa aprovechando la guerra de Sucesión en España. Esta conquista cruenta se consagra jurídicamente por el Tratado de Utrech el 13 de Julio de 1713, que en su artículo 20 dice: ”El Rey español cede, por este Tratado, a la Corona de la Gran Bretaña, tanto para ella como para sus herederos y sucesores, la plena y entera propiedad de la villa y castillo de Gibraltar”. Existe pues una contradicción en la postura española: si se reclamó la vuelta a su soberanía de la plaza fuerte actualmente bajo administración inglesa, con un acuerdo de cosoberanía (vía UE) ya prácticamente concluido, ¿por qué no se inicia mínimamente una “célula de reflexión”, según la propuesta marroquí, en los casos de los territorios norteafricanos? Sin embargo mucho nos tememos que la cerrazón del Gobierno PP de la época y de su flamante nueva ministra (“si lo sé no vengo”) condujo la situación a un callejón sin salida política. De todas formas queda patente nuestra postura tradicionalmente anticolonial que nos guía a su vez a informar veraz y documentalmente a nuestro pueblo canario en el camino hacia su libertad y la de los demás territorios norteafricanos. ”La ignorancia es una colina rodeada de peligrosas fugas” (proverbio rifeño).

 

     La cerrazón del actual Estado español en 2010, bajo la administración socialista, cuando no mirar hacia otro lado tratando de no revisar, impulsar, ni conceder la importancia necesaria al asunto, revela claramente la fuerza de la razón del Estado marroquí en reclamar unos territorios históricos norteafricanos que en su día pasaron a ser colonias. El motivo fue muy simple: la importancia geoestratégica por el control del Estrecho de Gibraltar y el área del Mediterráneo, tan cruciales para el imperio español de la época, aparte de su condición de espacios puntuales de presidio o plazas-fuertes en esa zona geográfica. Resulta pues anacrónica, al igual que en el caso de Gibraltar (territorio español, al que España no interesa “remover” por ser Gran Bretaña miembro-hermano de la UE), esta manifiesta contradicción política en pleno siglo XXI, en el que se habla por parte del gobierno de Zapatero de la tan cacareada “alianza de civilizaciones”. Flaco favor se le hace a ésta cuando subsisten evidentes tensiones que irán paulatinamente en aumento y que permanecen en el subconsciente colectivo del pueblo marroquí y norteafricano en general.     

                                                                                       

  (*) Vpte. del Centro de Estudios Imazighen de Canarias (CEIC)

 

Publicado en el periódico El Día, sección Canarias, del 31-08-2010