La verdadera historia del lobo y los otros tres
Pedro M. González Cánovas *
La producción por persona de vidrio soplado aumentó increíblemente. Claro, contaban con el mejor soplador del mundo, no solo por ser el único que quedaba, sino por el empeño que ponía en cumplir con la demanda que atendía él solo. Su figura era en parte siniestra en parte desaliñada; pero así lo aguantaban en la empresa, por que no estaba sucio a pesar de llevar el pelo despeinado y con apariencia grasienta. Además, aquella delgadez extrema reforzaba la mala imagen. Desde luego, eso no era una alegría para los dueños, pero se veían obligados a soportar al lobo.
Los empresarios, estaban dedicados en invertir la mayor parte de sus beneficios en construir unas firmes casas de piedra. Pero hasta ese momento solo habían terminado una. De tal forma, el más viejo de los tres vivía en ella y los otros dos en una de madera y otra de paja, ocupando sus respectivas parcelas. Todos sabían que eran unos cerdos acaparadores y explotadores, hecho probado cuando se apreciaban sus beneficios y los de su trabajador, pero todo se justifica «porque crean puestos de trabajo».
Aquella explotación descarada no podía acabar de otra manera. El lobo se alzó contra la empresa y amenazó con soplar una tercera parte de lo que estaba haciendo. La estrategia de la patronal se aplicó casi inmediatamente, como si estuvieran preparados para aquel momento. Metieron a trabajar al lobo en la choza de paja y le encargaron su mantenimiento, ya que su fragilidad se hacía patente con los vientos y otras inclemencias del tiempo. Por supuesto, un tercio de su salario se restaría en concepto de alquiler del lugar. Mientras tanto, los tres cerdos vivían en la de piedra y construían con prisa otra similar donde estuvo la de madera.
Al lobo lo ha demonizado la opinión pública. Por eso ha decidido esperar su momento para conseguir un cambio justo. Lo cierto es que ahora se le acusa de haber bajado la producción y ponerse enfermo adrede; sin considerar que además de pasar tanto tiempo soplando también tiene que afrontar continuas reformas en la choza, propiedad de los tres cerditos. Para colmo, el resto de los lobos no deja de recriminarle la cara dura que tiene cada vez que enferma, o imponerle que dé gracias por tener trabajo. Se sabe que entre los cerditos se le descalifica y se dice que tiene unas orejas grandes, unos ojos grandes y ensangrentados, y unos dientes muy grandes... Corre el rumor de que, el lobo, le dijo a alguien que «veía venir un verano caliente» y, por supuesto, aquello suena a amenaza.
A menudo, el lobo se mira al espejo y piensa que si le pasa eso a él «¿qué será de las nuevas generaciones, que por un trabajo son capaces de vestirse como corderos?». De momento, los cerditos se frotan las pezuñas y engordan y engordan y engordan…
* Miembro de Alternativa Nacionalista Canaria - ANC