Que
la tortilla se vuelva
Teodoro
Santana
El mundo al revés. Los fascistas dando lecciones de democracia a
los que nos jugamos la vida combatiendo a la dictadura fascista. Los
monopolizadores de la violencia y la tortura, presentándose a sí mismos como
los campeones del pacifismo y los valores cívicos. Los ideólogos a sueldo de la
clase dominante, denunciando las ideologías.
Los que se lucran con el trabajo ajeno son
“emprendedores” y “creadores de empleo”, y los salarios de hambre son “cargas
sociales”. La emigración forzada por la miseria es “movilidad exterior” y
“espíritu aventurero” de los jóvenes. La sobrexplotación
de los asalariados para mantener los beneficios de banqueros y oligarcas es un
“esfuerzo colectivo”, y las leyes de pauperización, “reformas”.
La cosa llega al extremo de que un rey golpista, impuesto por el fascismo, es
retratado perpetuamente como el “salvador” de la democracia. No cabe mayor
escarnio.
Dan igual los hechos objetivos, las pruebas, los vídeos, las denuncias
documentadas incluso desde sus propias filas –ah, Pilar Urbano, esa roja peligrosa–. Lo importante es la propaganda, repetir las
mentiras mil veces, un millón de veces, desde telediarios, tertulias, informes
“objetivos”. Desde la radio y desde los púlpitos. Desde su soberbia y nuestro apocamiento.
Lo tienen todo. Las armas, los gorilas a sueldo, los jueces a medida, los
medios de comunicación y de incomunicación de masas, el dinero. Su poder es
omnímodo. Bien claro nos repiten que nunca cederán ni un ápice. Que ya pueden
chillar los catalanes, o las mujeres, o los parados. Que jamás se conseguirá lo
que queremos.
Entonces, ¿por qué tienen miedo?