El
cultivo del tomate en Canarias ha sido una referencia social y cultural que ha
aportado a las Islas importantes recursos económicos y las ha sacado del
aislamiento y la autarquía, vinculándolas a la Europa rica, en particular a
las islas británicas, Holanda o los países escandinavos. Esta situación se ha
mantenido a lo largo de más de 120 años para empezar a fallar al irrumpir en
el mercado internacional tomates del sudeste peninsular y Marruecos. Ante esta
nueva situación, se planteó en la Unión Europea cubrir los costes de
transporte entre Canarias y la Península
para situarnos en igualdad de condiciones. Esta ayuda supone unos 12 céntimos
de euro por kilo de tomates, significando en total unos nueve millones de euros.
Canarias ha mantenido una exportación de algo más de 150.000 toneladas
anuales, básicamente en los meses de invierno, superando las 300.000 toneladas
anuales en la década de los noventa del pasado siglo.
Hasta
ahora la Unión Europea había marcado una cuota que favorecía la producción
en nuestras islas al limitar las importaciones de fuera de la Unión. Sin
embargo, últimamente nos encontramos con un problema nuevo: durante el 2013 las
ayudas no han cubierto los costes de transporte a la Península, ni tan siquiera en el 25%. Al mismo tiempo, la
competencia de Marruecos se ha visto favorecida gracias a un contingente de
exportación a la Unión Europea abierto por el resto de intereses económicos,
desde la pesca hasta la apertura de importaciones y exportaciones de otros
bienes. Pensemos en la diferencia brutal del coste de la mano de obra en
Marruecos, que está en torno a 50 céntimos de euro por hora, multiplicándose
aquí más de 10 veces.
El
tomate en Canarias se desarrolló en los suelos más pobres de nuestras costas,
sobre todo en el sotavento de las Islas, desde Gran Tarajal en Fuerteventura
hasta Alojera en La Gomera. Aquí se han cultivado tomates incluso de secano en
Lanzarote, con resultados de singular calidad. En Fuerteventura se han llegado a
regar con aguas semisalobres, que son toleradas por este cultivo. El tomate es
una planta que toleraba nuestras zonas áridas, y ha sido gracias al trabajo de
adaptación y las técnicas aquí desarrolladas que se ha podido implantar su
cultivo en otras zonas como el levante peninsular o Marruecos. El tomate
revalorizó las zonas más pobres de las Islas, implantando allí nuevos núcleos
de población, así como trayendo infraestructuras inexistentes hasta el
momento, como las redes de riego, los pozos. Se crearon a su sombra pueblos como
La Aldea de San Nicolás, el entorno de Juan Grande y Vecindario en Gran
Canaria; Arico, Granadilla y Guía de Isora en Tenerife, Gran Tarajal en
Fuerteventura, etcétera.
Con
la crisis del tomate entra en caída libre un número importante de poblaciones
de las Islas que no encuentran otra actividad alternativa, como muchos de los
casos antes comentados. En un corto periodo de tiempo hemos pasado de cultivar más
de
Las
actuales dificultades en la comercialización se deben en gran parte a la falta
de reconocimiento de la condición de insularidad, desventaja tantas veces
olvidada por nuestros gobernantes. No se trata de conseguir subvenciones que
distorsionen el mercado, sino simplemente de poner en pie de igualdad nuestras
explotaciones agrícolas con las del resto de España. Es justo pedir que se
pague, sino el porte completo, al menos el 75% de los costes de embarque hasta
la Península. Es precisamente esta
situación, y lo ocurrido en 2013, cuando las ayudas al transporte se quedaron
en el 20% del coste de los fletes, lo que está creando gran inquietud en los
agricultores. Muchos están pensando en tirar la toalla definitivamente en esta
época del año en la que comienza la preparación de los semilleros.
Quedan
aún más de 5.000 puestos de trabajo directos en el tomate. Todas esas familias
y las que participan indirectamente (20.000) tienen su sustento en juego por la
falta de compromiso del Ministerio de Agricultura. No vale dar largas aduciendo
que falta más implicación de la Consejería de Agricultura. El Ministerio ha
olvidado el coste del transporte, acordado hace ya muchos años, para igualarnos
con la producción continental. El Plan Estratégico del Tomate de Canarias
tampoco tiene contrapartidas económicas. Este cultivo ha sido la principal
presencia canaria durante el invierno en Europa. Es el saber hacer y estar de un
colectivo de agricultores y, en buena lógica, tenemos que mimarlo en el
maltratado campo canario, añadiendo estabilidad social y ambiental en las
Islas.
* DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
Otros artículos de Wladimiro Rodríguez Brito publicados en El Canario