Tomates: paisaje y población

 

«» Wladimiro Rodríguez Brito *

 

 

El cultivo del tomate supuso una revolución para amplias zonas de Canarias. Espacios marginales de las costas de Gran Canaria y Tenerife pasaron a ser las tierras más productivas, creadoras de puestos de trabajo y actividad económica. Los avances tecnológicos, como las máquinas de vapor para la navegación y para el bombeo, o las mejoras en la comunicación por tierra y en las canalizaciones posibilitaron una revolución industrial y económica.

 

Conseguimos poner a Europa al alcance de nuestras frutas y hortalizas, aprovechando a la vez las tierras más pobres de las Islas: solo en Gran Canaria se transformaron más de 250 kilómetros cuadrados de tierras a menos de 200 metros de altitud, suelos con pocas lluvias y fuertes vientos, mientras que en Tenerife se ocuparon tanto tierras de la Isla Baja, en el norte, como de las costas sur y sudoeste. En otras islas, como La Gomera y Fuerteventura, no se tuvo tanta suerte por las dificultades en el trasporte por tierra y el embarque.

 

Fueron principalmente empresas inglesas las que atrajeron a una numerosa población a los suelos hasta entonces no urbanizados. El Castillo del Romeral, Vecindario, El Fraile, Playa San Juan, Alcalá o El Tablero fueron nuevos poblados creados por y para el tomate, que luego se reconvirtieron al turismo. No podemos olvidar a figuras como el señor Leackot, en Playa del Agujero, en Gáldar, y a la familia Hamilton, en La Gordejuela (Los Realejos), que se arriesgaron con complejas instalaciones para bombear el agua a más de cien metros de altura.

 

El tomate en los últimos l30 años ha sido clave para Canarias. llegó a generar más de 25.000 puestos de trabajo, y aportó entre 100.000 y 350.000 toneladas anuales a las exportaciones. Supuso la entrada de la revolución industrial en Canarias, primero con las mencionadas máquinas de vapor, pero también con cemento, abonos químicos, tuberías de hierro, camiones, etcétera.

 

Por desgracia el tomate está en grave riesgo de desaparecer. La raíz de sus problemas es variada, desde virus y plagas, la descoordinación entre las empresas que lo comercializan o la pérdida de una cultura agrícola en una población atraída por las luces del turismo. Las administraciones también han colaborado en su caída, con falta de apoyo en los fletes y la retirada de los contingentes y aranceles para el tomate de terceros países como Marruecos.

 

Hemos pasado de un cultivo que suponía el 75% de las exportaciones y el 27% de la producción final agraria a cifras que no llegan al 20% de lo que producíamos en la primera década del siglo. Las penalizaciones al transporte en más de 20 millones de euros, la falta de cumplimiento del Posei complementario y una falta de energía ante Bruselas han supuesto los últimos golpes al sector.

 

Pero también sufrimos un problema mental: necesitamos relevo generacional en el sector, nuevos empresarios y trabajadores que tomen el testigo. El tomate es viable en Canarias, puede traer de nuevo actividad económica y los tan necesarios puestos de trabajo. Luchemos por refundar un cultivo que ha sido tan importante; cambiemos nuestra mentalidad sobre el tomate.

 

 

 * DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

 

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