Todas
y todos con los bimbaches
No
es casualidad que las mayores festividades de Canarias tengan lugar precisamente
en la época estival, fundamentalmente a partir de la llegada del solsticio de
verano o año nuevo guanche y tampoco es una casualidad que el centro de esas
celebraciones sean las mujeres, independientemente del nombre festero que
actualmente predomine en cada localidad, sobre todo después de la mal
denominada evangelización, consustancial a todo colonialismo.
Los antiguos bimbaches, refiriéndonos a los varones, adoraban a un ídolo
masculino (Erahoranhan) y las mujeres a uno femenino, que denominaban Moneiba y
creían que vivían en los altísimos peñascos. No es casualidad que el
santuario ahora dedicado a la Virgen de los Reyes se haya construido en la
Dehesa de Sabinosa, a
Tales
creencias dualistas reflejan la equiparación o equilibrio entre las personas de
uno y otro sexo, según Pérez Saavedra y constituye una muestra más del
avanzado desarrollo social de los bimbaches en particular y de la sociedad
canaria en general.
Cuando tardaban las lluvias, ayunaban tres días seguidos y gritaban al cielo,
llamando el agua, en el lugar conocido en nuestro idioma como Tacuytunta, cerca
de la cueva Abstenehyta, implorando a las divinidades, utilizando como
intermediario el animal sagrado que llamaban Aranfaybo.
Interesantísimos resultan los cantos y bailes milenarios: “bailaban cantando,
y creo que de allí tiene su origen el famoso baile canario. Eran muy
aficionados a los convites, que ellos llamaban guatibao” (Torriani, p 212),
baile que también pervive en “El Minué” de la Bajada de la Virgen de la
Palma, según han documentado recientemente investigadores británicos.
“Las faenas agrícolas, en particular la recolección y el almacenamiento,
relacionadas con la fertilidad, son funciones por lo común en manos
femeninas” (Pérez Saavedra,
La mujer en la Sociedad Indígena de
Canarias).
“Siendo
la cebada tostada y molida (gofio) la base de la alimentación aborigen, su
cultivo fue probablemente una actividad compartida, pues si bien la agricultura
de jardinería, junto al hogar, la iniciaron las mujeres, como complemento de la
recolección de plantas silvestres, la agricultura de arado fue labor masculina
(Pérez
Saavedra, p 60).
Y continúa la descripción: ”Las maestras eran ancianas de buena vida, hacían loza de barro o greda parda mezclada con arena, platos, gánigos o barrencillos, pilones o cazolones para echar agua; untaban con almagra los cuarteroncillos y bruñíanlos con guijarros, cocían la loza en un hoyo en el suelo cubierto de tierra o arena y encima mucho fuego, y salían buenos; sabían moler a tahonilla la cebada tostada, que es un pan llamado gofio, cernían de cuero agujerado muy sutilmente a fuego, y sabiendo estos oficios se podían casar” (Marín de Cubas, p 206).
Bernáldez
escribe: “e las mugeres exercitavan
tanto el trabajo como los hombres, e aún más”.
“Las hembras
atendían los animales domésticos próximos
al hogar. El ganado tenía cierto carácter sagrado en el culto a la fecundidad.
Sus pieles las curtían y cosían las mujeres” (Pérez Saavedra, p
138).
“La
cerámica, los tejidos y la pintura eran labores preferentemente femeninas, lo
mismo que las tareas domésticas, como la molturación del cereal (gofio), en
molinos de mano o en morteros de piedra” (Pérez
Saavedra, p 138).
Y
añade Pérez Saavedra: “La pintura
estaba íntimamente relacionada con la cerámica a mano, con las pintaderas, el
tejido y los adornos, actividades eminentemente femeninas y con las que se
plasman muchos simbolismos de la magia y de la religión”.
Muy
emotivo el siguiente comentario de Torriani: ”La
tela tejida con hojas de palmera fue tan admirada por aquellos que la vieron,
que su inventora -que según dicen ellos, fue una mujer- merecía ser celebrada
como si fuese otra Aracne, famosa entre los poetas” (Torriani.
Descripción de las islas Canarias, Cap. XXXIV).
Escribe
Abreu Galindo acerca de la pesca: “Echábanse
a nado hombres y mujeres y muchachos...Si iban mujeres con sus hijos, tanta
parte daban al hijo como a la madre. Y si estaba la mujer preñada, le daban
su parte a la criatura que estaba en
el vientre” (Abreu Galindo, p 160).
En el Ovetense encontramos el siguiente comentario: ”Las
mujeres hacían esteras de junco majados para se cubrir y para colchones. Hacían
también ollas de barro grandes y pequeñas cazuelas y otras cosas en que comían.
Sacaban lumbre con dos palillos, bruñendo el uno con el otro. Tenían
por toda la tierra cosas proveídas con cebada y molinos pequeños de mano en
que molerla” (Ovetense, p 163, en Canarias:
Crónicas de su Conquista).
Las citas y referencias bibliográficas serían interminables. Para abundar más
en el tema remitimos al citado libro de Pérez Saavedra, un excelente compendio
de lo que significa la mujer en nuestra sociedad, con una abundante bibliografía
sobre el tema.
Las
mujeres canarias deben recuperar el protagonismo, merecidamente ganado, que
siempre tuvieron en nuestra sociedad, lo que era reconocido por nuestros
antepasados, divinizándolas incluso, sobre todo a la mujer y madre, lo que hábilmente
ha sido suplantado por el clero de una religión eminentemente machista,
existiendo abundante documentación sobre la rivalidad entre Pedro y La
Magdalena como continuadores del cristianismo.
La
iglesia católica, apostólica y romana no es ajena a esta situación, muy al
contrario, interesadamente, ha usurpado en su beneficio las tradiciones y
costumbres de los pueblos colonialmente sometidos, como es el caso del pueblo
canario, y además los propios santuarios, sobre los que edificaron los de la
obsoleta, sectaria e impuesta, con la cruz y la espada, religión.
En
el Archipiélago Canario esta suplantación se traduce en que cada una de las
siete islas tiene su propia patrona, denominándose Virgen de la Candelaria en
Chinet, Virgen del Pino en Tamarán, Virgen de la Peña en Maxorata, Virgen de
los Volcanes o de Dolores en Titerroygacat, Virgen de Guadalupe en La Gomera,
Virgen de los Reyes en Ero y Virgen de las Nieves en Benawaré.
Apoyamos
decididamente estas manifestaciones de nuestro pueblo, pero preferimos como
emblema de las fiestas nuestra enseña nacional, la bandera tricolor, blanco,
azul y amarillo, con siete estrellas verdes.
Mimerahaná zinu zinuhá/Ahemen aten haran hua/Zu Agarfú fenera nuzá (Que lleven aquí, que traigan aquí/qué importan agua, leche y pan/ si Agarfa no quiere mirarme)
(Torriani,
p 203).
¡Por
ver a la Madre Amada no siento la caminada!
Movimiento por la Unidad del Pueblo Canario
Movimiento
UPC