Sin
embargo, estas categorías no han impedido que la integridad de la montaña y de
sus valores se haya puesto en entredicho a raíz de la intención de llevarse a
cabo en ella, desde el año 1994, un proyecto artístico diseñado por el
reconocido escultor vasco Eduardo Chillida (1924-2002).
Los valores de Tindaya.
El año
1977 marcó el punto de partida en el estudio de las manifestaciones rupestres
de Fuerteventura, al darse a conocer el yacimiento arqueológico rupestre más
importante de la isla: la Montaña de Tindaya, un pitón traquítico cuya cima
está a 400 m de altitud. Su posterior estudio por Mauro Hernández Pérez y
Dimas Martín Socas, en 1980, influenció de forma decisiva los posteriores
descubrimientos en la isla, pues hasta ese momento no se conocían las
manifestaciones rupestres en Fuerteventura. Es decir, la divulgación científica
de Tindaya pronto se convirtió en un referente del conocimiento del mundo
rupestre en Fuerteventura.
Los
valores arqueológicos de Tindaya se concretan en un conjunto de grabados
rupestres podomorfos, es decir, de siluetas de pies humanos en los que aparecen
bien representados los aspectos anatómicos, junto a otras muchas figuras geométricas
que en apariencia son sólo motivos rectangulares, pero que en el fondo son
también representaciones de podomorfos, sólo que más esquemáticas. Tindaya,
además, es la mayor estación rupestre de podomorfos de Canarias, pues en ella
se han documentado algo más de 300 siluetas de pies.
Todos
estos grabados, con claros paralelos en el Norte de África (Sáhara Occidental,
Atlas marroquí o Tassili Nager, en Argelia), están ejecutados mediante las técnicas
de picado, en unos casos, y de incisión en otros casos, y se sitúan en las
cotas altas y medias de la montaña. El carácter sagrado de la montaña se
puede establecer también por la comparación con sitios similares documentados
en el Norte de África, por ejemplo en el Atlas. En el ámbito Amazigh
norteafricano, los grabados podomorfos y los lugares donde éstos se encuentran
poseen un amplio sentido mágico. Los grabados de pies sirven para sacralizar
los espacios, de tal forma que lo sagrado no son los grabados, sino el propio
espacio.
Los
podomorfos se han relacionado con el sentido de toma de posesión, de purificación
en lugares de paso, o con lugares donde se impartía justicia. Asimismo, también
se han relacionado con la veneración hacia divinidades, espíritus o genios
inmateriales – los “Invisibles” –, que escogen como lugar de fijación
la cima de determinadas montañas, las fuentes naturales o determinados árboles,
que quedan consagrados como santuarios donde se les rinde culto, en solicitud de
lluvias, tierras fértiles y ganado abundante. Los estudios astronómicos han
establecido orientaciones de los grabados de Tindaya hacia determinados hitos
orográficos (el Teide o la isla de Gran Canaria), así como hacia eventos
astronómicos significativos (solsticios, lunasticios, posiciones de algunas
estrellas y constelaciones), de los que se han derivado posibles vínculos con
cultos astrales.
En
Tindaya se localizan, además, diversas estructuras tumulares funerarias, aún
no excavadas, y un registro arqueológico que se localiza en la misma zona alta
y media, y en diversos yacimientos arqueológicos de la base, donde se han
documentado, en superficie: piezas de cerámicas, fragmentos de ídolos cerámicos
y un sin fin de piezas líticas, material malacológico, etc. De entre los
yacimientos arqueológicos de la base de la Montaña merece ser destacado la
Majada de los Negrines, en la cara norte, que se caracteriza por conservar
diversas estructuras habitacionales de piedra seca, dos de considerables
dimensiones, con planta de tendencia oval construidas con piedras hincadas.
De
todos estos valores culturales aquí expuestos sólo están expresamente
protegidos los grabados podomorfos, al estar reconocidos como Bien de Interés
Cultural por el art. 40.2 de la LPHE. Los valores naturales, por los que posee
la categoría de Monumento Natural, residen, además de en su belleza y
estructura geomorfológica, en la presencia de un endemismo, la Caralluma
burchardii, protegida por la normativa regional. Asimismo, Tindaya posee también
interés minero que se deriva directamente de su principal valor natural o geológico:
la traquita. Existen en la montaña varias canteras, actualmente paralizadas,
que explotaban ese material para destinarlo preferentemente a la ornamentación
de las fachadas de edificios.
El proyecto artístico de Eduardo Chillida
en Tindaya.
En el
año 1985, el escultor Eduardo Chillida reveló en una entrevista que estaba
pensando en realizar un monumento en el interior de una montaña real. Casi una
década después, tras buscar por distintas partes del planeta y descartar
parajes en Finlandia, Suiza y Sicilia, Chillida escogió la Montaña de Tindaya
para llevar a cabo su proyecto, el Monumento a la tolerancia, que contó desde
el principio con el respaldo del Gobierno de Canarias, que compró por cinco
millones de euros a la empresa Cabo Verde S.A. los derechos que ésta ostentaba
para la explotación de una mina dentro la montaña.
El
proyecto de Chillida persigue vaciar la Montaña de Tindaya para crear una gran
cámara central, de forma cúbica, de unos 50 m de lado. A ella se accedería
por un pasillo de entrada, de entre 70-80 m de alto y 15 m de ancho, y en la
parte superior del cubo se colocarían dos embocaduras, de unos 25 m de largo,
contando desde la parte superior de la cámara hasta una cota próxima a la cima
de la montaña. Definidas como las embocaduras del sol y la luna, servirían
para iluminar con luz natural, a través de ellas, la cámara central. Estas
embocaduras irían encajadas en las esquinas superiores opuestas a la entrada y
aflorarían en la superficie de la montaña, una en la vertiente norte y otra en
la sur.
La
idea de Chillida es que Fuerteventura contara, para siempre, con una obra artística
de categoría internacional que entroncara al hombre con elementos de la
naturaleza como el sol, la luna y el mar. El proyecto nació de un verso (“lo
profundo es el aire”) de Cántico, de Jorge Guillén, y de una visión del
propio escultor de una montaña despojada de su interior para que el espacio
entrara en ella, un homenaje a la pequeñez que nos une a todos los hombres, un
monumento a la tolerancia y una obra para el pueblo canario.
Con la
materialización de este proyecto, y según la postura defendida por el Gobierno
de Canarias, Fuerteventura tendría un atractivo cultural que enriquecería a la
propia Isla y al Archipiélago Canario, pues el monumento se convertiría en un
polo de atracción que se sumaría a los ya existentes en Fuerteventura, una de
las islas de mayor proyección turística en la actualidad. En base a estos
argumentos, el 24 de mayo de 1.996 el Consejo de Gobierno de Canarias declaró
de “Interés para Canarias” el proyecto de Eduardo Chillida en la Montaña
de Tindaya, en base a: a) su valor artístico, por tratarse de una obra de
culminación en la carrera de Eduardo Chillida, considerado internacionalmente
como uno de los escultores más importantes del mundo; b) su valor turístico,
porque la existencia de una escultura monumental de estas características en el
entorno de un importante destino internacional como es Canarias, sirve de
elemento dinamizador de un tipo de turismo muy importante para el archipiélago;
c) su valor social, porque el polo de desarrollo que supondrá la realización
del monumento dentro de un entorno protegido beneficiará socio-económicamente
a las localidades de su alrededor, promoviendo la creación de servicios y
generando empleo); y d) por su valor ecológico, porque la realización de la
escultura supone una solución de punto final para las extracciones
superficiales (canteras) que desde hace largos años han venido desarrollando
una actividad legal y autorizada, pero que iba en detrimento de un entorno
natural ahora protegido.
En
1996 se creó la Comisión de Estudio de la Montaña de Tindaya, a instancias
del Cabildo Insular de Fuerteventura, e integrada por expertos en arqueología y
derecho. En opinión de la Comisión, la Montaña, ya declarada Monumento
Natural y BIC, no era compatible con el proyecto artístico de Chillida. Tan sólo
un año después, en 1997, el fiscal anticorrupción investigó supuestas
irregularidades en la compra de la mina. Chillida, por su parte, anunció el
abandono del proyecto, debido a las protestas de arqueólogos, geólogos y
grupos ecologistas. En 1997, sin embargo, el Gobierno de Canarias lanzó un
concurso internacional para la construcción del monumento y en 1998 adjudicó
las obras. Incluso tras la muerte de Chillida en el año 2002, el Gobierno de
Canarias expresó su firme voluntad de llevar a cabo el monumento, cuyas obras
comenzarían en febrero de 2009, si bien en el año 2008 un informe del Defensor
del Pueblo cuestionó el valor del proyecto y puso en entredicho el estudio geotécnico
llevado a cabo por la empresa constructora. Tan sólo dos años después, en el
2010, el Defensor del Pueblo abogó por la necesidad de frenar el proyecto
Tindaya, que aún no ha sido desestimado por el Gobierno de Canarias, pues el
pasado 13 de noviembre de 2014, el Gobierno procedió a la delimitación de la
zona arqueológica de los grabados rupestres de la Montaña (DECRETO 108/2014,
de 13 de noviembre, por el que se declara la delimitación del Bien de Interés
Cultural, con categoría de Zona Arqueológica…), tal y como establece la Ley
de Patrimonio Histórico de Canarias. Esta delimitación sólo protege el
yacimiento rupestre de las cotas más altas de la montaña, pero no los
documentados a cotas inferiores, en las zonas medias y en la base de la montaña.
Con esta medida, por consiguiente, se persigue que el uso de Tindaya sea
compatible con otro tipo de actividades, dándose así vía libre al proyecto de
Chillida.
La negligencia ante el legado indígena.
El
caso de la Montaña de Tindaya pone de manifiesto claramente cómo son los
valores patrimoniales occidentales, de corte europeo, los que rigen la gestión
del patrimonio arqueológico canario. Grabados rupestres, poblados, estructuras
funerarias indígenas, etc., son vestigios patrimoniales que quedan relegados a
un segundo plano ante el carácter monumental del proyecto de Chillida. Los
criterios de “ordenación del territorio” están supeditados a la especulación,
a la puesta en valor de un patrimonio elitista ex novo (representado por el
proyecto Monumento a la tolerancia), que al plasmarse en Tindaya supone la
infravaloración del propio legado indígena y, además, la alteración del
entorno natural y la puesta en peligro de la integridad de los propios
yacimientos arqueológicos de la montaña, como consecuencia de la intervención
escultórica planificada en su interior. En este sentido, la obra escultórica,
tal y como aparece descrita en el proyecto de Plan Especial de Protección
afecta, en la ejecución de uno de los túneles o respiraderos, a la zona donde
se localizan los grabados y estructuras tumulares.
Asimismo,
el caso Tindaya pone de manifiesto cómo la gestión del patrimonio por parte de
los poderes públicos canarios está claramente condicionada por el turismo, el
principal sector económico de las Islas Canarias. En el caso de Fuerteventura,
la isla ha pasado de depender exclusivamente del sector primario a configurar su
economía, básicamente a partir de la década de 1960, alrededor del turismo,
con la consiguiente sobreexplotación del medio (hoteles, urbanizaciones,
carreteras, servicios complementarios). Recibir más turistas y ampliar los
beneficios económicos son las directrices de una política patrimonial que, en
síntesis, supone el deterioro del legado indígena, la desprotección de un
espacio que cuenta con protección legal y que fue considerado como sagrado por
los antiguos pobladores de Fuerteventura. Los autores de los grabados de pies y
estructuras tumulares eligieron Tindaya por el especial significado que la Montaña
tenía para ellos.
La
explotación turística, por tanto, no debe reducirse a los beneficios económicos,
a la mayor oferta de infraestructuras; debe primar la ética asociada a la
puesta en valor de los yacimientos, la sostenibilidad. Si el turismo no se
gestiona con cuidado y de manera efectiva en las áreas que contienen materiales
arqueológicos, los valores científicos e históricos se perderán
irremediablemente.
Por
tanto, la Montaña de Tindaya debe preservarse tal y como la conocieron los indígenas
de Fuerteventura. Si finalmente se autoriza el proyecto escultórico de Chillida
(la actividad minera ya está paralizada), se alterarían las condiciones
naturales de la Montaña, se modificaría irremediablemente el objeto más
importante y significativo de toda la Zona Arqueológica de Tindaya. Desde el
punto de vista legal, en este sentido, la LPHE y la LPHC, en aras a lograr la
correcta conservación de los bienes culturales, establecen una serie de
prohibiciones absolutas o no autorizables, entre las que se encuentra el
desplazamiento o remoción de todo Bien de Interés Cultural de naturaleza
inmueble. La protección de la Montaña de Tindaya, con sus valores geológicos,
medioambientales y arqueológicos, ya representa un instrumento de promoción
cultural mediante el conocimiento del legado indígena y, por tanto, constituye
una oferta cultural basada en el estudio del pasado precolonial de la isla.
La oposición al proyecto de Chillida.
El
movimiento social por salvar Tindaya, activo desde la década de 1990, es un
claro ejemplo de resistencia colectiva frente a las directrices patrimoniales
del Gobierno de Canarias, que hace caso omiso a los valores de la Montaña de
Tindaya. Este movimiento de resistencia ha puesto de manifiesto que la actuación
de la Administración Pública competente debe estar sujeta necesariamente a los
principios legales anteriormente expuestos. Asimismo, evidencia que la ejecución
del proyecto de Chillida no es compatible con la conservación de la Montaña de
Tindaya, símbolo de la identidad de una comunidad y referencia de su historia.
No en vano, el valor del patrimonio arqueológico es proporcional a la
importancia que le concede la comunidad. Las más de 64.000 firmas recogidas
desde el pasado 17 de noviembre de 2014 y hasta la fecha, enwww.change.org/tindayanosetoca,
para evitar el atentado patrimonial y medioambiental en Tindaya, son un claro
ejemplo de cuál es el sentir popular hacia este icono del patrimonio canario,
que debe ser protegido íntegramente, y no sólo en sus cotas más altas.
*
Farrujia de
la Rosa, A. José: 2013. An archaeology of the margins.
Colonialism, amazighity and heritage management in the
Farrujia
de la Rosa, A. José: 2014. Ab initio. Análisis historiográfico y arqueológico
sobre el primitivo poblamiento de Canarias (1342-1969). Nueva edición, revisada
y ampliada. Prólogo de Jordi Estévez Escalera. Colección Thesaurus. Ediciones
Idea. Santa Cruz de Tenerife.
Navarro
Segura, María Isabel: 2002. “La maldición de la pirámide. O la perversa
traición al escultor Eduardo Chillida”. Basa, 27, pp. 112-133. Colegio
Oficial de Arquitectos de Canarias.
Perera
Betancor, María Antonia: 1996. “La Montaña de Tindaya: valor natural, valor
cultural. Análisis legal. VII Jornadas de Estudios sobre Fuerteventura y
Lanzarote”. Cabildos de Lanzarote y Fuerteventura. Lanzarote.
Perera
Betancort, María Antonia; Belmonte Avilés, Juan Antonio; Esteban, Carlos;
Tejera Gaspar, Antonio: 1996. “Tindaya: un estudio arqueoastronómico de la
sociedad prehispánica de Fuerteventura”. Tabona, pp. 165-196.
Tejera
Gaspar, Antonio; Jiménez González, José Juan. y Allen, Jonathan: 2008. Las
manifestaciones artísticas prehispánicas y su huella. Historia Cultural del
Arte en Canarias. Vol. I. Gobierno de Canarias. Santa Cruz de Tenerife.