La
tierra y la alimentación en Canarias
Wladimiro
Rodríguez Brito *
En
Canarias, hasta hace escasos decenios, ha dominado una cultura con un gran peso
rural, agrícola y ganadero. Nuestra cultura agraria, adquirida tras muchos
siglos de relación con el medio insular, ha sabido explotar óptimamente los
recursos disponibles; es una cultura muy rica y diversa, con una gran capacidad
productiva que ha permitido tanto el autoabastecimiento como incluso la
exportación. Los canarios somos y siempre hemos sido lo que comemos.
Hasta
hace unos años, más del noventa por ciento de lo que consumíamos se producía
en nuestros campos. La situación ha cambiado de tal manera que ha llegado prácticamente
a invertirse la situación: hoy dependemos casi totalmente de las importaciones.
Vivimos una situación similar a la que se vive en los países del Golfo Pérsico,
donde la carencia de agricultura y la riqueza del petróleo les permite
abastecerse con alimentos, frutas y hortalizas de lugares lejanos.
En
los últimos años, hemos sufrido grandes cambios en el plano económico. La
supuesta libertad de comercio en nuestros puertos, tanto con la Unión Europea
como con terceros países, así como la gran demanda de recursos del sector
servicios, ha roto nuestra cultura y los valores que dominaron en nuestro
pueblo. La agricultura de autoabastecimiento y exportación ha sido destruida en
su mayor parte. La entrada en Canarias de cinco grandes distribuidores
nacionales e internacionales ha copado más del 70% de la distribución de
alimentos a través de las grandes superficies. La producción local, en muchos
casos por pequeñas y medianas empresas, se ha quedado prácticamente al margen
de estos centros de distribución. Se ha llevado a la ruina a gran parte del
sector productivo canario. Uno de los mejores ejemplos lo tenemos en el caso de
los productores canarios de los sectores porcino, avícola y cunícola, que
tienen capacidad para autoabastecernos.
Sin embargo, la producción local tiene problemas para su comercialización, al
no tener suficiente demanda en las Islas. Importamos en Canarias anualmente más
de 12.000 toneladas de carne de cochino, así como otros productos cárnicos,
huevos, leche y otros productos. Los grandes distribuidores prefieren importar
desde Europa o la Península, a pesar de que a las importaciones de carne de
cochino y huevos se les aplica el AIEM (arbitrio sobre las importaciones y
entregas de mercancías en Canarias), con un gravamen del diez al quince por
ciento. Muchas granjas de nuestras islas se ven obligadas a exportar o a cerrar
ya que la demanda de los pequeños distribuidores no es suficiente. Si queremos
reactivar el sector primario en Canarias, hemos de cambiar de cultura a la hora
de comprar, demandando productos frescos y de la tierra, acción que haga
cambiar la actitud de las grandes superficies. Si no hay demanda de nuestros
productos, el sector productivo continuará empobreciéndose. Cambiar la actual
situación obliga a cambiar nuestra cultura.
A
pesar de que con la actual situación de precios nacionales e internacionales
esto podría suponer encarecer la cesta de la compra en algunos productos, a
medio y largo plazo tiene muchas ventajas. Una de las más importantes es que
seríamos mucho menos dependientes de las fluctuaciones del mercado
internacional. Si no demandamos hoy productos locales, cuando el día de mañana
se disparen los precios fuera ya no contaremos con productores locales que
amortigüen esa subida. A estas
razones se suman la generación de puestos de trabajo locales, la dinamización
de la economía rural, un mayor control de la producción alimentaria y las
ambientales por reducir las distancias de transporte.
A
lo largo de la historia, siempre se ha asociado la cultura con la alimentación,
con la relación del hombre con el medio. Darle hoy el mejor uso posible a
nuestros recursos, protegiendo y aumentando nuestra producción local, significa
generación de trabajo, redistribución de riqueza, mayor estabilidad social y
ambiental, además de menor dependencia del exterior. Significa también cuidar
nuestras raíces como pueblo, mirando menos hacia el espejismo lleno de fuegos
fatuos de un modelo totalmente alejado de nuestra áspera topografía de malpaíses
y barrancos. Las paredes y los surcos que encaba el sacho tienen muchos nudos
hijos de la sequía y el viento.
* DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
Otros artículos de Wladimiro Rodríguez Brito publicados en El Canario