Filosofía a tenicazos (I)

 

Román Marichal

 

El problema del anti-canario

 

   "Los más sabios de todas las épocas han pensado siempre que la vida no vale nada... Siempre y en todas partes se ha oído de su boca el mismo acento: un acento cargado de duda, de melancolía, de cansancio de vivir, de oposición a la vida. Incluso Sócrates dijo a la hora de su muerte: «La vida no es más que una larga enfermedad; le debo un gallo a Esculapio por haberme curado.» Hasta Sócrates estaba harto de vivir." 

 

  Las soluciones ideológicas planteadas para resolver el problema canario son incoherentes con la realidad social, colonial, que tenemos. Nuestros amigos del mito, próceres de la patria por excelencia, iluminados y obreros de salón, banqueros de carretilla, no son más que representantes de la decadencia política, de si mismos. No les siguen ni sus familiares o amigos. Llego a dudar si los tienen, el canario es un tipo familiar y eso es público y notorio.

 

  ¿Se nos permite hablar así? ¿Podemos disentir del mito político? La sociedad canaria en general siente rechazo de estos enfermos de poder. Seguramente, esto debe tener algo de enfermedad. Sería interesante comenzar por examinar de cerca a cada uno de ellos. ¿Será que se tambalean, que son unos decadentes? Son los cuervos entusiasmados con la peste a carroña...

 

  La lucha ideológica en una colonia es un síntoma de decadencia, instrumento de la descomposición nacional, pseudocanarios y anticanarios. Hastiados de la condenada tragedia, que no plantea una solución real a los problemas, los canarios ajenos corren a refugiarse en carnavales y centros comerciales al más puro estilo sajón. La soberanía de salón es la tragedia, la quietud social es la consecuencia. ¿Dónde está el origen de la tragedia nacional que padecemos? ¿Quién puede dar una solución a corto-medio plazo? ¿Qué pasará si no amanece en Kanaria?

 

   La postura negativa cuando se plantean tratamientos contra la enfermedad, lo que prueba, es el consenso de todo un pueblo para continuar amarrados y mantenerse sin comprender. Sin nada en común más que su insular y colonizada africanidad, coinciden fisiológicamente en presentar una postura negativa frente a la vida. De momento, la vía de fuga propuesta no me convence. ¡Qué emigren ellos si quieren!

 

   Si un canario considera que el valor de la libertad constituye un problema nos plantea una interrogación, no solo sobre el hecho en sí, sino sobre su canariedad misma. No seamos estrechos de mente, hay que intentar percibir la admirable sutileza de que Kanaria es un valor que no se puede tasar y ningún trágico, éstos tipos, no nos la puede arrebatar. Los suyos son juicios de valor relativo a nuestra identidad, que tan solo valen como síntomas de la terrible enfermedad social, y nunca podrán ser tenidos como juicio verdadero. Esto sería irreal aunque convivamos con ello. Forma parte de una recreación ilusoria de la realidad.

 

"Por su origen, Sócrates pertenecía a lo más bajo del pueblo: Sócrates era chusma. Se sabe, e incluso hoy se puede comprobar, lo feo que era. Pero la fealdad, que en sí constituye una objeción, era entre los griegos casi una refutación. ¿Fue Sócrates realmente un griego?"

 

   Los trágicos indudablemente pertenecen a lo más bajo de la sociedad. Les gusta la chusma porque forman parte de ella. Sabemos lo enfermos que están. ¿Son los trágicos realmente canarios? Representan la evolución descendente, entorpecen el progreso social y de bienestar común. Son elementos que entorpecen la evolución y transformación de colonia a Kanaria. Los trágicos son monstruos en cuyo interior se esconden todos los vicios y todas las malas inclinaciones. Ahora es cuando se ven señalados y comentan: «¡Qué bien me conoce este tipo!»

 

   En los trágicos observamos la diarrea identitaria y la anarquía cultural. Lo cual reconocen con orgullo. Todo en ellos es exagerado, sin tino y caricaturesco, al mismo tiempo que repugnante, lleno de segundas intenciones y subterráneo. Con ellos la libertad se torna en falsa democracia. ¿Qué sucede? Con la falsa democracia nos gobierna la chusma, peor y más corrupta que los españoles y mira que es difícil. Son  los medianeros. Los canarios deben repudiar estos procedimientos y la falsa democracia colonial. Se debería prevenir a los jóvenes contra ésta tragedia. Se debe desconfiar de quien manifiesta sus razonamientos en contra de Kanaria. Éstas son las razones que se deben exhibir por ahí y será entonces cuando el trágico, cuando libremos la frustración social generalizada, sea tomado por lo que es... un payaso.

 

   No hay nada más fácil de disipar que el efecto producido por un trágico. No disponen de masa social, suscitan desconfianza y se propagan en su medio natural: el miedo. Cuestiones absurdas e irreales como supuestas invasiones, etc. De eso viven y todo forma parte de su espectáculo circense. La Tragedia solo puede ser entonces un recurso forzado en manos de quienes carecen de otras armas. Los canarios anti-canarios son abortos de la identidad. Los trágicos si nos damos cuenta son meros comediantes.

 

   ¿Es la anti-canariedad, la Tragedia, una verdadera amenaza? ¿Resentimiento... una consecuencia o instrumento del colonialismo quizás? Los trágicos tienen en sus manos el peor de los deberes: la tiranía. A los canarios los dejan en entredicho, porque les obliga a tener que probar que no son idiotas; les enfurece y luego les niega la réplica. El trágico reduce la realidad a su mínima expresión. Es un ser detestable. La Tragedia vista así es una simple forma de venganza, otra vía de fuga a la frustración social. La manera de descargar con sus semejantes toda la furia. Son realmente peligrosos y repulsivos.

 

He sugerido qué es lo que podía haber en Sócrates de repulsivo; falta explicar, con mayor motivo, qué es lo que había en él de fascinante. Sócrates era también un gran erótico.

 

   El trágico intuye también algo más, conoce que la Metrópoli tiene intereses en su ultraperiferia natal. Se dio cuenta de que la idiosincrasia de su caso dejó de ser excepcional. Por todas partes se extendió la solución final, lo que le contaron que era realmente eficaz: emigrar. El trágico comprendió que, literalmente, sobraba en su tierra. La colonia platanera y de turismo geriátrico se dirige a su final. Nos dominó a todos pero la cuestión es cómo llegó a dominarse a sí mismo.

 

   Su caso no fue más que el caso extremo, en el país de los ciegos el tuerto es el rey, como dicen. La cuestión de lo que constituye una verdadera catástrofe nacional identitaria, donde nadie se domina a si mismo, donde el acento se había descafeinado para volverse unos contra todos, el trágico en esta situación fascinó por representar todo lo contrario a lo real. Su fealdad ideológica, que inspira miedo, es más fácil de entender y fascinó (continúa fascinando) al ser presentada como la respuesta al caos nacional canario.

 

   El sentimiento anti-canario de los trágicos debe estar condicionado patológicamente, sencillamente al tener que imitar a los españoles en sus contradicciones ideológicas e instaurar continuamente el europeísmo, frente a la realidad africana. No hay mal que dure cien años...

 

   Los políticos canarios y los canarios de a pié, todos ellos, se engañan a si mismos cuando creen que combatir la lucha ideológica sin arrancar la soberanía nacional, sin desconectarnos de la Metrópoli, significa superar todas nuestras contradicciones. Pero llevarla a cabo es algo que está por encima de sus fuerzas, su remedio de salvación es una expresión más de decadencia, cambian la expresión de decadencia pero no la eliminan. O realmente no han parado a pensar esto, o son unos auténticos canallas. La lucha ideológica en una colonia es un malentendido. No es más que una enfermedad diferente llegada desde el continente, como la gripe.

 

   ¿Llegó a entender esto el más inteligente de cuantos se han engañado a sí mismos? ¿Acabó diciéndose esto, en medio de la sabiduría de su valiente enfrentamiento con la muerte? Y es que Sócrates quería morir. No fue Atenas quien le entregó la copa de veneno; fue él quien la tomó obligando a Atenas a dársela... «Sócrates no es un médico —se dijo a sí mismo en voz baja—; aquí no hay más médico que la muerte...  Sócrates no ha hecho más que estar enfermo durante mucho tiempo...»

 

 

Aguere a 16 de enero de 2012

 

Re-interpretando a Nietzsche. Fragmentos de texto de El Crepúsculo de los Dioses 


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