El teatro del Puerto de Granadilla y sus actores (I)
-El drama-
Agapito de Cruz Franco
Los poderosos intereses económicos que
consideran la naturaleza un recurso a destruir en beneficio de un mal llamado
progreso, una izquierda extraparlamentaria que vio en la oposición a aquellos
una causa por la que luchar y, a la vez, una tabla de salvación ante su
desaparición de la escena electoral, y el ecologismo como nuevo movimiento
social -el único capaz actualmente en Canarias de unir en torno a sus
reivindicaciones a toda una sociedad plural- conforman el drama sobre el que se
ha desarrollado el conflicto de construcción de un nuevo puerto industrial y
comercial en Granadilla de Abona (Tenerife). Drama, en el que ha sido de vital
importancia la eclosión de una sociedad concienciada con el medio ambiente, en
la que las nuevas tecnologías han sido un elemento aglutinador de voluntades, y
heredera, en el fondo, pero no en la forma, del Movimiento Ciudadano “Toda la
Isla es Vilaflor”.
Un drama, con una triple paradoja: A la
sombra de la lucha contra el Puerto de Granadilla se han desarrollado proyectos
de extrema gravedad hacia los ecosistemas del Archipiélago, el ecologismo -elemento
clave en el conflicto- ha terminado perdiendo su independencia, y los poderes
conservadores -que no conservacionistas-, han crecido a medida que lo hacía el
rechazo social hacia esta gran infraestructura.
En este contexto, y a medida que avanzaba
el proceso ciudadano, la oposición a dicho puerto, dejó de tener a la ecología
como guión, pasando esta a ser un elemento más, entre otros, del mismo. Y
aunque los argumentos han tenido en parte que ver con ella, su espacio comenzó
a ser ocupado por los contenidos conceptuales de la izquierda del siglo XX. Si
estructuramos las organizaciones políticas, claro está, en izquierdas y
derechas. Porque estas coordenadas electorales surgidas a finales del siglo
XVIII, es posible que ya no respondan a la realidad de una sociedad global
inundada por las aguas del cambio climático, con la polis -ciudadanía- como
punto de encuentro de múltiples identidades, y la economía sustituyendo al
Estado-nación.
De hecho, el movimiento ecologista -con su
bagaje social acumulado in crescendo desde la década de los 70 hasta el
Movimiento Toda la isla es Vilaflor el 23-N de 2002-,
era el último de los territorios de los nuevos movimientos sociales surgidos
del 68 que la vieja izquierda trashumante aún no había conseguido fagocitar.
Así, a medida que crecía la oposición al
Puerto de Granadilla, la acción medioambiental pasaba en Canarias a oxigenar el
arco electoral extraparlamentario y a tratarse desde la óptica de los partidos
de izquierda. El ecosistema como paradigma, era sustituido por los valores
tradicionales de estos, que ponían de nuevo en escena conceptos ya superados como
eco-socialismo o desarrollo sostenible -junto a otros tardíamente asumidos- en
unas islas que sobrepasaron los límites de tal desarrollo hace más de 50 años.
En este drama, la lucha contra la
destrucción del mar y de la tierra, junto a la prioridad de las políticas
sociales frente a los intereses urbanísticos y de infraestructuras, son, sin
embargo, unos conceptos que -entre otros valores-, el ecologismo consiguió
introducir a lo largo de tres décadas en las agendas de diferentes grupos
sociales y electorales, tanto de un arco como de otro, que otra cosa es la
práctica política de cada cual. De hecho, hasta la llegada de este
acontecimiento, el ecologismo vivía un empuje del que una de sus consecuencias
fue precisamente la oposición a este macro-puerto.
Sin embargo, desde su puesta en escena, se
ha vuelto cada vez más difícil situar en el proceso los argumentos ecologistas
(rechazados parte de ellos por algunos ámbitos de la oposición a esta obra), o
poner en marcha en el caso de la isla de Tenerife, otras dedicaciones que no
sean las relativas al Puerto de Granadilla y por ende, a las diferentes
infraestructuras insulares. La causa habría que buscarla en esa deriva
partidaria que ha aprovechado el empuje del ecologismo para sus propios fines y
que, tras manipularlo, lo ha convertido en un departamento de sus programas, al
tiempo que barnizaba su burocracia electoral de cierta coloraina
ambiental. Lo que, dicho sea de paso, ha demostrado la confusión entre
movimiento político electoral y no electoral.
Este carnaval verde de algunos partidos ha
resultado así un reality-show, donde el
protagonismo que han ido adquiriendo ha sido, paradójicamente y cara a sus
intereses tradicionales de anhelo de poder, irrelevante y virtual. Incluso
favorecedor de todo lo contrario, aupando al poder a sectores más conservadores.
Dentro de esta óptica, han tratado hipócritamente de atraerse un voto verde que
nada tiene que ver con ellos, y de lo que, en parte, tienen la culpa Los Verdes
-verdadero referente de la ecología política electoral- por no separar con
claridad su proyecto del de la izquierda, aparecer a menudo dividido en las
elecciones o diluirse en plataformas de partidos donde quedan desactivados.
Un análisis ecológico de la situación dice
que el Puerto, aún con la gravedad que conlleva, y como estandarte de los
poderes económicos más destructivos con el medio ambiente, tiene una
importancia menor frente a otros del ecosistema como: la población, la energía
(cuya lucha por una Canarias 100% limpia duerme el sueño de los justos), el
agua y el acceso a los recursos (de una gravedad extrema en Canarias) el
territorio y la destrucción del suelo, el urbanismo y la propia industria
turística (en la raíz de todos los problemas ambientales en Canarias), la
agricultura, los espacios naturales, los incendios forestales, los problemas
migratorios, la desestructuración social y laboral de uno de los componentes
del ecosistema, la cuestión de Canarias como plataforma neo-colonial hacia
África, la identidad cultural, la alimentación, los derechos de los animales
desde las ballenas piloto hasta los perenquenes, la extinción de diferentes
especies vegetales y animales o la contaminación, por no hablar de la propia
vida y de todo lo que supone una dimensión ecológica profunda y la reducción
del ser humano a su lugar no central en el ecosistema.
Esta es la razón de que, ante varias
manifestaciones ecologistas (la oposición al Puerto de Granadilla, los derechos
de los inmigrantes, o el rechazo al gas natural, por ejemplo), a la primera
hayan acudido 30 mil personas y a las otras 30, si llega, y si se convocan,
cuando estas últimas, tienen como ecología, una importancia mucho mayor que la
primera, que de por sí ya es grave. Lo que lleva también a la conclusión de lo
decisivo del elemento mediático como condicionante en la formación de la
conciencia colectiva.
* Les presento una serie de 6 artículos críticos
sobre el Proyecto del Puerto Industrial y Comercial de Granadilla de Abona
(Tenerife), pero ahora no desde el punto de vista ambiental o institucional,
sino desde el de la crítica
literaria como digo, ya que
durante todos estos años, se ha desarrollado en ese escenario toda una serie de
hechos dramáticos donde han intervenido múltiples actores, que han escenificado
no sólo los grandes géneros teatrales: DRAMA, COMEDIA Y TRAGEDIA sino también
subgéneros como LA PARODIA, LOS TÍTERES o GUIÑOL Y LA FARSA.
Así pues, a través de cuanta prensa digital o de papel
publica estos artículos, desde La Orotava y cada sábado, te propongo ¡TEATRO!
... Espero que te guste y más en esta época preelectoral donde muchos de estos
actores y actrices vas a poderlos contemplar sin máscara alguna...
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Continuará