¡Si solo fueran siete...!
Francisco
R. González Alonso
La avaricia, envidia,
gula, ira, lujuria, pereza y soberbia de los españoles que no han emigrado ni
saben lo que significa sufrir el dolor de emigrar y no conocen más mundo que el
que han vivido en la España multicolor de reinos deberían leer y releer cuantas
veces pudieran la magnífica obra del escritor don Fernando Díaz-Plaja intitulada "El español y los siete pecados
capitales".
El escritor Baltasar Gracián, en su obra "El criticón", manifiesta que
la soberbia, como primera manifestación del mal, se entroniza en España,
considerada la primera provincia de Europa. Allí vive y allí reina con todas
sus aliadas: la estimación propia, el desprecio ajeno, querer mandar en todo y servir
a nadie, hacer del don Diego y "vengo de los godos", lucir, campear,
alabarse, hablar mucho, alto y hueco, la gravedad, el fausto, el brío con todo
género de presunción..., y todo esto desde el más noble hasta el más plebeyo.
El ensayista, filósofo
católico y diplomático español en Berlín y París Donoso Cortés, de su carta
enviada a Luis Veuillot, escribió textualmente:
"Si alguna vez os vienen ganas de salir de la Europa moral sin pasar
empero las fronteras de la Europa geográfica, venid a España. ¡Oh, Dios mío! Dicen que los reyes se van, pero eso no es
verdad; aquí tenemos a vuestras órdenes y a las de todos en general quince
millones de reyes". Esto lo dijo cuando España tenía quince millones de
habitantes, ahora se multiplican por tres.
Don Miguel de Unamuno,
al referirse a la soberbia y humildad, manifiesta: la más fina, la más sencilla
humildad es no cuidarse en ser tenido por nada, ni por humilde ni por soberbio,
y seguir cada uno su camino, dejando que ladren los perros que al paso nos
salgan y mostrándose tal cual es, sin recelo ni habladurías. Este concepto de
Unamuno sobre la soberbia y la humildad no lo había compartido hasta que es
desterrado a la isla de Fuerteventura.
La soberbia como
actitud que distorsiona el espíritu de humildad es la que impulsa a la mayoría
de los españoles, incluso al que más humilde se considera, pues es capaz de
contestar ante la sociedad que lo envuelve, de esta manera: "No me da la
real gana". Su estúpido orgullo, que tanto impresiona al visitante
turístico y a los chupamedias de los falsos políticos
nacionalistas canarios, le hacen creer que en la
España invertebrada y arruinada por los dos grandes partidos nacionales, PSOE y
PP, todos se consideran hidalgos. Viven una curiosa jerarquía social de valores
que nos recuerdan a la España del siglo XVI y que aún pretenden establecer como
orden social vanidoso. Esto es lo que hemos apreciado (salvo muy pocas
excepciones) en la mayoría de los españoles incrustados en las dependencias
oficiales en Canarias, a los que peyorativamente llamamos godos y que el juglar
de La Palma Domingo Acosta plasma genialmente en uno de sus sarcásticos poemas
sobre los godos.
Todas estas
manifestaciones se generan en la fuerza del poder, que trata de afianzarse en
una sociedad alterada por el desequilibrio económico imperante. Sus líderes
políticos tienen que hacer ver su fortaleza para gobernar y hacerse obedecer,
cueste lo que cueste. Esto es lo que está ocurriendo actualmente en la España
pedigüeña de préstamos especiales, por no haber administrado la riqueza con
sentido de escasez, bajo el bipartidismo político en una monarquía devaluada y
puesta en evidencia por sus constantes errores socio-políticos y económicos.
Canarias,
desgraciadamente, por continuar siendo una colonia, es víctima de la soberbia
del poder central español, que desconoce nuestros derechos a nuestra
independencia como pueblo conquistado a la fuerza y que no quiere entender que
ya hemos llegado a nuestra mayoría de edad política para autogobernarnos.
Siguen aferrados al interés económico que generan nuestras queridas e
inolvidables Islas Canarias, para seguir apoderándose de sus riquezas, con la
anuencia lamentablemente de nuestras autoridades autonómicas, que han pasado a
ser fieles hidalgos del régimen colonialista español.
[1] el-espaol-y-los-siete-pecados