Soberanía alimentaria
Pablo
Zurita Espinosa *
Una cuestión mercantil. Los agricultores canarios
renuncian a la producción de alimentos para el mercado interior. Y no es una
opinión: más del ochenta por ciento de las frutas y verduras que se consume en las
Islas entra por nuestros puertos atlánticos. Tanto peor ocurre con la carne, la
leche, los cereales, las legumbres o el aceite, por citar algunos ejemplos.
Magnífica oportunidad de negocio.
Habrá quien diga que
no podemos producir de todo en Canarias, que no tenemos las extensiones de
territorio ni la masa crítica ni recursos suficientes, ni podríamos competir en
precio con los que circulan en el mercado mundial. Y es verdad, cultivar arroz
podría parecer un exceso. Mas no hablamos de
autoabastecimiento, sino de generar riqueza en un sector estratégico, dejado de
la mano…
En lo referente a la
agricultura, no se discute (error) por cuestiones de viabilidad o innovación
técnica, sino solo por las de índole económico; y van juntas. Es difícil que
despunte una agricultura avanzada en este ecosistema compartido con un quehacer
tradicional, rudimentario, bucólico-pastoril, una segunda actividad considerada
sostenible en vez de competitiva por los sucesivos gobiernos que hemos
padecido.
Nuestra
política agrícola se fundamenta en la ley franquista del REF y sus secuelas
ultraperiféricas (me cuesta asumir que somos seres ultraperiféricos), legislación perversa que prima a los
productos foráneos en detrimento de los cultivos locales. Los grandes
importadores -los tapados del poder- reciben dinero por traer de fuera (me
cuesta entender la lógica de semejante destino para el dinero público). Quizás
haya que animar a los que entren en mayo para que cambien el paso, ayudar a
vencer la presión.
Canarias vive de
acoger y atender personas, visitantes temporales o nuevos residentes, con una
población que sigue en aumento, pese a quien le pese, y que así sea por muchos
años. Personas que consumen alimentos -vaya cosa-, una fuente inmensa de
clientes ávidos de productos frescos y de calidad… y he ahí el enorme reto que
afronta el sector primario.
Aprovechar esta
coyuntura parece tarea fácil en un país como el nuestro, de enorme raigambre
agrícola y ganadera, con unas condiciones de clima inigualables, en el que se
han inmovilizado millones para acondicionar suelos e instalar regadíos; en
donde disponemos de una escuela superior de agronomía, de centros de
investigación de primer nivel y de muchos profesionales que esperan su momento
después de años de rellenar subvenciones.
Qué oportunidad nos
presenta el futuro de hacer negocio y de generar empleo. Debemos pensar en
ello, modificar con imaginación las normas que sojuzgan la actividad
productiva, que distorsionan el mercado y posibilitar las inversiones en
agricultura: el primer eslabón de la cadena.
* Ingeniero
agrónomo
Reproducido del periódico El Día, 31-03-2011