Sospechoso silencio mediático

 

Eduardo Cabrera *

 

Me harto de buscar referencias en la prensa canaria a la catástrofe ecológica que en este mismo instante está ocurriendo en el mar del Norte (Escocia) desde hace una semana, sin resultados.

Parece increíble que un escape de gas de tal magnitud (de varias toneladas diarias y altamente venenoso) en la plataforma Elgin de extracción de hidrocarburos, que han tenido que evacuar a los trabajadores hasta de las plataformas vecinas, no haya tenido un espacio mínimo en la discusión que actualmente se mantiene en Canarias a cuenta de la concesión del Gobierno central de permisos a Repsol para llevar a cabo prospecciones en aguas Canarias.

El riesgo de explosión de la enorme nube de gas impide enviar a personal para sellar el agujero submarino, y la propietaria total estudia en estos momentos cuál sistema se puede aplicar para solventar la situación. Todo apunta a que la solución que se impondrá será dejar que la bolsa de gas se vacíe por sí sola. Me pregunto qué sistema se utilizaría para afrontar un problema similar en una futura plataforma en el entorno del Archipiélago.

No se recuerdan ya, pues, las catástrofes del "Prestige", o la más reciente del golfo de México. ¿No nos ha enseñado Fukushima que no existe seguridad absoluta, que con lo mal que estamos tratando a este planeta no es de extrañar que algunas veces se le escape un sabuchazo sin miramiento alguno? No se le oculta a nadie que precisamente Canarias, por su origen y presente volcánico, no puede ofrecer una estabilidad geológica mínima (¡miren al sur de La Restinga!).

El necesario transporte del crudo en barco generaría un tráfico marítimo aún más denso que el ya existente, lo que disparará exponencialmente la probabilidad de accidentes de toda índole.

El provecho, no le quepa duda a nadie, no se va a quedar en Canarias. La cantidad y el tipo de personal especializado que se requiere para la construcción y explotación de una plataforma no se puede formar en Canarias. Es de todos conocido que no existe actualmente la infraestructura formativa ni tecnológica para ello -excepción hecha de algún ingeniero concreto- y que los especialistas en esa materia son compañías norteamericanas y holandesas.

El argumento de que si no lo hacemos nosotros lo hará Marruecos, tampoco es fundamento alguno. Por un lado, la UE tiene mucho interés en que se establezcan relaciones estrechas con los países del Mediterráneo Sur en base a transferencia de tecnología e industria, por lo de la buena vecindad económica. Si se plantean proyectos en el sector de las energías renovables, a Marruecos le va a ir muy bien la instalación de fábricas de paneles o aerogeneradores para el demandante mercado europeo y africano. Estos proyectos deben presuponer una renuncia a conceder permisos de explotación por parte del Reino de Marruecos.

Por otro, a Marruecos no le interesa enfrentarse a su mejor socio comercial, la UE (¿dónde vendería Marruecos sus tomates, a los que debe su estabilidad política y a causa de los cuales no se ha contagiado de la Primavera Árabe?). En este momento hay que aprovechar que Angela Merkel tiene que encabezar el cambio de modelo energético de Alemania y Europa y que está encantadísima de que Mariano Rajoy le esté haciendo el trabajo sucio en uno de los países fuertes de la Unión, para que no sea solo Canarias, sino la Unión Europea, la que empuje. ¡Oído, políticos canarios en Bruselas!

No tiene sentido insistir en implantar una tecnología que ya hoy está condenada a desaparecer por obsoleta y destructiva, porque no es consonante con el crecimiento sostenible que tenemos que empezar a practicar si queremos sobrevivir en este planeta antes de que sea demasiado tarde. Es el más que cacareado pan para hoy y hambre para mañana.

Es posible (acuérdense de Malpaso en El Hierro). Ni los americanos consiguieron hacerlo.

Si el pueblo se une y consigue dirigir a sus políticos (y no al revés), no se perforará. Y la prensa tiene un papel decisivo en ello.

* Eduardo Cabrera (Berlín)