Para
muchos ser europeo significa progreso, cultura, catedrales góticas, ciencia, el
Partenón, Descartes, la tradición helenística y el triunfo de la razón y la
democracia. La luz frente a la oscuridad y la ignorancia del resto del mundo, la
democracia versus la tiranía de déspotas y dictadores. Pero esto, lejos de ser
una realidad, es una mitificación de lo que ser europeo representa.
Si
queremos ser justos, el ser europeo es algo más. Europa no es tan solo la cara
brillante de la moneda, y la historia de Europa no es precisamente algo de lo
que enorgullecerse. Como dice Paul Sartre en el prefacio de Los Condenados de la
Tierra; Los europeos se apoderaron del oro, los metales y el petróleo de los
"continentes nuevos" para traerlos a las viejas metrópolis. No sin
excelentes resultados: palacios, catedrales, capitales industriales; y cuando
amenazaba la crisis, ahí estaban los mercados coloniales para amortiguarla o
desviarla .... (como actualmente).
Prosigue
Sartre: Europa, cargada de riquezas, otorgó de jure la humanidad a todos sus
habitantes, pero un hombre, entre nosotros, quiere decir un cómplice puesto que
todos nos hemos beneficiado con la explotación colonial. (…) el europeo no ha
podido hacerse hombre sino fabricando esclavos y monstruos.
Los
europeos han de descubrir su verdadera naturaleza: la de una pandilla mafiosa.
Los elevados valores europeos pierden su brillo si los contemplamos de cerca. No
encontraremos uno solo que no esté manchado de sangre, cinismo e hipocresía.
No
solo se apoderaron de las materias primas, también de los brazos y cuerpos
de los nativos usados como esclavos. La esclavitud ahora tiene forma de
“inmigración ilegal”, sin papeles trabajando en los invernaderos y fábricas
a los que los “nuevos amos” no tienen necesidad de alimentar ni dar cobijo
mientras la policía hace la vista gorda.
Lo
que ha hecho Europa a lo largo de su historia en el tercer mundo, en Africa, en
Latinoamerica y en Oriente Medio no tiene perdón de Dios. Las razias
esclavistas que empezaron españoles y portugueses en el norte de África en el
siglo XIII y que luego se extendió como un cáncer por todo el continente
dejaron unas heridas profundas que todavía hoy no han sanado. Al igual que las
salvajadas que hicieron los españoles en la conquista y colonización de
Latinoamérica [y en Canarias].
Pero
de lo que estamos hablando en este artículo no es de pasado sino de presente.
El reciente naufragio de Lampedusa, con más de 350 muertos, no es sino el último
episodio de la hipocresía europea. La hipocresía de los sindicatos que
organizaron convocatorias para protestar por los muertos mientras sistemáticamente
ignoran a los vivos que pelearon por su libertad en Túnez o en Libia contra los
regímenes de Ben Ali y de Gadafi con los que los europeos no se cansaron de
firmar acuerdos económicos y políticos, incluyendo acuerdos de deportación.
La
hipocresía de quienes piden el Nobel de la Paz para Lampedusa cuando ha sido
una fábrica de muerte durante los últimos 20 años y cuando el “centro de
bienvenida” de Lampedusa muestra condiciones infrahumanas.
En
el 2010 perecieron allí, en dos naufragios simultáneos, cerca de cuatrocientas
personas. En el 2009 perecieron doscientas y en el 2011 se estima que hubieron
1.500 víctimas. Desde mediados de los años 90 se estima que han perecido en el
Mediterráneo al menos 20.000 inmigrantes.
La
hipocresía de declarar un día de luto nacional mientras que el ministro del
interior Angelino Alfano dice que la ley Bossi-Fini -una ley arbitraria que
viola los derechos humanos- no debe ser cuestionada. Una ley que deja sin
derechos y sin protección al inmigrante obligándolo a aceptar míseras
condiciones de trabajo. Una ley para los que escapan del Frontex, la agencia
europea de fronteras que sella Europa con sus barcos, helicópteros, aviones,
radares y cámaras térmicas desde el 2005.
La
hipocresía también de la Comisión Europea que ha pedido que se acelere la
implantación del Eurosur, que según ellos ayudará a rescatar inmigrantes
cuando en realidad es la militarización de las fronteras de la Unión
Europea en la que participan grandes empresas europeas de defensa y que
pronto desplegará sus drones desde el estrecho de Gibraltar hasta las islas
griegas para “proteger” a Europa de los inmigrantes ilegales.
De
la hipocresía y el cinismo europeo no escapa el público en general. La opinión
pública en muchos países es mayoritariamente hostil a incrementar el número
de inmigrantes. Especialmente ahora con la crisis y los altos niveles de
desempleo.
Por
ello acepta la criminalización de los inmigrantes y la militarización de las
fronteras. Europa está
enferma estructural y espiritualmente.
El
vulgar espectáculo de moralidad europea es repugnante. La decisión del
Gobierno Italiano de otorgar la ciudadanía europea a los inmigrantes
ilegales muertos es una medida grotesca. Lo han concedido como si fuese un
honor. ¿Acaso ser ciudadano europeo es un honor? ¿Significa eso que un
ciudadano europeo es mejor que un libio, un eritreo o un sirio simplemente por
serlo? Es muy cómodo pertenecer a un grupo superior porque evita la necesidad
de que uno tenga que superiorizarse individualmente. ¿No es esto mentalidad
colonial? ¿No es esto racismo?
Efectivamente,
es un acto de propaganda racista que presupone que los somalíes, eritreos y
sirios que murieron en Lampedusa querían ser italianos, y precisamente en un
momento en que más y más italianos -y españoles- desearían no serlo o
emigran de sus países. En realidad los inmigrantes no quieren ser ni españoles,
ni italianos ni griegos. Mantienen sus lazos afectivos y su cultura con orgullo,
como muestra las transferencias de dinero que hacen a sus familias.
Esta
actitud paternalista europea no ha cambiado nada desde los tiempos coloniales. Albert Memmi en su Retrato
del Colonizador
nos dice…..
hay
un último acto de distorsión. La servidumbre de los colonizados parecía
escandalosa al colonizador y le obligó a explicarla bajo el dolor de poner fin
al escándalo y amenazar su propia existencia. Gracias a una doble reconstrucción
de los colonizados y él mismo, es capaz tanto de justificar como de
tranquilizarse. Custodio de los valores de la civilización y de la historia,
cumple una misión, tiene el inmenso mérito de llevar la luz a la oscuridad
ignominiosa del colonizado. El hecho de que este papel le trae privilegios y
respeto es solo justicia, la colonización es legítima en todos los sentidos y
con todas sus consecuencias.
Además, puesto que la servidumbre es parte de la naturaleza de los
colonizados y la dominación parte de la suya, no habrá desenlace. Para las
delicias de la virtud recompensada añade la necesidad de las leyes naturales.
La colonización es eterna, y puede mirar hacia su futuro sin preocupaciones de
ningún tipo.
Después de esto, todo será posible y tomará un nuevo significado. El
colonialista podía darse el lujo de relajarse, vivir con benevolencia y hasta
magnificente. El colonizado solo podría estarle agradecido con él por suavizar
lo que le viene encima. Es aquí que la asombrosa actitud mental llamada
"paternalismo" entra en juego. Un paternalista es aquel que quiere
estirar más el racismo y la desigualdad, una vez admitidos. Es, si se quiere,
un racismo benéfico que no es ni menos hábil ni menos rentable. El más
generoso paternalista se revuelve tan pronto como el colonizado exige sus
derechos sindicales, por ejemplo. Si aumenta su salario, si su esposa se ocupa
de los colonizados, se trata de regalos y nunca de deberes. Si él reconociese
deberes, tendría que admitir que el colonizado tiene derechos. Sin embargo se
desprende de todo lo anterior que no tiene obligaciones y los colonizados no
tienen derechos.
Después de haber fundado este nuevo orden moral en el que es por definición
el maestro e inocente, el colonialista por fin se ha dado a sí mismo la
absolución. Sin embargo es esencial que este orden no sea cuestionado por
otros, y especialmente no por el colonizado.
Esta
ha sido precisamente la reacción de los políticos europeos para los que
tragedias como de Lampedusa ocurren "porque no podemos detectar la
presencia de esas barcazas y no podemos dar asistencia a tiempo". En
realidad la generosidad y el falso humanismo es tan solo el intento de
estirar un poco más la explotación y la desigualdad.
El
Ejecutivo italiano, por su parte reclama la solidaridad de sus socios para
soportar la presión migratoria. Cualquier cosa para aliviar los síntomas
sin curar el origen de la enfermedad. El humanismo paternalista europeo es
falso porque se limita a mitigar los efectos pero bajo ningún concepto se
plantea erradicar las causas de las desigualdades y las injusticias.
La
verdad incómoda es que la causa de la inmigración ilegal, de las
desigualdades y de las injusticias reside en las propias políticas económicas
que aplican los europeos. Hay dos grandes causas del hambre en el mundo, la
corrupción y la Política Agraria Común europea (PAC).
¿Cuáles
son los efectos de la Política Agraria Común? despilfarro anual de 57,000
millones de euros y elevados precios en alimentos básicos en Europa, así como
agricultores pobres y miseria en el Tercer Mundo. Los países menos
desarrollados son incapaces de exportar a Europa sus productos y los ciudadanos
comunitarios pagan más por una gama intervenida de productos. Si, has oído
bien, fuera de España y fuera de Europa la cesta de la compra es más barata.
La
FAO estima que la agricultura provee de subsistencia al 70% de la población
mundial más pobre. Muchos países en vías de desarrollo dependen mucho de la
agricultura. Los subsidios y barreras arancelarias de la PAC impiden a
los países en vías de desarrollo exportar productos agrícolas a la UE en
igualdad de condiciones. Lo que hace Europa es otorgar acuerdos preferentes a
unos pocos paises a cambio de que se porten bien.
La
política intervencionista de fijación de precios y subsidios a la producción
no se termina ahí sino que además los subsidios a la exportación hacen que
los productores europeos inunden los mercados de los países en vías de
desarrollo con productos "dumping" vendidos por debajo de precio de
coste como forma de colocar los amplios excedentes que ineficientemente
produce Europa obligando a los productores locales del tercer mundo a cerrar.
Empobrecidos
y con el sector primario de sus países de origen destrozados por las políticas
europeas, estas personas se embarcan para trabajar en la agricultura europea
como inmigrantes ilegales en Almería y Murcia y otras regiones de España, en
Francia y en Italia.
¿Alguien discute modificar la PAC para reducir la inmigración
ilegal en la Unión Europea? No, lo que discuten es poner más aviones, radares y drones. No
es de extrañar, la PAC representaba el 50% del presupuesto de la UE aunque llegó
a representar el 80%. En otras palabras, una gran parte de la burocracia
europea se paga con la PAC, o lo que es lo mismo, gran parte del aparato burocrático
de la UE se financia con la miseria y explotación del tercer mundo y con el
trabajo de los inmigrantes ilegales que vienen a trabajar en la fraudulenta
agricultura europea.
Si
miramos a los beneficiarios de las ayudas nos encontraremos que nobles,
millonarios y políticos son beneficiarios de esta nefasta medida
intervencionista y proteccionista. Entre ellos se encuentran la Duquesa de Alba
y sus hijos, la casa real británica con la Reina de Inglaterra, Isabel II y el
Príncipe Carlos, destacados aristócratas subvencionados como el Duque de
Westminster o el Príncipe Joaquín de Dinamarca así como políticos europeos y
sus familiares como los ministros de Agricultura de Holanda o Eslovaquia. No es
de extrañar que desde 2009 se anulara la norma que obligaba a publicar los
nombres de beneficiarios de ayudas agrícolas. La Unión Europea prefiere
mantener dicha lista lejos de la opinión pública.
En
un informe de Mckinsey Global Institute[1]
se estima que el intervencionismo de los gobiernos mundiales en energía, agua,
agricultura, ganadería y pesca alcanza el trillón de dólares americano. La
forma en la que esos subsidios son distribuidos crea enormes distorsiones y
juega un papel crucial en moldear la distribución de la producción global, las
relaciones de intercambio, las estructuras de comercio internacional, distribución
de los ingresos y el uso de los recursos naturales.
Todo
este intervencionismo crea enormes ineficiencias y distorsiones globales,
tanto políticas como económicas, sociales y ecológicas. Tiene perversas
consecuencias distributivas y un impacto negativo en el medio ambiente al
reducir los precios exacerbando la ausencia de precios sobre las externalidades
negativas causadas al medio ambiente y a la población. Dicho de otra forma,
contaminar les sale gratis.
En
el área pesquera han contribuido a incrementar las capacidades agravando el
problema de la sobreexplotación de los caladeros poniendo en peligro la forma
de vida de 40 millones de personas en el tercer mundo que, según la FAO, están
involucrados directamente en la actividad pesquera. El 80% de las pesquerías
mundiales están sobreexplotadas más allá de sus límites biológicos. Una
situación que conlleva enormes riesgos sociales, medioambientales y económicos
causando disrupciones severas en las economías costeras y la pérdida de medios
de vida que obligan a la emigración interna o externa. A pesar de ello, el tamaño
de la flota global continúa creciendo mientras las capturas por barco y por
unidad de capacidad continua cayendo.
En
el área energética, han permitido un uso colosal de los combustibles fósiles
engendrando patrones insostenibles de consumo y producción energética.
En
el área agrícola, la política agraria común ha distorsionado el uso del
suelo, no solo en Europa sino en el resto del mundo (en Canarias tenemos un
ejemplo), distorsionado la competitividad y frenado las oportunidades
comerciales y el desarrollo de muchos países. Esto ha impedido la formación de
una clase media en esos países y contribuido al sostenimiento de regímenes
autoritarios y dictaduras de izquierda y derecha.
Dictadores
a los que los “elevados valores morales” de Occidente no les ha impedido apoyar
y proteger. Desde Gadafi en Libia a Ben Ali en Tunez. De Mubarak en Egipto a
la intervención militar francesa para frenar la independencia de Azawad en Mali
y hacerse con sus recursos de uranio en una estrategia contra el movimiento
laico MNLA.
Como
dice Sartre; [las] diferencias han nacido de la historia colonial, es decir,
de la opresión. Aquí la Metrópoli se ha contentado con pagar a algunos señores
feudales; allá, con el lema de “dividir para vencer", ha fabricado de
una sola pieza una burguesía de colonizados; en otra parte ha dado un doble
golpe: la colonia es a la vez de explotación y de población. Así Europa ha
fomentado las divisiones, las oposiciones, ha forjado clases y racismos, ha
intentado por todos los medios provocar y aumentar la estratificación de las
sociedades colonizadas. (…) Ustedes, tan liberales, tan humanos, que llevan al
preciosismo el amor por la cultura, parecen olvidar que tienen colonias y que
allí se asesina en su nombre.
La
corrupción en el tercer mundo no es tan solo un problema de gobernanza local y
pobre diseño institucional, que también, sino la influencia de empresas
occidentales que expolian los recursos y alimentan la corrupción como
demuestran los casos de la compra de YPF por parte de Repsol y muchísimas
inversiones de multinacionales españolas en Latinoamerica.
De
la alabada democracia europea poco queda. Bruselas es un sitio donde los que
mandan son los grandes lobbys en un nuevo capitalismo de compinches. Un
lugar donde nunca ha habido libertad económica sino intervencionismo
para mantener a las viejas elites en su sitio y que puedan perpetuarse. Un
continente viejo, gordo, lívido, chauvinista y narcisista que le gusta hablar
sobre sí mismo. Grandes palabras como: libertad, igualdad, fraternidad, amor o
humanismo que no le impiden expoliar las riquezas del tercer mundo y explotar y
semiesclavizar a sus habitantes.
Un
humanismo falso y racista que esconde un desapasionado deseo de trabajo
barato y servil. Un escaso respeto por las fronteras de los demás,
intervención económica en naciones saqueadas, acuerdos con dictadores y
violaciones físicas de la soberanía nacional. Un buen número de los muertos
en el naufragio de Lampedusa eran de Somalia, en cuyas aguas los barcos europeos
depositan ilegalmente basura contaminada y residuos nucleares. Unas aguas en
donde los pesqueros europeos roban ilegalmente atunes para que los europeos
puedan ponerlos en sus ensaladas.
El
concepto de europeo, tal y como la mayoría lo entiende, es una mitificación. Un Eurodisney
en lugar de una Unión Europea, es decir, un pais que solo existe en
tu imaginación. Lo que realmente significa ser europeo es ser un hipócrita.
Parafraseando
a Tarajano, la bandera que me ofreces Europa, te puedes quedar con ella porque
conociendo lo que verdaderamente significa no me nace quererla.
Para
algunos ser “europeo” significa ser superior, pero para un canario es algo más,
es ser ridículo además de hipócrita.
Es
estar orgulloso de ser infraeuropeo o como se denomina eufemísticamente
“europeo ultraperiferico”. Es renunciar a la dignidad de lo que se es
realmente para convertirse en la caricatura de lo que no se es. Así que tú
mismo.
Fuente:
menceymacro.blogspot.com