DECLARACIÓN
UNIVERSAL DERECHOS DE LOS ANIMALES
Sólo
una banda de esbirros colonizados
es
capaz de semejante temeridad.
«»
Isidro Santana León
Sí,
sólo una banda de esbirros colonizados al servicio de la metrópoli es capaz de
semejante temeridad; arremeter contra parte de nuestro patrimonio natural –el
ganado guanil– y, tales ineptos, poner en peligro esas subvenciones que tanto
anhelan, sin pensar, si quiera, en el coste moral y la pérdida de credibilidad
que este asunto ha provocado en la sensibilidad de los canarios, demostrado, de
forma palmaria, con la reacción opositora a esta barbarie y hasta de muchos
militantes de los partidos que aprobaron la decisión.
Europa,
de quien esperan los políticos la subvención para la forestación –o la han
cobrado ya– jamás puede estar a favor de la matanza de animales, máxime
cuando debe y tiene que acatar las normas internacionales, en este caso las de
la UNESCO, recogidas en la “Declaración Universal del Derecho de los
Animales” y de la que sólo voy a exponer el preámbulo y tres artículos:
Considerando
que todo animal posee derechos y que el desconocimiento y desprecio de dichos
derechos han conducido y siguen conduciendo al hombre a cometer crímenes contra
la naturaleza y los animales, se proclama lo siguiente:
Artículo
No. 1
Todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derechos a la
existencia.
Artículo
No. 2 a) Todo
animal tiene derecho al respeto.
b) El hombre, como especie
animal, no puede atribuirse el derecho de exterminar a los otros animales o de
explotarlos, violando ese derecho. Tiene la obligación de poner sus
conocimientos al servicio de los animales.
c) Todos los animales tienen derecho
a la atención, a los cuidados y a la protección del hombre.
Artículo No. 4
a)
Todo animal perteneciente a una especie salvaje tiene derecho a vivir libre en
su propio ambiente natural, terrestre, aéreo o acuático y a reproducirse.
b)
Toda privación de libertad, incluso aquella que tenga fines educativos, es
contraria a este derecho.
Amparándonos y guiándonos por este reglamento[1], por la lógica y
la sensatez, no había necesidad ni derecho alguno de sacrificar las cabras
guaniles –es un acto delictivo– cuando además se les había propuesto, a
los políticos del Cabildo, otras opciones como las apañadas y que los pastores
se quedarán con una parte del rebaño para reducir su presencia en el hábitat,
o bien cercar los pinos alevines (aunque las cabras no comen pinocha) o lo que
se quisiera plantar que lo hicieran con algún artilugio protector, y hasta
crearle una reserva a esta especie animal autóctona donde ellas vivan libres en
los pinares ya desarrollados.
Sin embargo, como lo de los pinos no cuaja, han puesto como argucia
la flora endémica, de cuyas variedades las cabras transportan el polen y
semillas en su pelaje y excrementos, además de abonar y limpiar de rastrojos el
medio. La palabra es una herramienta letal y los Matacabras la están usando
de forma distorsionadora cuando le dicen al ganado guanil cabras
“asilvestradas”, siendo el término exacto y objetivo “cabras
silvestres” Con el término, asilvestrado, intentan hacer ver que son cabras
de corrales escapadas a los pastores y la realidad es que esas cabras han nacido
libres en el medio, de generación en generación, y lo podemos comprobar porque
ninguna de ellas lleva el Teberite del pastor. Todo, instrumentalizado siempre
tras de la mentira (es lo que se hace en política, usando el aparato de
propaganda para mantener al pueblo en la desinformación y la ignorancia) y en
este caso es para quitarle la protección de salvaje y el derecho a la libertad
que le reconoce el artículo 4º, a) de la Declaración arriba expuesta.
Así y todo, al margen de esta golosa subvención, según los
titulares de la prensa colonial, las mayores partidas dinerarias van destinadas
al mismo modelo especulativo de siempre: carreteras y más carreteras, que son
infraestructuras preparadas para la consiguiente urbanización turística o
residencial. Deterioro sistemático que se hace con nuestro medio natural; la
escasa colocación de mano de obra que crea la construcción de vías, trabajo
que ocupan mayormente los foráneos porque las empresas –igual que los
matarifes del Doñana– también vienen de afuera.
Existe una economía productiva y respetuosa con el medio ambiente
que en Canarias se podría llevar a cabo, ya que nuestra tierra, mar, clima, y
situación geográfica estratégica, cuenta con unas potencialidades envidiables
para ser un país rico, prospero y referencial, pero el atroz colonialismo español
y sus esbirros de pago –que nos obligan a vivir de la dependencia del
exterior– impiden esa realidad de vertebración económica y nacional de
Canarias, dónde, forzosamente, los impuestos de todas las rentas que se
obtuvieran en nuestra nación se pagarían en nuestra hacienda. No hay más
ciego que el que no quiere ver, aunque lo cierto es que el colonialismo le tapa
los ojos a nuestro pueblo con el turismo y las subvenciones, de lo que no se está
beneficiando la mayoría de los canarios sino una minoría caciquil, España y
las transnacionales implantadas aquí: eso es lo que hay que erradicar de
Canarias, nada de eso es propio, todo es metido aquí por la fuerza de las armas
y la ignorancia y el miedo del pueblo canario.
15/04/16
[1]
Declaración
Universal Derechos de los animales
Otros
artículos de Isidro Santana León publicados en El Canario