Secundino Delgado hoy volvería a ser independentista

 

Juan Jesús Ayala

Se cumple el centenario de la muerte de Secundino Delgado, ocurrida el 4 de mayo de 1912 a causa de una tuberculosis pulmonar, la enfermedad infecto-contagiosa de la época debido a la miseria y precariedad higiénico-sanitaria del momento, y más aún cuando se permanece durante once meses confinado en las sórdidas y mugrientas celdas de la cárcel Modelo de Madrid, donde lo encarceló el ministro de la guerra Weyler, marqués de Tenerife.

Secundino emigró a América con apenas 18 años, con la idea de colaborar con la independencia de Cuba y de Puerto Rico, que lo llevó por el camino de la instigación y de la conspiración, por lo que fue acusado por el entonces capitán general de Cuba, el mismo Weyler, de poner una bomba en el Palacio del Gobierno. Durante su vida política en América fue un irredento independentista y lo que deseaba para esas colonias americanas lo deseaba para Canarias, que era poder librarse del dominio español, lo que batalló con insistencia desde Venezuela y en las páginas de El Guanche.

Pero una vez que Cuba adquiere la independencia de España y cae bajo la bota de los EEUU comienza a reconsiderar su posición política de independentista y, ya de nuevo en Tenerife, y junto a, entre otros, José Cabrera Díaz, que fue más tarde en Cuba, el 30 de enero de 1924, el primer presidente del Partido Nacionalista Canario, se consideró autonomista, creando el Partido Popular Autonomista para ir a las elecciones del Ayuntamiento de Santa Cruz, porque vio que esa era la salida que se le podía dar a Canarias ante una posible independencia que no sirviera de nada y que pudiera caerse en los dominios de Inglaterra o de EEUU. Creía en la consecución de una autonomía amplia con el máximo control administrativo ante el Gobierno español desde Canarias. Lo que no pudo ser, primero, porque solo se consiguió la representación de un único concejal y al año siguiente se le fue a buscar a su domicilio en Arafo y, descalzo y esposado, fue conducido al muelle de Santa Cruz camino de la cárcel madrileña.

En el tiempo histórico que Secundino Delgado emigra a América, concretamente a EEUU, Cuba y Venezuela, las condiciones de subsistencia de las Islas estaban altamente comprometidas, el hambre era abundante, la miseria galopante, las enfermedades infecto-contagiosas arrasaban y el poder caciquil entregado a las exigencias de Madrid hizo de las Islas, como diría Unamuno, un mero mesón en el Atlántico donde se paraba para repostar o bien mano de obra barata, casi esclavista, o bien los pocos víveres que la tierra ofrecía.

Dada la situación actual de trato a las Islas por parte del Estado español, de desconsideración total, de discriminación y hasta de vejación, si Secundino estuviera vivo, hoy estaría defendiendo las tesis que le animaron al principio cuando fue emigrante, o sea, se haría de nuevo independentista, porque ni siquiera la autonomía hoy está auspiciada y apoyada por el jacobinismo y centralismo del partido en el Gobierno, el PP, que lo que proclaman algunos de sus máximos mandatarios de allá y de aquí es que lo mejor y lo que se debe hacer con las Islas es acabar con la administración autonómica, estrangular la posibilidad de un nuevo modelo o contrato con el Estado y que se sustituya por arcaicas instituciones que unos del PP defienden y otros atacan, como son los cabildos, que, si bien tuvieron su acertado escenario político-administrativo tras la ley de cabildos del 1912, hoy necesitan de una nueva dimensión administrativa que no puede ser otra que ir paulatinamente diluyendo sus competencias para fortalecer precisamente un gobierno autónomo que mire con contundencia, arrestos y con más poder al centralismo omnímodo y napoleónico que se pretende instaurar desde Madrid.

Secundino, ante esta majadería, este engaño y ante reformas y más reformas de los viernes que solo conducen al vacío y, por deducción y alcance, a la estrangulación de las Islas por el mantenimiento de políticas torpes y vasallas de Europa, sería independentista, pondría sobre la mesa de la discusión no solo un nuevo modelo de Estado, sino la amenaza de alentar en el pueblo la idea de avanzar hacia la construcción nacional de Canarias ante la indiferencia manifiesta de un Gobierno centralista dinamitero de lo que se ha conseguido en el tiempo y que la democracia ha establecido.

Y es que es muy doloroso continuar doblando espaldas y sometido a discursos insulsos que caminan desde el personalismo frustrante a dejarse ver cuando se empalidece su figura política, como algunos que hoy se devanean en el seno del PP por agradar al jefe de filas o por desmarcarse con singularidades que son verdaderas estolideces políticas, cuando lo que hay que hacer es mirar hacia adelante, y, como mínimo, desde una posición de un partido que se autodenomina democrático, seguir pensando en las ideas federalizantes, en abrir espacios al futuro. Pero cuando lo que se les ocurre es hacer sus guerritas entre ellos, no cabe duda de que estamos ante la pérdida de casta y calidad políticas y ante una oscuridad moral galopante.

De ahí que cuando los pueblos necesitan, porque así se les obliga a alentar voluntades, quizás haya que pensar más allá de lo que se está acostumbrado, del orden establecido y definirse como lo haría Secundino en estos momentos, que defendería por lealtad a su pueblo y con fuerza su independentismo de ahora mismo.