Secundino Delgado hoy volvería a ser independentista
Juan
Jesús Ayala
Se cumple el
centenario de la muerte de Secundino Delgado, ocurrida el 4 de mayo de
Secundino emigró a
América con apenas 18 años, con la idea de colaborar con la independencia de
Cuba y de Puerto Rico, que lo llevó por el camino de la instigación y de la
conspiración, por lo que fue acusado por el entonces capitán general de Cuba,
el mismo Weyler, de poner una bomba en el Palacio del
Gobierno. Durante su vida política en América fue un irredento independentista
y lo que deseaba para esas colonias americanas lo deseaba para Canarias, que
era poder librarse del dominio español, lo que batalló con insistencia desde
Venezuela y en las páginas de El Guanche.
Pero una vez que Cuba
adquiere la independencia de España y cae bajo la bota de los EEUU comienza a
reconsiderar su posición política de independentista y, ya de nuevo en
Tenerife, y junto a, entre otros, José Cabrera Díaz, que fue más tarde en Cuba,
el 30 de enero de 1924, el primer presidente del Partido Nacionalista Canario,
se consideró autonomista, creando el Partido Popular Autonomista para ir a las
elecciones del Ayuntamiento de Santa Cruz, porque vio que esa era la salida que
se le podía dar a Canarias ante una posible independencia que no sirviera de
nada y que pudiera caerse en los dominios de Inglaterra o de EEUU. Creía en la
consecución de una autonomía amplia con el máximo control administrativo ante
el Gobierno español desde Canarias. Lo que no pudo ser, primero, porque solo se
consiguió la representación de un único concejal y al año siguiente se le fue a
buscar a su domicilio en Arafo y, descalzo y
esposado, fue conducido al muelle de Santa Cruz camino de la cárcel madrileña.
En el tiempo histórico
que Secundino Delgado emigra a América, concretamente a EEUU, Cuba y Venezuela,
las condiciones de subsistencia de las Islas estaban altamente comprometidas,
el hambre era abundante, la miseria galopante, las enfermedades infecto-contagiosas
arrasaban y el poder caciquil entregado a las exigencias de Madrid hizo de las
Islas, como diría Unamuno, un mero mesón en el Atlántico donde se paraba para
repostar o bien mano de obra barata, casi esclavista, o bien los pocos víveres
que la tierra ofrecía.
Dada la situación
actual de trato a las Islas por parte del Estado español, de desconsideración
total, de discriminación y hasta de vejación, si Secundino estuviera vivo, hoy
estaría defendiendo las tesis que le animaron al principio cuando fue
emigrante, o sea, se haría de nuevo independentista, porque ni siquiera la
autonomía hoy está auspiciada y apoyada por el jacobinismo y centralismo del
partido en el Gobierno, el PP, que lo que proclaman algunos de sus máximos
mandatarios de allá y de aquí es que lo mejor y lo que se debe hacer con las
Islas es acabar con la administración autonómica, estrangular la posibilidad de
un nuevo modelo o contrato con el Estado y que se sustituya por arcaicas
instituciones que unos del PP defienden y otros atacan, como son los cabildos,
que, si bien tuvieron su acertado escenario político-administrativo tras la ley
de cabildos del 1912, hoy necesitan de una nueva dimensión administrativa que
no puede ser otra que ir paulatinamente diluyendo sus competencias para
fortalecer precisamente un gobierno autónomo que mire con contundencia,
arrestos y con más poder al centralismo omnímodo y napoleónico que se pretende
instaurar desde Madrid.
Secundino, ante esta
majadería, este engaño y ante reformas y más reformas de los viernes que solo
conducen al vacío y, por deducción y alcance, a la estrangulación de las Islas
por el mantenimiento de políticas torpes y vasallas de Europa, sería
independentista, pondría sobre la mesa de la discusión no solo un nuevo modelo
de Estado, sino la amenaza de alentar en el pueblo la idea de avanzar hacia la
construcción nacional de Canarias ante la indiferencia manifiesta de un
Gobierno centralista dinamitero de lo que se ha conseguido en el tiempo y que
la democracia ha establecido.
Y es que es muy
doloroso continuar doblando espaldas y sometido a discursos insulsos que
caminan desde el personalismo frustrante a dejarse ver cuando se empalidece su
figura política, como algunos que hoy se devanean en el seno del PP por agradar
al jefe de filas o por desmarcarse con singularidades que son verdaderas estolideces políticas, cuando lo que hay que hacer es mirar
hacia adelante, y, como mínimo, desde una posición de un partido que se
autodenomina democrático, seguir pensando en las ideas federalizantes,
en abrir espacios al futuro. Pero cuando lo que se les ocurre es hacer sus
guerritas entre ellos, no cabe duda de que estamos ante la pérdida de casta y
calidad políticas y ante una oscuridad moral galopante.
De ahí que cuando los
pueblos necesitan, porque así se les obliga a alentar voluntades, quizás haya
que pensar más allá de lo que se está acostumbrado, del orden establecido y
definirse como lo haría Secundino en estos momentos, que defendería por lealtad
a su pueblo y con fuerza su independentismo de ahora mismo.