SATOS,
HIJOS DE MIL TRIBUS: ESPAÑA ESA ENTELEQUIA
Winiwuada Frysky
Andaba yo en la búsqueda de una palabra o un concepto exacto, o
casi, para definir qué es españa cuando me acordé de una frase de D. Benito Pérez
Galdós acerca de ese país y que quedó para la historiografía. En una ocasión
le preguntaron a D. Benito qué era españa y contestó con una frase que ha
quedado ahí en el aire: “españa es una entelequia”. Al ir a Google para
tratar de buscar el significado exacto de esta palabreja resulta que uno se
pierde en conceptos que van desde el latín al griego pasando por no sé donde
pero que al final no llega uno a comprender nada excepto que una entelequia es
algo así como “algo que es y está ahí pero que no es, que no acaba de
ser”, y eso es lo que más o menos creyó que era, para D. Benito, españa y
por tanto así lo dijo.
Como no me quedó claro
las respuestas que encontré me dio por meter en Google la frase de D. Benito:
" españa es una entelequia" y me salió un muy extenso y completo artículo
de lo que es españa no como Nación, que no lo es, sino como esa
"entelequia" que ha existido siempre y siempre seguirá existiendo. El
artículo se me antoja no como una Historia de españa, que no lo es puesto que
españa nunca ha existido ni como país ni como Nación, sino como
Habrá que analizar la pregunta en sus dos vertientes;
entelequia en su sentido literal de “algo que tiende por sí mismo a su propio
fin” o en su sentido irónico de “algo irreal”. Ha habido a través de la
Historia de españa - y sigue habiéndolos- muchos movimientos centrífugos
dedicados a convertir en realidad el sentido literal del concepto y, por otro
lado, muchos pensadores españoles han usado el sentido irónico del mismo para
negar la existencia de españa como un sentimiento arraigado en la conciencia
del pueblo y, por lo tanto, como algo arbitrariamente impuesto.
Tras el largo período paleolítico,
y concluido el largo proceso de hominización con la especie Homo sapiens
sapiens, se inició el período neolítico
en
Los iberos o íberos fue como llamaron los antiguos escritores griegos a
las gentes del levante y sur de la Península Ibérica para distinguirlos de los
pueblos del interior, cuya cultura y costumbres eran diferentes.
De estos pueblos escribieron Hecateo de Mileto, Heródoto, Estrabón o
Rufo Festo Avieno, citándolos con estos nombres, al menos desde el siglo VI a.
C.: elisices, sordones, ceretanos, airenosinos, andosinos, bergistanos,
ausetanos, indigetes, castelani, lacetanos, layetanos, cossetanos, ilergetas,
iacetanos, suessetanos, sedetanos, ilercavones, edetanos, contestanos, oretanos,
bastetanos y turdetanos.
Geográficamente, Estrabón y Apiano denominaron Iberia al territorio de
Se inicia así lo que se denomina
La primera referencia se remonta
3000 años en la forma del vocablo fenicio "Spanija" o
"Span" (literalmente "tierra de conejos"), los romanos lo
latinizaron a Hispania (o Ispania), con el tiempo se convirtió en Spania
(volviendo casi a la ortografía fenicia) para terminar -con el cambio de la
pronunciación de la ese en el norte y la introducción de la ñ- finalmente en
españa. No hay duda que en su origen y durante siglos, y hasta milenios, la
palabra Span-Hispania-Spania-españa era un concepto puramente geográfico
comparable a Iberia (del griego Iberia ó Hiberia) o, en la actualidad, la Península
Ibérica.
Los primeros pueblos que aparecen en la historia de la
Península fueron los iberos, que, en sucesivas oleadas, entraron desde África
a partir del Paleolítico Superior hasta la Edad de Bronce, extendiéndose al
principio por el Levante hasta el Noreste, terminando en el Sur de Francia, y,
mucho más lento hacia el interior y el Norte de la Península. Considerando que
esta migración ocupó un periodo de más de cinco mil años, no es sorprendente
que desde tartesios/turdetanos, en el Sur (de España) hasta airenosios
en el sur de Francia, se han contado no menos de 20 pueblos/tribus iberos
diferentes. Una de las muchas ironías de la Historia de españa -seguramente
muy molesta para el Honorable Pujol, que nunca se ha distinguido por su sentido
del humor- es el hecho que uno de estas tribus, conocido por
"castellanos" se asentó durante muchos siglos en la actual comarca de
Olot (de lo más catalán imaginable!). Aparte de estos pueblos hubo otros 8,
asentados en Asturias, Cantabria, Vascongadas, Navarra y la Rioja, que han sido
clasificadas como "no identificados" o sea de origen supuestamente
"desconocido".
No obstante me
parece lógico considerar estos pueblos tentativamente como iberos, considerando
que una vez llegado a
Terminadas las oleadas migratorias iberas, comienzan, a
principios del último milenio a. C., las indoeuropeas, llevadas a cabo por
pueblos célticos. Estos no vienen del Sur como los iberos sino del Norte,
penetrando a través del Pirineo oriental. Con iberos a ambos lados de su vía
de penetración están forzados a cruzar el Ebro y aprovechan las valles del
Duero y, en posteriores oleadas durante varios siglos, los del Tajo y
Guadalquivir para ocupar todo la parte occidental de la Península. Se han
contado no menos de 16 tribus celtas, desde galaicos en el Noroeste hasta
lusitanos y oretanos en el Sudoeste.
Los celtíberos ocuparon un extenso territorio situado
a ambos lados de la diagonal Ávila-Soria (más o menos Castilla la Vieja). No
sabemos si se trataba de iberos celtizados o de celtas iberizados. Poco importa:
para ser estos tendrían que haber tenido forzosamente vecinos iberos lo que
parece confirmar que los llamados "pueblos no identificados" al Norte
de su región habría que considerarles como iberos; y por otro lado, si
hubieron sido aquellos, la supuesta teoría de que los iberos no hubieron
penetrado ni el Centro ni el Norte de la Península, quedaría igualmente
desmentida.
Los primeros iberos que penetraron en la Península no se encontraron, lógicamente,
con un territorio vacío. Hubo ya una población autóctona de unos 50.000
individuos (una densidad, típica de aquellos tiempos, de un habitante por cada
A tenor de lo
investigado por el profesor Fernando García de Cortazar procede establecer tres
periodos básicos iniciales de la Península Ibérica:
1.-Los habitantes
Oriundos o descendientes de los que procedentes de África se han hallado en
Atapuerca.
2.-Los que la
invadieron procediendo del norte, desde las actuales Francia, Alemania, etc.
3.-Los que se
establecieron en el sur y venían de Oriente.
Los oriundos. Hacia los
años
En los años
Hacia el año
”Los
Colonizadores”
Por los años
Hasta ese momento, a los habitantes de la Península se les denomina
Iberos.
En el sur, los habitantes
nativos mantienen una monarquía, la de Tartesos, en la que es destacable el mítico
rey Argantonio. Durante los siglos VIII y VII a. de C., los fenicios de Sidón y
Tiro descubren los ricos yacimientos minerales del sur, y fundan una cadena de
factorías de las que nacerían Cádiz, Málaga e Ibiza.
Estos forasteros de Oriente se mezclan con los nativos y les enseñan a
utilizar el torno de alfarería, la producción de artesanía en marfil, el
cultivo de la vid y el olivar, la metalurgia de hierro y plata, lo que enriquecía
a los jefes locales en sus transacciones con las expediciones de griegos y
fenicios. Cádiz se convierte en la capital de la plata del Mediterráneo.
(Antonio Vaca de Osma).
Los
Celtas
Grupo de pueblos de origen centroeuropeo, cuyas primeras migraciones
tuvieron lugar en la época prehistórica (a partir del siglo X a.C.). Se
asentaron en diversos lugares de Europa (España, Francia, Gran Bretaña,
Irlanda, Los Balcanes, Asia Menor...), ocupando la mayor parte del oeste y del
centro de Europa durante todo el primer milenio a.C. Transmitieron su idioma,
costumbres y religión a los otros pueblos de la zona. Los antiguos griegos y
romanos reconocieron la unidad cultural de estos pueblos cuyos territorios se
extendían desde el este de Europa hasta el norte del continente. Su nombre genérico
aparece en documentos romanos como celtae (derivado de keltoi, la denominación
que Heroodoto y otros escritores griegos dieron a este pueblo), galatae o galli.
Los celtas hablaban una lengua indoeuropea, de la misma familia que las de sus
vecinos itálicos, helénicos y germanos. Los topónimos celtas, junto con los
nombres de las tribus, las personas y dioses, nos permiten pensar en su
presencia en un extenso territorio europeo, desde la actual España hasta el mar
del Norte y desde las islas Británicas hasta el bajo Danubio. Los primeros
celtas que llegaron a la península ibérica hacia el
Hacia el
Hacia
Hacia
Tras la fundación de
Marsella por los focenses (hacia 600 a. C.), los iberos reconquistan el noreste
a los celtas, permitiendo la creación de nuevos establecimientos griegos al sur
de los Pirineos.
A las comunidades establecidas al final de la edad del bronce se las
considera sustrato indígena al hablar de la cultura íbera. Básicamente hay
cuatro focos: El Argar, la cultura del Bronce Manchego, la del Bronce Valenciano
y los Campos de Urnas del Noreste.
Las tribus vasconas escogieron en su mayoría el Pirineo navarro y el
Pirineo occidental aragonés para su asentamiento. Con posterioridad, hubo un
desplazamiento de parte de estas tribus hacia el oeste, conviviendo con las
tribus várdulas y caristias.
Antes de la dominación romana existía una clara diferenciación
territorial entre los grupos de vascones según su medio de
vida, condicionado por el terreno.
El legado fenicio y cartaginés en
A la llegada de Roma, Hispania ofrecía una de las mayores diversidades
étnicas de toda Europa, acentuada por un claro gradiente cultural en sentido
Norte-Sur y Este-Oeste, explicable por su mayor apertura o lejanía al Mediterráneo
y a sus vivificantes influjos culturales acrecentada por la diversidad geográfica,
apenas uniformada por la gran Meseta Central que actuaba como área de contacto.
A lo largo del I milenio a. C. la Península Ibérica ofrece un complejo proceso
de etnogénesis al formarse los diversos pueblos prerromanos en un proceso
acentuado por el influjo de fenicios, griegos, púnicos y, finalmente, romanos,
coincidiendo en general con su evolución hacia formas de vida urbana, proceso
que culmina con la definitiva incorporación de Hispania a la órbita de Roma.
Dentro del complejo mosaico étno-cultural de Hispania, cabe diferenciar
a grandes líneas tres grandes troncos. Los turdetanos o tartesios e íberos
ocupaba las zonas meridionales y levantinas abiertas al Medite rráneo y a sus
corrientes civilizadoras, siendo los más cultos y civilizados, especialmente la
Turdetania, en la actual Andalucía, como acertadamente señaló Estrabón
(111,1,6 y 2,1). Por el contrario, en valles de las montuosas zonas próximas al
Pirineo Occidental vivían vascones y otros pueblos afines no indoeuropeos, étnicamente
más relacionados quizás con el mundo ibero y aquitano, aunque culturalmente
resultan más afines a los pueblos cantábricos, siendo su aislamiento y pobreza
lo que explica su marginalidad y la pervivencia de este substrato al no llegar a
romanizarse.
Finalmente, otro tronco étno-cultural lo constituían los pueblos
indoeuropeos, entre los que destacan los celtas no siempre fáciles de
diferenciar.
Éstos habitaban especialmente el centro, norte y occidente, desde el
Sistema Ibérico hasta el Atlántico. En ellos cabe diferenciar los Celtíberos
propiamente dichos, más desarrollados a la llegada de los romanos y con una
estructura gentilicia clientelar de ideología guerrera con tendencias
expansivas, frente a los Lusitanos y otros pueblos del Norte, como Galaicos,
Astures y Cántabros, de menor desarrollo y que mantenían una estructura
pregentilicia más arcaica y basada en clases de edad. (Martín Almagro-Gorbea)
La colonización
griega
Los
contactos comerciales entre griegos e indígenas de la fachada este de
Una vez en
el Mediterráneo Occidental, las navegaciones se efectuaban mediante cabotaje,
generalmente desde el norte hacia el sur, centrándose en la costa levantina y
sureste peninsular, a partir del s. V a. C. En este punto es importante
mencionar una serie de pequeños puertos, atalayas o ensenadas con nombre griego
(Hemeroskopeion, Alonis o Akra Leuke), usados según las fuentes clásicas por
los comerciantes foceos para fomentar el comercio. No obstante, a nivel arqueológico
no se ha localizado ninguna de ellas.
Una vez en
la costa, la ruta empleada por los comerciantes hacia el interior era a través
de las vías naturales de comunicación, ríos y pasos entre montañas. En el
sureste de la Península las dos vías más importantes fueron las de los ríos
Segura y Vilanopó, teniendo como objetivo último el área minera de Sierra
Morena, con epicentro en Cástulo (Linares, Jaén), a lo largo de una ruta
jalonada de yacimientos ibéricos.
Los
comerciantes y buhoneros traían mercancías, básicamente productos
manufacturados como vajillas de lujo, procedentes mayoritariamente de Atenas,
objetos de adorno, joyas, pequeñas esculturas de terracota y una serie
indeterminada de abalorios, entre los que habría tejidos y pequeños muebles
que cambian por materias primas, principalmente metales.
La ocupación romana
La primera intervención de tropas
romanas en la península se produjo en el 218
a.C. En ese momento Roma se enfrentaba a una guerra a muerte contra
Cartago por el dominio del Mediterráneo Occidental y sufría el ataque de Aníbal.
La llegada de tropas romanas a la Península se produjo para tratar de
cortar el abastecimiento de las tropas cartaginesas, que procedía de sus
territorios en la península.
La guerra contra los cartagineses y sus aliados íberos fue dura, pero
también Roma ganó aliados entre las
tribus íberas y celtíberas. El resultado global de la guerra fue la
derrota de Cartago y sus aliados a manos de Roma, por lo que finalmente en torno al año 197 a.C. Roma pasó a controlar todo el territorio
costero de la Península Ibérica desde los Pirineos hasta el Sur de Portugal.
La mayor parte de las tribus íberas del territorio aceptaron sin excesivos
problemas el dominio de Roma.
2. En una segunda fase (a partir del 150 a.C.),
Roma se propuso extender su dominio a los pueblos celtíberos del interior
de la Península. Como de costumbre, encontró una feroz resistencia por
parte de algunas tribus, pero también consiguió la alianza de otras, que se
sumaron a sus tropas. Además, el ejército romano contaba ya entre sus filas
con bastantes íberos, por lo que debía parecer más bien una tropa
multinacional al servicio de Roma.
En la penetración en la meseta se produjeron dos episodios de
resistencia muy famosos. Por una parte, la tribu de los lusitanos encontró en Viriato
a un caudillo que entre el 147 a.C. y el
139 a.C. lideró una guerra de guerrillas contra las tropas romanas que
las puso contra las cuerdas. El terrorismo de Estado, más que la guerra, acabó
con la resistencia, pues Viriato fue asesinado por unos traidores que esperaban
recibir una recompensa de Roma. Aunque tal vez hayas oído la leyenda de que
cuando dichos traidores fueron a cobrar su recompensa el consul romano los mandó
ejecutar y dijo esa famosa frase de Roma
no paga traidores.
Los
Suevos y Visigodos
Tanto es así que las tribus bárbaras no aguantaron más la tentación,
y comenzaron a invadir el Imperio de Occidente que tantos siglos les había
costado a los romanos. Una de estas tribus bárbaras que acometió dicha empresa
eran los suevos.
Fue en el año 406 cuando estos suevos cruzaron los Pirineos con un ejército
de 30.000 hombres. En poco tiempo se asentaron en las tierras del norte de
Iberia, como la actual Galicia y el norte de Portugal. Su rey Hermerico inició
una serie de rápidas conquistas, eligiendo la ciudad de Augusta Bracara, la
actual Braga portuguesa, como base de su
nuevo reino.
A partir de aquí fueron conquistando nuevas ciudades en la Península Ibérica,
hasta entonces romanas. Los romanos se dieron cuenta de que poco o nada podían
ya defender e iniciaron una serie de trámites legales con los suevos para poder
convivir en las mismas tierras, a cambio de una serie de concesiones.
Sin embargo, en el año 416, la provincia
de Iberia, ya bastante poblada con ciertas tribus bárbaras como
los vándalos y los alanos, recibieron la llegada de una nueva tribu, los
visigodos. Esta llegada hizo que, desde el primer momento, todos entraran en
conflicto, ya que a los visigodos no les gustaba demasiado eso de compartir
territorios, sino que llegaron con la intención de apoderarse de todo en
exclusiva.
Precisamente en el año 418 los visigodos derrotaron a los suevos en sus
luchas internas, por lo que estos últimos se vieron obligados a atrincherarse
en las tierras de Galicia. De todas maneras esto no amedrentó a los suevos,
sobre todo cuando los vándalos y los alanos abandonaron Iberia rumbo al norte
de África. Aún así, los visigodos continuaban manteniendo a raya a los
suevos.
A partir de ahí un pequeño tratado de paz hizo que ambas tribus se
respetasen durante unos años. En ese momento los romanos aprovecharon para
pedir a los suevos ayuda en el conflicto que tenían con los hunos. Sin embargo,
como todo hacía presagiar, el tratado de paz entre suevos y visigodos no duró
mucho tiempo, ya que las ambiciones de ambas tribus por controlar Iberia eran máximas.
Todo explotó cuando los suevos se convirtieron al catolicismo y los
visigodos se aliaron con la herejía arriana. Al convertirse al catolicismo, el
rey suevo Chararico quiso aliarse con los francos, otro pueblo católico, pero
fue en vano. Mientras negociaba, el rey visigodo, Leovigildo, se dio cuenta de
los problemas que le traería a su tribu la unión de suevos y francos, e inició
la guerra antes de que fuera demasiado tarde.
Era el año 576. La guerra se extendió durante diez años, tiempo más
que suficiente para que los visigodos aprovecharan las divisiones internas de
los suevos para derrotarlos y acabar expulsándolos de la Península Ibérica.
Allá por el 587 la tribu de los suevos desapareció arrasada por los visigodos,
que quedaron como señores de la Península Ibérica. (José Manuel Breval).
Ocupación
árabe imazighen de la península iberica
Aprovechando la crisis interna del reino visigodo, envuelto en una de sus
constantes luchas internas por el poder monárquico, tropas musulmanas,
compuestas por árabes y beréberes,
cruzaron el estrecho de Gibraltar en el año 711 iniciando la conquista de la península ibérica.
Dirigidos por el beréber Tariq, lugarteniente del gobernador del Norte
de África, Musa ibm Nusayr los musulmanes derrotaron en la batalla de Guadalete
(711) al último rey visigodo, Rodrigo, que perdió la vida en el
combate.
Animados por aquel éxito, los invasores decidieron proseguir el avance
por las tierras hispanas, primero en dirección a Toledo, posteriormente hacia
Zaragoza. En apenas tres años, los musulmanes lograron conquistar la mayor
parte de las tierras hispánicas sin encontrar apenas resistencia. Solo las
regiones montañosas de las zonas cantábrica y pirenaica escaparon a su control.
Junto a los árabes, que ocupaban los puestos dirigentes, grupo bereberes
del norte de África engrosaron las filas de los invasores musulmanes.
Los árabes tenían
fuertes estructuras tribales
(qaysíes, kalbíes) que mantuvieron largo tiempo fuertes enemistades que pronto
se manifestaron al repartirse las tierras ocupadas.
A todos estos problemas entre los árabes, hay que añadir los provocados
por los beréberes islamizados
del norte de África, reacios a someterse a un autoridad central. Resultado de
todo ello fue un oscuro período de
luchas y enfrentamientos entre los distintos clanes árabes, y entre árabes
y beréberes, que durará toda la primera mitad del siglo VIII.
Diversos magnates nobiliarios visigodos decidieron pactar con los
invasores, como fue el caso de Teodomiro, en la región murciana. Las escasas
fuentes disponibles nos hacen pensar que la conquista se realizó principalmente
mediante capitulaciones y rendiciones acordadas entre los señores godos y
los conquistadores musulmanes. La violencia fue más la excepción que la regla.
Esto nos explica la rapidez de la conquista.
Tecnología
aportada por los árabes y imazighen a la cultura hispana
Un primer ejemplo es la fabricación del papel, elemento previo a la
generalización de la imprenta. El pueblo chino fue su descubridor y, en el
primer siglo de nuestra era, mientras los demás todavía escribían sobre
gruesos pergaminos, ellos ya habían aprendido a obtener de las fibras de la
morera o el bambú una pasta que se extendía y alisaba sobre armazones de caña,
formando hojas flexibles y lisas. Los árabes hicieron de transmisores:
aprendieron la técnica china, la perfeccionaron utilizando trapos de lino en
vez de fibra vegetal, y en el siglo XI establecían sus primeras fábricas de
papel en España.
El progreso más importante de la tecnología e ingeniería árabe
medieval estuvo en relación con la agricultura y el agua (recogida, transporte
y almacenaje), probablemente debido al rigor y aridez de sus zonas de
procedencia. Introdujeron muchas plantas nuevas y realizaron avances agrícolas
notables, como los fertilizantes y los injertos, generalizándose el abono de
los campos en los siglos XII-XIII con el fin de dotar de mayor fertilidad a la
tierra. Sus ingenieros idearon sistemas y equipamientos para el riego,
construyendo acequias y canales de agua subterráneos, con accesos desde la
misma calle para poderlos limpiar y reparar. Un nuevo modelo de molino de viento
aparece también en escena, con aspas que giraban en un plano horizontal
alrededor de un eje vertical. El arado de vertedera (más pesado) ayudó también
a muchos granjeros, pues permitía voltear la tierra al mismo tiempo que se
araba. Se le añade también la reja para liberar el suelo de rastrojos y una
cuchilla metálica vertical para asestar un corte más hondo en el terreno.
Todo este equipo de labranza se movía ya sobre ruedas y, en un principio, se
manejaba mediante tracción con bueyes: los caballos no podían utilizarse para
este tipo de labores, puesto que se desconocían razas equinas capaces de
soportar un trabajo tan duro.
La noria es una de sus principales legados en este aspecto, extendiéndose
en poco tiempo por toda la península. Técnicamente es una máquina utilizada
para la elevación de agua, compuesta de una rueda con pivotes, normalmente
accionada por tracción animal que engrana con otra rueda vertical, la cual
lleva adosada una cadena o cuerda sin fin con cangilones (u otro tipo de
recipientes).
Introdujeron también la técnica de la "forjadura en paquete",
soldando capas alternadas de acero duro y dulce, obteniendo un material muy elástico
y muy resistente, que hizo famosas las hojas de espada de Damasco y de Toledo.
Los marinos musulmanes aprendieron de los chinos el arte de navegar con
la aguja de marear (una versión náutica de la brújula), para sus grandes
viajes, y lo dieron a conocer a los europeos. Los navegantes islámicos también
introducen en Europa el timón de codaste (un sistema de dirección del barco
por medio de un timón adosado a la roda de popa), un instrumento imprescindible
para la navegación. Hasta ese momento los barcos eran gobernados por uno o dos
remos colocados verticalmente en el costado, hacia popa, y las maniobras con
dicho sistema eran poco fiables, sobre todo con mal tiempo, exigiendo además
varias personas para hacer los virajes.
Paralelo al aporte de la brújula, el astrolabio y el timón de codaste,
los nautas musulmanes difundieron la «vela latina» (la denominación es equívoca,
ya que hace suponer que su origen es latino, cuando en realidad fue un invento
de los musulmanes), también conocida como de cuchillo o triangular, más fácilmente
orientable, que permitía navegar con viento de costado, mientras las velas más
usuales de la época (trapezoidales) exigían, para poder navegar, el viento de
popa, circunstancia ésta que hacía más lentas las singladuras.
Por último, y no menos
sorprendente, cabe indicar que en Al-Andalus se conocían técnicas para la
fabricación de autómatas. Los jóvenes andalusíes de familias adineradas tenían
en sus habitaciones todo un decorado autómata de muñecos que bailaban y
cantaban. Había también gallinas que solas picoteaban el suelo, carritos que
andaban solos, etc. [2].
La
agricultura, que experimentó un gran avance:
-Introdujeron cultivos de origen oriental (arroz, morera, caña de azúcar, cítricos
y azafrán).
-Aumentó
el cultivo de árboles frutales (cerezos, granados, plataneros, higueras).
-Plantas
textiles, aromáticas, colorantes y medicinales.
-En
secano, continúan los mismos cultivos anteriores: trigo, vid y olivo, a pesar
de la prohibición coránica de consumir vino.
-Se
mejoró e intensificó el regadío. Solucionaron los problemas para obtener y
transportar agua construyendo pozos, norias, acequias y sistemas de regadío
como galerías subterráneas perforadas y el sistema de irrigación por
terrazas. Aprovecharon las riberas de los ríos para la agricultura de regadío.
Respecto a la ganadería, los animales más importantes fueron las ovejas, los
caballos –crearon una raza propia- los asnos y las aves. En gastronomía toda
la gama de dulces, turrones, mazapanes etc.
Kanarias,
enero de 2013.