SANTA
CRUZ DE LA MAR PEQUEÑA:
UNA
FORTALEZA CANARIA EN EL SAHARA
Francisco
García-Talavera
Tratamos
de rememorar aquí unos tristes episodios de la historia canario-africana que
quizá no sean muy conocidos a nivel popular. En la época de los Reyes Católicos,
la corona de Castilla, en su afán expansionista y con fines fundamentalmente
comerciales, trata de no perder el tren africano conducido desde hacía
bastantes años por los portugueses. Tras muchos tira y afloja, pactos y
tratados, se llega a un acuerdo entre las dos potencias ibéricas y los reyes
castellanos deciden controlar una amplia franja de la costa africana que iría
desde Santa Cruz del Cabo Aguer (Agadir) hasta el Cabo Bojador situada, por lo
tanto, frente al Archipiélago de Canarias, del que aún quedaban dos islas por
conquistar: Tenerife y La Palma.
El
móvil, como ya hemos apuntado, era esencialmente estratégico-comercial. Ya se
tenían sobradas noticias de la extraordinaria riqueza pesquera que albergaban
aquellas aguas, así como de sus grandes posibilidades en dos apartados
fundamentales del comercio de la época: el oro y los esclavos.
Los
esclavos
Por
aquellas fechas, empezaban a ser muy sonadas las protestas de algunos buenos
cristianos ante la barbarie cometida con los guanches. Los esclavos canarios
comenzaban a no ser rentables, pues aquellos que habían sido aprehendidos con
engaños y a la fuerza -en el nombre de Dios, pero con la disculpa de que eran
enemigos infieles- se habían bautizado y cambiado sus "malsonantes"
nombres aborígenes por otros "más dignos" del santoral cristiano. Y
si a esto añadimos el que gracias a la encomiable solidaridad del pueblo
aborigen sometido, para con sus hermanos esclavizados, muchos de ellos fueron
libres al pagarse, con su inhumano trabajo, su rescate y el de los que
ignominiosamente habían sido vendidos en España. En estas condiciones se hacía
apremiante la sustitución de esa mano de obra barata que se les escapaba de las
manos. La solución estaba en las costas africanas. Allí seguían siendo
infieles y además muchos de ellos negros, de los cuales se discutía en las
altas esferas eclesiásticas si tenían o no alma, si eran hombres o animales.
Como primera medida se hacía imprescindible el establecimiento, en lugares
estratégicos, de fortificaciones que sirvieran de cabeza de puente a la
penetración en el continente africano. Con tal motivo, Enrique IV de Castilla
titula en
Con
anterioridad ya se habían llevado a cabo algunas de las tristemente célebres
"entradas o cabalgadas" para la captura de esclavos berberiscos. Fue
el normando Juan de Bethencourt el iniciador de tan bárbara, despiadada y
denigrante actividad. Más tarde le seguirían Fernán Peraza, Herrera, Pedro de
Vera y Fernández de Lugo. La escasa población aborigen sobreviviente a la
conquista de Lanzarote, Fuerteventura, El Hierro y, en menor medida La Gomera,
no era suficiente para explotar con rentabilidad las tierras recién ganadas a
sangre y fuego. Había que traer bestias de carga como fuera y así se hizo. Las
poblaciones bereberes (zenagas) costeras del Sur de Marruecos y Sáhara
sufrieron las consecuencias. Comenzaba así el trasiego esclavista que se
generalizaría más tarde a todo el Archipiélago. En realidad, como muy bien
apunta el norteamericano A. Crosby (1988), "con la conquista de Lanzarote y
Fuerteventura empieza el imperialismo europeo en la época moderna".
El
oro
Dice
Rumeu de Armas (1955) al respecto: "El contacto con la ruta comercial de
las caravanas sería el más poderoso incentivo comercial para los pueblos
europeos, en particular portugueses y castellanos, pues ellos conducían a los
puertos del Atlántico el codiciado oro en polvo de Tivar, o sea de los mercados
de la curva del Niger, Tombuctú y Gao principalmente, así como otros valiosos
productos africanos: esclavos sudaneses, malagueta, marfil, plumas de avestruz,
etcétera, personas y artículos que se podían adquirir con poco costo y
consiguiente gran provecho, a cambio de tejidos burdos, plata, granos, etcétera".
No olvidemos que a gran parte de lo que fue el Sáhara Español se la denominaba
Río de Oro, un topónimo de lo más explícito.
Fundación
de La Torre
El
mismo autor continúa diciendo: "Desde que en 1452 heredaron y asumieron el
señorío de las Canarias, Inés Peraza y su consorte Diego García de Herrera,
se convirtieron en campeones sin rival de la expansión de España en Berbería
de Poniente. Herrera, el prócer sevillano, dirigió y alentó un sinfín de
expediciones o cabalgadas al vecino continente, de las que siempre regresó
victorioso y enriquecido. No puede sorprendernos que sus constantes relaciones
con Africa le hiciesen abrigar el propósito de erigir en la costa un
establecimiento fijo, una torre-factoría, que le permitiese el cómodo acceso a
la ruta del oro de las caravanas, al par que la iniciación de estrechos
contactos con las tribus, con vistas a su futura dominación política".
El
lugar elegido para el primer asentamiento en aquellas costas sería el Río de
la Mar Pequeña, conocido desde hacía bastante tiempo por los marineros y
pescadores andaluces.
Diego
de Herrera una vez que obtuvo el título de señor de las partes de Berbería
mandó construir en 1478 una torre en el lugar que consideró más idóneo: la
bahía de Puerto Cansado, magnífica ensenada situada a unos
La
segunda fundación
Estos
últimos hechos ocurrían tras la reconstrucción de la torre en 1497 por parte
de Alonso Fernández de Lugo (el adelantado), esta vez con carácter de realengo
y mucho mejor pertrechada de artillería, guarnición y materiales traídos de
las islas recién conquistadas (La Palma y Tenerife).
De
igual manera, el Adelantado y los conquistadores pagarían alto precio a su
insaciable afán de lucro. Allí murieron Pedro Benítez, regidor de Tenerife, y
Francisco de Lugo, sobrinos de don Alonso, y algunos dicen que hasta su propio
hijo Fernando.
Entre
tanto, ya se habían producido durísimos y sangrientos enfrentamientos entre Inés
Peraza, viuda de Diego de Herrera, y su enemigo acérrimo Alonso Fernández de
Lugo, por el control de la importantísima zona comercial. Nuestro avaricioso y
deshonesto adelantado le asestaría un duro golpe a doña Inés al casarse con
la no menos tristemente célebre Beatriz de Bobadilla, viuda de Hernán Peraza.
En
fin, lo cierto es que la torre, después muchos avatares se mantuvo en pie hasta
1527 en que fue totalmente desmantelada y abandonada tras un definitivo ataque
de los bereberes, no sin antes haber servido, en esta segunda etapa, de base
para un intensísimo tráfico comercial.
Canarios
sobre la torre de "Santa Cruz de la Mar Pequeña"
Época
reciente
Santa
Cruz de la Mar Pequeña continuó dando mucho que hablar a pesar del prolongado
silencio que siguió a su abandono. Fue en el siglo pasado cuando las ansias
imperialistas europeas volvieron a fijar su atención en Africa. Franceses y
españoles se disputaban el Maghreb y tras el tratado hispano-marroquí de 1868,
España inicia otro controvertido capítulo de su funesta presencia en Africa,
al reivindicar la antigua fortaleza para obtener así una posesión en el Sur de
Marruecos. Tras innumerables intentos de localización, se decide finalmente
situarla en Ifni. De esta manera se consiguió aquel territorio, aunque
seguramente se sabía que no era esa la verdadera situación de Santa Cruz de la
Mar Pequeña. En todo ese trasiego se barajaron lugares como la desembocadura
del Draa, del Schbeika, del Massa, del Assaka, Agadir y otros. Nosotros estamos
convencidos (lo comprobamos "in situ") de que se trata de Puerto
Cansado, el cual ha pasado por muy diferentes nombres: Argila, ErRjeila, Guader,
Agwitir, Port Hillsborough, Khnifir, El Kra'an y Mar Pequeña.
A
modo de epílogo y como reflexión final, diremos que esta historia que hemos
tratado de sintetizar aquí, no es sino un fiel ejemplo de cómo son los
intereses económicos los que han movido y mueven el mundo. El descubrimiento y
la evangelización de nuevos territorios, no son más que burdos pretextos que
siempre han utilizado, y utilizan, los poderosos para enriquecerse aún más.
Parece mentira que pueda llamarse bárbaros y salvajes a aquellos que han sido
sometidos a las barbaries y salvajadas de los que se creen civilizados y cuyo único
delito es vivir en tierras con alto potencial económico y estratégico. Lo malo
es que las sociedades "civilizadas y religiosas" llegan a asumir como
normales y lógicas todas estas atrocidades. Una clara muestra lo tenemos en
nuestro ilustre paisano el religioso J. Viera y Clavijo, al cual no le dolían
prendas cuando calificaba de bárbaros e infieles al referirse a los guanches y
bereberes, protagonistas de nuestra historia.
(Publicado
en 1989)
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Artículos
de Francisco García-Talavera Casañas
publicado en elcanario.net y en elguanche.info