La salud mental, sin rumbo

 

Francisco Rodríguez Pulido *

Lo que está ocurriendo en la sanidad pública y en nuestros derechos es de un profundo calado, que marcará el futuro próximo. El gobierno de la nación, a través de un real decreto sobre la eficiencia del sistema sanitario, ha buscado su legitimidad para cambiar de modelo y ofrecer la salud como una mercancía más. Esta imposición ha movilizado a los sectores profesionales, trabajadores sanitarios y ciudadanos. Nadie entiende cómo un sistema sanitario que es reconocido como uno de los mejores del mundo y con una inversión de las más bajas de Europa, que incluso Obama se fija en él, y con asesores españoles, de la noche a la mañana presenta ineficiencias por todos los lados. Y su modelo alternativo, desarrollando en Valencia, y conocido como "modelo Alzira", ha sido más caro, con inyección de dinero público a posteriori y de peor calidad de las prestaciones. Pero lo mismo ocurre con otro bien común, como es el agua. Su gestión en manos privadas, obedece a la misma política y los resultados son similares.

Si este es el panorama del Estado, en nuestra tierra canaria las organizaciones de profesionales y familiares del campo de la salud mental recientemente hemos presentando un documento cuyo título habla por sí mismo: "La salud mental sin rumbo: necesitamos un cambio"[1]. Y esto lo hemos realizado desde una enorme responsabilidad social. Ante la actual crisis económica, que esta colocando a amplios sectores de la población en riesgo de exclusión, más sabiendo que los determinantes sociales de la salud, como la pobreza (el 33,8 %, 12 puntos por encima de la media nacional), una infancia en riesgo (3 de cada 10 niños en riesgo de exclusión social), el desempleo (50% de los jóvenes y un 34,63 de la población general), el hacinamiento en el hogar (17% de las familias pobres), la peor alimentación (obesidad y diabetes), aumentan el riesgo de morbilidad y la mortalidad por problemas psiquiátricos en las Islas. Sin olvidar que la OMS ya anunció que en 2020 la depresión sería igual de prevalente que las cardiopatías isquémicas, y que los enfermos psiquiátricos que padecen trastorno bipolar mueren 10-15 años antes que la población general. Y no digamos del índice de suicidios. Todos en estos momentos sabemos de suicidios relacionados con una situación económica.

Ante los determinantes sociales que multiplican el riesgo de morbilidad y mortalidad los profesionales y las familias, escuchamos con entusiasmo el discurso de investidura del presidente del Gobierno de Canarias, donde proclamó la voluntad de que su gobierno fuera el gobierno de las personas y de la participación cuidada. La ACN, Salud Mental y Feafes Canarias, en ese instante, tomaron la iniciativa de presentar a la consejera de Sanidad y a la de Servicios Sociales un documento técnico titulado "Agenda estratégica para una acción global consensuada y participativa en salud mental durante un periodo crítico". Su contenido incluía 10 líneas de acción y sus prioridades en materia de salud mental. Su finalidad era hacer factible la gobernanza en el sector de la salud mental, promoviendo de forma consensuada una hoja de ruta que significara un cambio en las políticas sanitarias en salud mental. Después de más de un año y de varias entrevistas con la consejera de Sanidad, no hemos tenido ninguna respuesta efectiva a nuestras propuestas. Son estas irresponsabilidades lo que motivan la desmovilización de la ciudadanía y la desconfianza en los políticos. Y otra iniciativa que tomamos fue promover una iniciativa legislativa popular a través del Foro Social en Defensa de la Sanidad y Salud Pública, actualmente pendiente debate parlamentario.

Entre otras muchas causas, la ausencia de un Plan de Salud, como instrumento para la ordenación, desarrollo y planificación de los recursos públicos de atención a las personas con enfermedad mental en Canarias esta teniendo enorme repercusión en la asistencia sanitaria, y esto esta significando un incumplimiento de la Ley de Ordenación Sanitaria. Las Gerencias hospitalarias conforman sus agendas de prioridades en función de la presión asistencial o de los lobby asistenciales de los servicios hospitalarios, no en base a las necesidades de la población. No se están tomado decisiones y acciones en base a cubrir el interés general de la agenda de política sanitaria.

Afirmamos que las políticas en materia de salud mental siguen sin rumbo, sin unas prioridades consensuadas, sin un diseño estratégico y sin acciones planificadas que vayan a lo sustantivo de esta problemática, con unos órganos de gestión con nula influencia en la toma de decisiones; con una organización no participativa de la red asistencial, con una sobreburocratización de las tareas asistenciales y una evitación de las sociedades científicas y de las organizaciones de familiares.

* Presidente de la Asociación Canaria de Neuropsiquiatría y Salud Mental. Profesor titular de Psiquiatría de la ULL

 

[1] Cuadernillo_ACN_FEAFES