¿Qué quieren decir cuando nos hablan de salir de la crisis?

 

 

Ramón Trujillo *

 

Cuando el Gobierno y los opinadores oficialistas nos dicen que ya estamos saliendo de la crisis y que, transcurrido un cierto tiempo, la habremos superado, se refieren básicamente a la reducción del déficit público, al control de la deuda pública y a disponer de una tasa de crecimiento del PIB que genere un aumento significativo del empleo. En suma, nos hablan del momento en que se estabilice la economía y desaparezca el riesgo de sufrir un desastre económico mayor que el que hemos vivido. Será el momento de volver a disfrutar de la renta por habitante anterior a la crisis y, a partir de ahí, de un crecimiento económico que nos haga más ricos que antes de la crisis.

Sin embargo, si bien todos esos objetivos son muy convenientes, también hay que decir que son dramáticamente insuficientes. Es obvio que el bipartidismo lanzará toda su artillería de fuegos de artificio mediáticos para anticiparnos ese futuro, en que llegaremos a ser estadísticamente más ricos que antes de la debacle económica. E intentará que miremos al dedo que señala el escenario de salida de la crisis para que no reparemos en la realidad ominosa de ese nuevo escenario que nos van señalando. Si el bipartidismo logra recomponer su hábitat de democracia a tiempo parcial, muchos sólo entenderán de qué iba la crisis después de la crisis.

Pues tengamos presente que las graves dificultades económicas que estamos viviendo han sido aprovechadas para anular la parte social del pacto constitucional de 1978 e imponer un nuevo contrato social a la baja. Se trata de un proceso deconstituyente que podría agravarse con unos nuevos Pactos de la Moncloa, entre PP, PSOE y las derechas nacionalistas, que serían trasladados a la opinión pública como "consenso" y "altura de miras".

La instrumentalización de estos años de adversidad económica, para reescribir el contrato social, hace que salir de la crisis signifique estabilizar y hacer viables nuestros desmesurados niveles de desigualdad y pobreza. Para la jerga de los poderes mediáticos, económicos y políticos, dejar atrás la crisis consistiría en reducir la protesta social actual y lograr una resignación colectiva que acepte que la reducción de la masa salarial de estos años, en relación al PIB, ha venido para quedarse. No es casualidad que el PSOE y el PP hayan dinamitado la negociación colectiva sabiendo que es necesaria, no ya para detener las contrarreformas laborales del bipartidismo, sino para garantizar que no sean revertidas en el futuro.

Para las élites que se sirven del bipartidismo la salida de la crisis implica el fin progresivo del Estado del bienestar que "no nos podemos permitir". PSOE y PP no han hecho sino consolidar la desfiscalización del Estado durante su desastrosa gestión de la crisis. Y ese PSOE que, con razón, denuncia los brutales ataques del PP al sistema de pensiones públicas es el mismo PSOE que retrasó la edad de jubilación y modificó el método de cálculo de las pensiones para reducir sus cuantías futuras. No fue una medida para afrontar la crisis, sino una instrumentalización de la crisis para socavar las pensiones públicas del mañana y premiar a los bancos con una nueva clientela de fondos de pensiones.

Quieren que pensemos que salir de la crisis es consolidar las privatizaciones bipartidistas de sectores estratégicos de la economía y seguir privatizando lo poco que queda. Que hay que dejar atrás la debacle económica, siguiendo la senda marcada por la reforma bipartidista del Artículo 135 de la Constitución, que prioriza el pago de la deuda pública sobre el gasto sanitario, educativo y en pensiones. Un pago desorbitado porque PP y PSOE apoyaron un modelo de Banco Central Europeo que tiene prohibido prestar a los Estados y, por lo tanto, presta a la banca privada para que se lucre especulando con la deuda pública.

El bipartidismo ha aceptado que la Comisión Europea revise nuestros presupuestos del Estado -y haga "recomendaciones"- antes que el propio Parlamento. Supongo que a esto, entre otras cosas, se referiría el presidente del Banco Central Europeo cuando decía que algunos países han perdido su soberanía. Y es que el desmantelamiento del Estado del bienestar se está acompañando del desmantelamiento de las instituciones democráticas, para así garantizar que nuestras hijas y nuestros hijos vivan peor que sus padres y sus madres en un país que será más rico, pero que tendrá más pobres.

En su novela "1984", George Orwell describió la manipulación totalitaria del lenguaje a través de un gobernante de ficción que llegó a proclamar que la guerra es la paz. En nuestro mundo real nos enseñan que rehacer la sociedad con el pretexto de la crisis es salir de la crisis. Que reformar no es mejorar las cosas, sino empeorarlas, y que la austeridad consiste en que los más que menos tienen tengan aún menos para que los menos que más tienen tengan aún más.

Necesitamos que las palabras signifiquen lo que significan. Tenemos que recuperar el valor de las palabras y oponer el poder de la palabra a la palabra del poder. Someter las palabras a la racionalidad que nos dice que hacer reformas, como cuando las hacemos en nuestras casas, es mejorar y no perder derechos. Que la austeridad es un valor que nada tiene que ver con la liquidación de lo público, ni con favorecer la desigualdad.

Debemos entender que salir de la crisis implica subordinar el uso de los recursos económicos a la satisfacción de los derechos humanos. Salir de la crisis es redistribuir renta a través de la fiscalidad y el empleo en condiciones dignas. Salir de la crisis es garantizar y mejorar lo público: sanidad, educación, pensiones o atención a personas dependientes. Salir de la crisis implica una mayor democracia, que otorgue más poder a la ciudadanía y estimule una mayor participación política. Que no nos confundan porque esta vez sí que nos va la vida en ello.

*Coordinador de Izquierda Unida Canaria