¿Tiene salida el campo?

 

Padre Báez *

 

[La isla ha sido entregada por España, que la regala. Nos dominan desde España. El paro es total para el isleño; solo trabajan aquí extranjeros.]

 

El Tabaibal, y en concreto el grantabaibal, no olvida su pasado, pues éste está en la memoria; y se recuerda que medio siglo atrás comenzó a ser ocupado por el cabildo, y que con el miedoambiente y el seprona controlando todo movimiento o acción en el mismo, no solo tiene hipotecado el futuro, sino que, sin riqueza alguna, y por tanto con ninguna industria, en la mente de todos, al cien por cien, ronda la idea de qué vamos a vivir si no tenemos que comer, ni dinero para comprar lo que nos viene o traen de fuera. De dentro no nos dejan cultivar ni cuidar un animal, y de fuera cada vez todo es más caro y más malo. Manifestación de protesta al respecto, ninguna; sobre otras, todas.

 

Todo comenzó con la invasión de los turistas, que comenzó a faltar la comida, poco a poco y a más, hasta la situación presente. Antes había trabajo fuera y se podía salir, pero ahora, ¿a dónde? Ahora se  vive con miedo (al seprona y al miedoambiente [al cabildo], y con hambre. Y, actualmente, somos una isla al desamparo. Y es desconocido lo que nos espera, aunque se le ven las orejas al lobo. Talleres, no hay, fábricas, tampoco. Y no, nadie ya lo tiene fácil. De niños, trabajábamos en el campo, ayudando a nuestros padres en las faenas del campo (a esto ahora lo llaman “esclavitud infantil”), y alternábamos la escuela, Instituto o Universidad, según talentos (que no dinero), con las faenas del campo. El trabajo fue duro; siempre lo fue, y lo es. Ahora, estamos en la miseria, sin “esclavitud”, sin trabajo, sin comida. Todo el campo parece un caos.

 

Tenemos a unos vecinos violentos, que se gozan en denunciarte porque antes lo fueron ellos, y en esto se busca la igualdad con la que el cabido se está forrando sin piedad. ¡De pena, pero es así, desgraciadamente: hermanos contra hermanos! Las sombras que nos caen encima son muy negras, sin luz de salida. El campesino envejece. La gente vive asustada. La amenaza del cabildo pende sobre toda cabeza campesina. La despensa, se vacía. Antes se pasaba la vida sobre el campo, ahora sentados viendo campos de fútbol en televisión. No, ya no hay paz en el campo (que le era propia). Y todo esto (¡y más!), a pesar de la situación estratégica de un terreno y clima únicos en el mundo.

 

Turbulento es el periodo que nos toca vivir. Se vive en el terror a los soldados del cabildo (miedoambiente y seprona), de no vivir con tranquilidad, ni seguridad, sino con la incógnita y el suspense. Repito: hombres del campo acusados por otros hombres del campo para ser igualados en multas y desgracias. Hombres del campo que colaboran con el enemigo armado (el cabildo [con su seprona y miedoambiente]), que nos reprime brutalmente, y hace vivir un trauma permanente. Y pensar que en otro tiempo (medio siglo atrás, hasta el presente, si bien a menos), la agricultura, fue -y es y será- el motor económico número uno en la isla, en el continente, y en el mundo; pero el terreno más fértil ha sido arrebatado por el cabildo al pastoreo y al cultivo o siembra, para plantarlo todo de pinos. Ahí fue donde nos jugamos el futuro, cuyo presente es presagio y adelanto de todavía lo pero, y por venir. Vivimos un muy desgraciado destino; incierto pero seguro. El campo se desintegra. Y ello, que vivíamos de nuestra agricultura y ganadería, hoy nos cuesta milagro el sobrevivir.

 

La isla ha sido entregada por España, que la regala. Nos dominan desde España. El paro es total para el isleño; solo trabajan aquí extranjeros. De la prosperidad hemos pasado a la mayor de las pobrezas. No tenemos gobierno. De la austeridad estamos pasando a una vida de paupérrimos. Solo castigan ejemplarmente al que haga algo en el campo. Obligan así a que nadie haga nada. Incierto tenemos todos los días y más el futuro. No se ve la recuperación por ningún lado sino todo a más y a peor. Algo habrá que reinventar más allá de las tabaibas de lo que podamos trabajar y vivir (millo, papas, vacas, cabras...). Los economistas solo ven hoteles por hacer y a esperar las vacas gordas vuelvan pasado el periodo de las flacas (¡y que no se van a reponer!, pero...). Tenemos el mejor queso del mundo premiado con oros, pero comemos quesos traídos y venidos, llegados y metidos, del mundo entero (y es un ejemplo).

 

Nadie sabe cuál puede ser la alternativa. No tenemos ni pesca, ni agua. La única industria del sol y las olas no la aprovechan. No se emplea a nadie; todos se desemplean. Solo piensan en servir (turismo). Y tenemos la mejor riqueza del mundo; pero están ciegos. Los hay que sueñan con el maldito petróleo como la solución y salvación mentirosa. El campesino se halla humillado, maltratado, castigado. Nadie protege la vulnerabilidad del campesino. Nadie sabe lo que va a ser el grantabaibal con el paso del tiempo: ya vivimos y somos una desgracia; nos queda la mayor, está por venir, y no está lejos, sino muy cerca. Son muchos los que ponen agua de por medio, se van. Nos quedamos sin futuro.

 

  * Fernando Báez Santana, Pbtero.

  Artículos del Padre Báez publicados en El Canario y en El Guanche