Félix Román Negrín
*
Actualmente se cree que el salario
mínimo aumenta el nivel de vida. Sin embargo, la auténtica realidad es que el
salario mínimo crea desempleo y empobrece la sociedad. Pero, ¿por qué? ¿Cómo?
Espero que lo podamos ver claro y de forma sencilla en cinco puntos.
Primero; obligar a las empresas a
remunerar a sus empleados con un sueldo mínimo significa que los que
actualmente cobran una cuantía inferior a éste automáticamente quedan fuera del
terreno laboral o bien pasan a cobrar lo mismo pero dentro de la economía
sumergida. Imaginemos que de repente el gobierno de turno decide imponer un
salario mínimo de 1.500 dólares mensuales. ¿Eso significará que el empresario
tendrá que renunciar a parte de sus beneficios para subir el sueldo a sus
empleados? Evidentemente que no (aunque por fuerza se le verá reducido a
posteriori). Lo que eso significa es que todo aquel que cobre menos de
1.500 dólares mensuales inevitablemente queda despedido, o bien, primero queda
despedido y luego pasa a otra empresa —o la misma— cobrando el sueldo anterior
pero de forma no declarada, esto es, pasa a ser parte de la economía sumergida.
En este sentido vemos cuan útil es realmente la economía sumergida, ya que ésta
siempre da elección y libertad al necesitado (gente joven, inmigrantes, etc.).
Aquí alguien podría pensar que sólo el
salario mínimo “alto” puede crear desempleo, pero uno reducido no. La verdad es
que cualquier impedimento a la producción, por pequeño que sea, distorsiona su
estructura de precios y esto siempre conduce a más desempleo y menos elección
para el consumidor, trabajador o empresario.
Segundo; un incremento en el salario
siempre es un aumento en los
costes (el sueldo no es más que otro coste sobre el producto). En principio,
esto no tiene porque ser maligno, pero si este aumento se debe a la coacción de
las leyes que no obedecen la estructura productiva real —o la decisión del
consumidor— el resultado serán precios irreales. Pero, ¿todos los productos
se encarecen por igual? No, pero al final todos acaban encareciéndose.
Los primeros segmentos en los que se notará este aumento serán los que
provienen de empresas con una estructura más trabajo intensivas, es decir, que
para la elaboración de su producto son necesarias más personas que no máquinas,
como por ejemplo, las pequeñas empresas, el sector agrícola, etc. ¿A qué se
debe? A que toda la estructura productiva, en última instancia, está
entrelazada entre si. Si aumento el coste de la madera (subiendo el sueldo al
leñador de forma artificial o por coacción legal) ésta tendrá que ser vendida
más cara al fabricante de sillas, mesas, etc. A la vez, el que vende las sillas
las tendrá que vender más caras a la inmobiliaria, y la inmobiliaria que provee
a otras empresas que no están relacionadas con la madera repercutirán el coste
a sus consumidores (consumidores finales, empresas, etc.). A esto añadamos que
a cada paso intermedio en la producción también se añade un aumento en su coste
por trabajador, con lo que el aumento realmente no es nada despreciable. ¿Cuál
ha sido la consecuencia? Que el aumento impuesto de los sueldos sólo ha
beneficiado a una minoría que “cobra más” (si no ha sido despedida antes) pero
ha empobrecido a una mayoría, ya que esta mayoría, percibe los mismos ingresos
pero paga más por los productos que consume.
Tercero; de aquí se deduce rápidamente
que este encarecimiento sobre algunos bienes serán demasiado caros para que
alguien los quiera comprar. En este caso habrá una disminución de la demanda
global, y de forma más acusada puede ocasionar que el margen sobrante para el
empresario (beneficio puro) sea tan bajo que provoque la desaparición de
algunos productores marginales. Esta reducción de la demanda en los productos
marginales (es decir, de poca demanda per
se) podrán crear monopolios o reforzarlos si ya existen. Un monopolio, en
este caso, se crea gracias a los elevados costes de la elaboración del producto
donde inevitablemente sólo pueden ser costeados por una sola empresa ya que no
hay margen para nadie más. Y es que ciertamente la tendencia al monopolio es un
hecho característico de las leyes y el estado. En ausencia de los dos, los
monopolios serían prácticamente inexistentes.
Como consecuencia de este punto podemos
llegar a la conclusión que el salario mínimo (y leyes in extenso)
destruye la principal base que puede sostener el trabajo continuo y sano:
Cuarto; al reducir coactivamente los
beneficios de las empresas, donde las más afectadas serán las pequeñas, éstas
se volverán menos competitivas perdiendo mercado y trasladando,
consecuentemente, una parte de su demanda a las grandes firmas. La otra
parte de la demanda queda literalmente muerta, es decir, la gente y otras
empresas (demanda) compran menos debido un aumento de los precios. Por ejemplo,
una de las consecuencias de la funesta política inflacionista salarial puede
llevar a cerrar la clásica ferretería para transmitir parte de su demanda al
gran almacén. Si este proceso hubiese sido libre y natural no habría habido
ningún problema (en estos momentos la explicación de la causa no importa, sino
el efecto) porqué habría venido de la libre elección del consumidor y el
empresario podría haber encontrado otra oportunidad en otro negocio, pero al
ser impuesta significa que ese pequeño comerciante ya no podrá montar otro
pequeño comercio porque tendrá que pagar igualmente el salario mínimo a sus
nuevos trabajadores; por lo tanto, la única solución que tiene es pasar a ser
un desempleado más o un nuevo asalariado frustrando gracias a la “justa ley
social”.
Aquí podemos volver al punto primero; y
es que quedar desempleado en un mercado saturado (en parte gracias al salario
mínimo) dificulta la recolocación en el mercado de trabajo. No ocurre lo mismo
en una economía totalmente libre donde la rotación es alta, fluida y sana. Esto
me recuerda una entrevista que concedió Henry Hazlitt
a un periodista. Como él decía más o menos: cuando era un muchacho y empecé a
trabajar no duraba más de tres días en una empresa, pero en aquel entonces
—primer cuarto del siglo XX— no había problemas con el trabajo. Cuando me
despedían sólo tenía que comprar el periódico y esa misma tarde ya tenia
trabajo en otro sitio, al menos durante tres días más… De esta forma Hazlitt llegó a convertirse en un renombrado y prolífico
periodista y en un auténtico campeón de la libertad en el campo filosófico y
muy especialmente en el económico.
Quinto; el inevitable aumento de los
precios nacionales convertirá los productos de las empresas extranjeras en más
competitivos, y consecuentemente, aumentarán las importaciones y disminuirán
las exportaciones. Este hecho aún castigará más a las empresas pequeñas
obligándolas a cerrar, o bien, a pasarse a la economía sumergida. Dicho de otra
forma, el estado con sus leyes crea competencia exterior a costa de la que
podría haber generado el propio mercado nacional de forma libre.
El auténtico problema no es el salario
mínimo en si, sino toda la amalgama de leyes que intentan crear una justicia
distributiva. Por razones de tiempo no he explicado todos los efectos que puede
causar el salario mínimo ni las leyes que el estado vuelve a crear para
solucionar el problema que él mismo ha creado. La consecuencia pero, es un
empeoramiento o degeneración de la situación. La libertad no sólo es un
imperativo ético, metafísico ni difuso, sino que la negación de ésta también
afecta de forma nefasta en temas tan prácticos como pueden ser la economía.
* Redactor de RIA Novosti, Agencia de Información Internacional de Rusia en
Canarias
Corresponsal
de La Voz de Rusia en Canarias
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