El robo
planificado de nuestro futuro
Francisco
González Tejera
[El problema viene de cierta casta
política que trata de desprestigiar a las/os empleadas/os publicas/os por
vergonzosos intereses. Aprendices de próceres que consideran que las/os
hijas/os de la clase obrera no podemos formar parte de la administración.
Piensan que solo tienen derecho sus familiares y amigas/os, a quienes sí que
enchufan y colocan de forma irregular en cargos, que en la mayoría de ocasiones
no se merecen, ganando sueldazos, que saquean de los servicios sociales,
sanitarios, educativos, que progresivamente privatizan y entregan a empresas, a
multinacionales, vinculadas a quienes ostentan el putrefacto poder.]
Mi abuela
Frasquita, casada con el represaliado y preso comunista, Juan Tejera Pérez, fue
funcionaria del secuestrado Ayuntamiento de San Lorenzo en Gran Canaria. Esta
mujer bella, de buen corazón, comprometida por el bienestar de su familia, que
sufrió como nadie la represión franquista en sus propias carnes, fue testigo
directo del saqueo de este municipio, de cómo los fascistas de la oligarquía
isleña destruyeron y arrasaron por todo un pueblo, culminando su atropello con
el fusilamiento de su alcalde junto a cuatro compañeros el 29 de marzo de 1937,
uno de ellos mi otro abuelo, Francisco González Santana, sindicalista y
militante del Frente Popular.
Aún recuerdo como en los años 60 la obligaban a limpiar la sede de Falange en Tamaraceite, allí la acompañé muchas veces de niño, viendo
banderas con yugos y flechas, fotos del criminal General Franco, de toda la
escoria franquista que manchó de sangre las calles de un pueblo prospero y
libertario, integrado por gente honrada que aupó al poder en los años
Años después con veinte y pocos años comencé a militar en las Juventudes
Comunistas, a moverme por barrios obreros de la isla, en distintas bregas
populares, hasta descubrir la animación sociocultural como un
instrumento idóneo para luchar por un mundo mejor, interviniendo en la
sociedad para dinamizar procesos grupales que contribuyeran a un cambio
social.
Al poco tiempo
llegó mi primer contrato y comencé a trabajar con jóvenes en barrios
desfavorecidos, así inicié una carrera de 26 años en distintos proyectos
socioculturales, algunos de autogestión juvenil como la Casa de la Juventud de Schamann, iniciando en el año 90 una nueva trayectoria
en el terreno de la educación popular, precisamente en la Universidad
Popular “Juan Rodríguez Doreste”, proyecto integrado
en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, donde tuve distintas
responsabilidades que nadie me regaló, que como en toda mi trayectoria laboral
me lo he tenido que ganar con mucho trabajo y lucha permanente.
En estos últimos
años he sufrido el maltrato de quienes consideran la política como un fin, no
como un servicio a la comunidad, donde priman los intereses personales, dañando
en sucesivas ocasiones mis derechos, no teniendo otra alternativa que
desarrollar mi labor en otro terreno, teniendo que abandonar el campo
social a la fuerza después de tantos años.
Ahora tras haber consolidado una carrera profesional de casi 30 años en la
administración pública llegan momentos negros, siniestros. Una tormenta de
recortes, de imposiciones, de amenazas, peligrando seriamente los puestos de trabajo
de cientos de compañeras/os.
En plena
vorágine de movilizaciones y huelgas, me llaman sobremanera la atención ciertos
comentarios que aparecen en los medios de comunicación vinculados al régimen
español, donde hay personas que desde el cobarde anonimato manifiestan su odio
por las/os empleadas/os públicas/os, lanzando una serie de acusaciones de
enchufismo, ineptitud, gandulismo, de haber entrado
por la puerta falsa en la administración pública por no ser funcionarias/os de
carrera.
Hay que aclarar
que muchas/os de estas/os trabajadoras/es son excelentes profesionales,
ingresando en este tipo de trabajo por vías igual de legales, desde sentencias
judiciales a contratos laborales. No todo el mundo debe ser criminalizada/o, la
inmensa mayoría son gente de enorme seriedad, que trata de ofrecer un servicio
ciudadano acorde y digno.
El problema
viene de cierta casta política que trata de desprestigiar a las/os empleadas/os
publicas/os por vergonzosos intereses. Aprendices de próceres que consideran que
las/os hijas/os de la clase obrera no podemos formar parte de la
administración. Piensan que solo tienen derecho sus familiares y amigas/os, a
quienes sí que enchufan y colocan de forma irregular en cargos, que en la
mayoría de ocasiones no se merecen, ganando sueldazos, que saquean de los
servicios sociales, sanitarios, educativos, que progresivamente privatizan y
entregan a empresas, a multinacionales, vinculadas a quienes ostentan el
putrefacto poder.
No es oro todo
lo que reluce señores y señoras, resulta fácil desprestigiar a quienes se han
ganado con mucho esfuerzo un puesto de trabajo, para tratar de despedir
y meter con vaselina a otras/os personajes, quizá más
“cercanas/os”, en muchos casos para pagar favores políticos, electorales o de
otro tipo.
Menos lobos y
lobas, menos basura, menos mentiras, menos manipulación.