El riesgo nuclear en Canarias a lo largo de la historia
Agapito de Cruz Franco
El accidente nuclear de Japón el pasado 11
de marzo, tras la explosión en la central nuclear de Fukushima,
estremeció al mundo. El terremoto de 9º en la escala Richter bajo las aguas del
Océano Pacífico, y el maremoto posterior con olas de hasta
Conviene hablar sobre las Islas Canarias en
su relación con el problema nuclear, sobre todo, tras las recientes e irresponsables
declaraciones del vocal de ASINCA -Asociación de Industriales de Canarias-
Benicio Alonso y aparecidas en todos los medios de comunicación, cuando
afirmaba en enero de 2011 que: "Canarias será un pueblo orgulloso de ser atómico",
planteando la introducción de la energía nuclear en las Islas con dos grupos de
250 megavatios en Tenerife, otros dos en Gran Canaria y uno de 150 megavatios
para Lanzarote y Fuerteventura. Fue inmediatamente desmentido por científicos, empresarios,
políticos de todas las ideologías y ecologistas, argumentando no sólo los ya
conocidos peligros de la energía nuclear, sino la imposibilidad técnica de ser
aplicada en Canarias. Sin embargo, no era el primero en hablar del tema pues el
7 de abril de 1990, Antonio Castellano Auyanet, Presidente
por ese entonces de UNELCO, manifestaba al periódico La Gaceta de Canarias que:
“la energía nuclear no debe ser descartada nunca”. Animaba así a la
introducción en el Archipiélago de energía nuclear a la japonesa: “En Japón están
fabricando grupos nucleares de 500 megavatios que serian muy funcionales para
Canarias”. El TEA -Tagoror Ecologista Alternativo- le
respondería entonces de forma contundente con un artículo titulado: “¿Planea
UNELCO nuclearizar Canarias?”, afirmando que esta Compañía se había convertido
en un enemigo de primer orden para el pueblo y la naturaleza canaria.
La energía nuclear es una de las razones
de que los estados nacionales, esos artilugios de dominación que nos trajo el siglo XVIII –y que ya eran historia desde la
globalización económica- no existan sobre el mapa. La contaminación radiactiva
no sabe de fronteras ni de divisiones nacionales, y no basta con que en tu nación
no haya centrales nucleares para estar exentos del peligro nuclear: es
necesario que tampoco las tenga la de al lado, incluso ninguna otra.
En ese sentido, Canarias, por su cercanía
a Marruecos, no tendría escapatoria posible ante una emergencia en el país
aluita. En 1988 Marruecos comenzaba a diseñar su programa nuclear con el
anuncio de la construcción de una central termonuclear en Bouknadel,
a
Eso sin hablar de otro territorio cercano a las Islas, España -no así Portugal que no tiene
ninguna- donde existen 6 centrales nucleares, algunas ya obsoletas como la de Santa
El rechazo en Canarias a la energía nuclear
viene ya desde el nacimiento de los primeros grupos ecologistas en la década de
los años 70. Se constata toda una campaña perfectamente organizada en agosto de
1982 por parte del MEVO -Movimiento Ecologista del Valle de La Orotava- contra
el vertido de residuos radiactivos en aguas canarias. Un conflicto generado por
la confirmación hecha por el Gobierno de Holanda de una propuesta a presentar
en la Convención de Londres sobre la “instalación de un cementerio atómico de
residuos nucleares de alta radiactividad en aguas de Canarias o próximo a ellas
con el grave riesgo que este tipo de instalación supondría para la
supervivencia de los que habitamos estas islas, al existir la posibilidad de la
ruptura del equilibrio ecológico”, según nota de el MEVO en ese entonces. Esta
campaña elaboraría una curiosa pegatina con unas Islas Canarias cayendo por un
inodoro al tirar de la cadena de la energía nuclear.
La siguiente alarma nuclear en las islas
tuvo lugar mas adelante, en 1992, cuando el Akatsuki
Maru, conocido como el Barco de la Muerte, cruzó a
Cabe citar también el atraque en las islas
de barcos de guerra con armas nucleares denunciadas mas de una vez por ATAN, y,
porque tiene mucho que ver con la radioactividad, aquellos pararrayos
radiactivos que ENRESA instaló por toda la geografía española y canaria desde
los años 60 y que en 1986 el BOC obligó a retirar por Real Decreto declarándolos
instalación radiactiva y ante la múltiple aparición de enfermedades cancerosas
en sus inmediaciones. Curiosamente, la mayoría de estos pararrayos radiactivos
estaban en centros públicos de enseñanza, y habían sido manipulados por
personal diverso, lo que motivó la creación por parte de las APAS y de los
centros educativos de una “Coordinadora pro-retirada
de pararrayos radiactivos” el 25 de
abril de 1989 en Puerto de la Cruz (Tenerife).