El rey Tullido

 

Fue el propio rey Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias quien afirmó, en la colonialista cumbre de Cádiz, al dirigirse al presidente electo de Colombia, Juan Manuel Santos, “Aquí me tienes, un poco tullido, pero bien”. En el idioma español, oficialmente enseñado como Lengua y Literatura Castellana, probablemente por la afirmación del político conservador Cánovas del Castillo de que “español es el que no puede ser otra cosa”, tullido es la primera persona del singular del verbo tullir. El diccionario define el verbo tullir en su primera acepción como “arrojar el excremento las aves de rapiña”, en segundo lugar “hacer que uno quede tullido o lisiado” y por último “perder el uso y movimiento de su cuerpo o de un miembro”, aunque el rey Tullido no especificó cuál de estas definiciones corresponde a su estado, en el supuesto de que no sean todas.

 

El rey Tullido no puede dar crédito, dicho sea sin segundas, a lo que está ocurriendo con el Estado del que es Jefe desde el año 1975 del siglo y milenio pasados, hace ahora 37 años, uno más que su predecesor en la jefatura del Estado, Franco, autodenominado generalísimo, del que heredó el cargo, después de jurar los principios del movimiento nacional: España es una unidad de destino en lo universal, la nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional que inspirará su legislación, etc., etc., etc. y así hasta 12 artículos.

 

Para los legos en la materia Franco, general de la II República de España, se alzó en armas contra la misma el 18 de Julio de 1936, desatando una guerra que duró 3 años y una represión que todavía dura, como lo atestigua la política colonial aplicada en Canarias por el reino de España que se niega sistemáticamente a descolonizar este territorio, haciendo oídos sordos tanto al clamor de los canarios y canarias, como a los organismos internacionales.

 

El rey Tullido no sólo es heredero de ese régimen fascista sino que reinstauró la monarquía medieval española, iniciada mediante el matrimonio de conveniencia entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, que procedieron a invadir Granada (anexión que finalizó en 1492), Navarra, El Norte de África, Sudamérica, aunque intentando llegar a Asia, después de informes científicos y todo (“¡Que inventen ellos”, se jactaba Unamuno en pleno silgo XX).

 

La colonización de Canarias se inició en 1495, con el sometimiento de la rebelde Chinet (Tenerife), después de una guerra que se había iniciado en 1402, casi un siglo antes y tres años después de que el genocida Cristóbal Colón llegase, por error, a América, para desgracia de los pueblos incas, aztecas, etc.

 

El marco de muerte y represión en el que se desarrolló el régimen de dominación colonial lo recoge Fray Bartolomé de las Casas en su obra “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”[1]. Todavía hay quien afirma en España que la negra historia de ese país es una leyenda y le dicen la leyenda negra. En 1492 había aproximadamente cien millones de indígenas viviendo en América (76.5 millones en Sudamérica, 13.5 en América Central y 10 millones en Norteamérica). En apenas cien años a consecuencia de las guerras, los asesinatos y las enfermedades propagadas, consciente o inconscientemente, por los invasores los habitantes de Suramérica se redujeron en 40 millones de personas. En 1652, los 13,5 millones de habitantes centroamericanos se habían transformado en 540.000. En 1692, en el segundo centenario de la invasión española en América, la población total apenas superaba los 4.5 millones de habitantes, según datos proporcionados por la organización Survival Internacional. Durante el mismo período (1503-1660), según la constancia oficial registrada en los Libros de Cuentas y Razón y Cargo y Data de la Casa de Contratación, las remesas totales de metales preciosos embarcados desde América hacia España alcanzaban los 181.333 kilos de oro y 16.886.815 kilos de plata. Indudablemente, entre esos datos no se cuenta las cargas de los navíos clandestinos que no figuraban en los listados de navegación de la Casa de Contratación, ni las inversiones realizadas por los nobles burgueses españoles en castillos y mansiones en el propio territorio americano.

 

El ejemplo más emblemático de claridad mental con respecto a la colonización americana está protagonizado por el inca Atahualpa. Cuando Vasco Núñez de Balboa llegó el Océano Pacífico, tuvo noticias sobre un imperio muy rico, ubicado sobre la costa. Francisco Pizarro escuchó estas versiones y logró firmar en España, en 1529, una capitulación que le autorizaba conquistar ese misterioso reino, que se encontraba inmerso en una guerra civil entre los dos herederos Huascar y Atahualpa. La guerra terminó con la victoria de Atahualpa, pero el Imperio quedó muy debilitado. Y es precisamente en ese momento cuando se produce la llegada de Pizarro y sus hombres, que se establecen cerca de la ciudad de Cajamarca, la residencia del emperador.

 

Pizarro envió algunos abalorios a Atahualpa y lo atrajo hasta su campamento. A poco de llegar el embaucado emperador fue tomado prisionero y Pizarro le puso precio a su cabeza: una habitación llena de plata y otra llena de oro. Desde todo el Imperio comenzaron a llegar maravillosas obras de arte que colmaron las habitaciones e inmediatamente fueron fundidas y transformadas en lingotes de oro y plata. Pizarro no cumplió con su palabra y Atahualpa fue condenado a muerte.

 

Pizarro le preguntó a Atahualpa como prefería morir. Le hizo saber que si se convertía al catolicismo moriría ahorcado pero iría al cielo. Si no se convertía, sería quemado con leña verde e iría al infierno “¿Qué es eso del cielo?” Preguntaba insistentemente Atahualpa. Las abstractas explicaciones que le daba Pizarro eran incomprensibles para la racional mente de Atahualpa, que cuanto más explicaciones recibía menos entendía el misterioso lugar, por lo que utilizó la técnica del descarte para aclarar su entendimiento e iluminándosele la cara Atahualpa preguntó: “¿En el cielo hay españoles?” “Claro”, contestó el conquistador. “Entonces, prefiero ir al infierno”, concluyó Atahualpa[2].

 

Un aciago 12 de Octubre de 1492 comenzó el genocidio americano; 520 años después España sigue celebrando el macabro acontecimiento en lo que considera su fiesta nacional.

 

[1]Brevísima relación de la destrucción de las Indias

[2]Atahualpa

 

 

Canarias 18 de Noviembre de 2012.

 

Movimiento por la Unidad del Pueblo Canario

      Movimiento UPC