La revolución fogosa que está azotando a Libia

Las guerras del petróleo no han acabado

 

Eduardo Vera

 

¿Nos hemos parado a pensar qué significa Libia para un continente como África? No miremos ni juzguemos a África desde una óptica prepotentemente occidental, analicemos la situación como miembros de la ciudadanía del mundo.

 

Según las Naciones Unidas, el Índice de Desarrollo Humano (IDH 2010) publicado, da la casualidad que Libia es el país más desarrollado de todo el continente africano. Incluso dentro de los países de la liga árabe está por delante de la mismísima Arabia Saudí. Dentro del ranking de todas las naciones del mundo, Jamahiriya Árabe Libia tiene el puesto 53 de una lista de 169 naciones.

 

Tengo serias dudas sobre lo que está detrás del acoso a Muammar Al Gaddafi, tiene toda la pinta de que existen intereses ocultos que nada tiene que ver: ni con la revolución ni con los derechos humanos. Recuerdo cuando masacraron con dos guerras al histórico pueblo iraquí, destruyendo su soberanía y apoderándose de sus recursos naturales más valiosos. Las guerras del petróleo no han acabado.

 

Sin lugar a dudas el régimen en Libia comete errores, pero lo que está pasando no tiene que ver con los fallos o las limitaciones de Gaddafi. Detecto un lado de oscuridad y de hienas con expectativas de negocio en Libia interesados en la caída del régimen.

 

Mientras, la Unión Europea hace el ridículo sin desarrollar ni impulsar en todo su potencial las energías limpias, renovables y el ahorro energético. 

 

Ahora, de modo patético, España limita a 110 kilómetros p/h la circulación por las autopistas con el pretexto del ahorro energético, aunque permite, por otro lado, la venta de coches con más de 100 caballos de potencia y marcadores de velocidad superior a 200 kilómetros por hora.

 

Finalmente, en nuestra Patria Canaria observamos con inquietud nuestra profunda dependencia del petróleo con un Engendro gobernando y parlamentando en Canarias, un archipiélago que se suponía que estaba al borde de un estallido social, que curiosamente no llega.

 

Chinet, 2 de marzo del 2011.