¡Un respeto al muerto!

 

Padre Báez *

 

Es, uno de los muchos valores del campo (en la ciudad y grandes poblaciones no sucede). Pasó en Valleseco: salíamos de una misa de córpore, de un hermano sacerdote, y tres de los nuestros –un servidor entre ellos- salidos del templo, cruzamos la plaza, y nos acercábamos hacia la calle-carretera, frente a la Iglesia, en busca de un bar donde tomarnos un café, y henos en la sorpresa de no encontrar ningún establecimiento donde tomarnos el buchito, y asombrados ver que todas las puertas estaban cerradas, y encima de la acera, en la de enfrente, unos tres caballeros u hombres, y preguntamos si en el lugar no había donde tomar algo, y nos dijeron: “¡aquí mismo!”, pero está cerrado dijimos, y nos contestaron; “¡por respeto al difunto, pero empujen, que está abierto!”

 

Y en efecto, dentro los había en una media docena que tomaban cada cual lo suyo; cerveza, un ron o café al que nos sumamos. Y, me sorprendió que el gerente de dicho lugar no era una persona mayor, sino -calculo- alguien de unos cuarenta años más o menos, que, como lo más normal, nos dijo al ser requerido por nosotros -un servidor- lo de la puerta cerrada, a lo que volvió a decirnos lo de fuera: “¡es, por respeto al difunto y a su familia, cerramos, y esperamos a que los asistentes se dispersen o se marchen, pero frente por frente a la Iglesia y el bar abierto en esas circunstancias, no!” Pues, toda una hermosa lección de sensibilización, de buenas costumbres y hasta de educación. Y pensé, qué distintos otros lugares, que ante tanto posible cliente, sería un buen bote y mejor reclamo permanecer abierto para servir y aprovechar la ocasión, y sin embargo, ¡cuantos se marcharían -por no saber tal comportamiento- a tomar lo que fuera a otro sitio, perdiendo el del lugar, pero ganado los mismos ante los del difunto (sus familiares, vecinos y amigos) en estima y agradecimiento. Todo un gesto que eleva la consideración de la cultura exquisita, de quienes viven en el campo, que en este caso, nos dan una preciosa lección, de buena vecindad y de respeto ante quienes pueden llorar, y cerrar las puertas de su negocio –con pérdidas económicas (pero con ganancia en admiración, dignidad y honorabilidad, entre otras virtudes)- y no mostrar las voces o ruidos propios de un bar de pueblo, donde, apasionadamente, se puede hablar del estado de abandono de la agricultura y de la ganadería, donde no se ve una sola cabra entre tanto verde como cubre la tierra que contraría al nombre del pueblo, es todo lo opuesto, porque tratándose de más humedad y frescura la Madre del Agua, ésta otra zona es más seca respecto a la anterior y de ahí su nombre, pero es una de las zonas más verdes (por bosques y hierbas), de la isla, donde la lección explicada, bien la pudieran imitar otros, por respeto al muerto (o difunto y su familia). Y, como consideración final, alguien que saliendo de su casa, cuando dejamos el coche dos calles más atrás del recinto sagrado, se nos une en la misma dirección y motivo y sin más, nos comentaba, la desgracia de no valorar la producción propia, con ser más sana, por algo que nos traen de fuera desconociendo el trato de esos cultivos y la poca calidad de los mismos respecto a  los nuestros, y nos hablaba de sus papas, sus cabras, y bla, bla, bla...

 

* Fernando Báez Santana, Pbtero.

 

Otros artículos del Padre Báez publicados en El Canario y en El Guanche