Los muertos que vos rematáis, herr
Cardona
Teodoro
Santana
Yo
no soy más que una voz –la tuya, la de todos–
la
más genuina,
la
más general
(León
Felipe, La Insignia)
[Resulta
que el rojo de mierda es
uno de los articulistas más brillantes y más comprometidos de Canarias. Un
hombre bueno que tiene el “pecado original” de ser familiar directo de uno
de los asesinados por la barbarie fascista. Y que pretende, qué osadía, que
sus muertos, y todos nuestros muertos, descansen en paz y con la dignidad que
merecen.]
Si la profunda naturaleza fascista del PP se hace evidente en algo,
es en esto: para ellos hay muertos “de bien” –los que fallecieron
defendiendo el golpe de Estado nazi-fascista en el Estado español– y aquellos subhumanos –comunistas,
socialistas, republicanos, demócratas– que sus antecesores franquistas
consiguieron hacer desparecer de la faz de la Tierra. Los unos merecen honores,
reconocimientos, calles y parabienes; los otros no merecen ni que sus huesos
puedan ser rescatados de pozos, cunetas, simas o fosas comunes.
Haciendo gala de esa conducta vengativa, los neofascistas hacen
cuanto pueden para impedir, a capa y espada, por tierra, mar y aire, que los
malditos “rojos” puedan ser sacados de la ignominia de los pudrideros en que
fueron escondidos para que podamos enterrarlos con dignidad, para consuelo de
sus familiares y dignidad de todos. Les temen más muertos que vivos, porque son
la prueba irrefutable del genocidio. Hay que rematarlos, borrarlos para siempre,
hacer que se olvide su ejemplo luminoso.
Políticos del PP, jueces herederos y heredados de la dictadura,
gerifaltes disfrazados de “demócratas de toda la vida”, recurren a
argucias, a mentiras, a insultos, al “ordeno y mando”, al “prietas las
filas”, a lo que sea.
Y ese “lo que sea” incluye, como ha hecho estos días Juan José
Cardona, alcalde de Las Palmas de Gran Canaria[1] para vergüenza de todos sus ciudadanos, amenazar veladamente a un
padre de familia con quitarle su trabajo y el sustento de su familia. Al führer municipal
le molestan los familiares de los héroes del pueblo, de los asesinados de San
Lorenzo, de las víctimas de los psicópatas fascistas.
Al señor Cardona le mortifica aún más que esos familiares tengan
opinión propia, como si esto fuera una “democracia”. Y lo que es peor, que
la expresen. Y dado que considera el ayuntamiento de su propiedad, presupone que
un personaje como él no tiene por qué permitir que un empleaducho de su cortijo tenga
opiniones que a él no le gustan.
Se va a enterar el rojo
de mierda este. Ya lo hemos
puteado en el trabajo, pero todavía podemos echarlo a la calle, al hambre, a la
desesperación. Que se joda,
que para eso Cardona es el que corta el bacalao, el machoman municipal.
Resulta que el rojo
de mierda es uno de los
articulistas más brillantes y más comprometidos de Canarias. Un hombre bueno
que tiene el “pecado original” de ser familiar directo de uno de los
asesinados por la barbarie fascista. Y que pretende, qué osadía, que sus
muertos, y todos nuestros muertos, descansen en paz y con la dignidad que
merecen.
Y como no han podido acobardarlo, ni amordazarlo, ni conseguido que
le dé un infarto, ahora "dejan caer" nubes de tormenta sobre el pan
de su hija, de su familia; sobre el hambre y la desesperación en estos tiempos
de crisis agónica del capitalismo. Ya se sabe: al que se atreve a protestar hay
que arrojarlo a las tinieblas exteriores, humillarlo, destruirlo como ser
humano. Dar un escarmiento con él porque, aunque tenga la razón, la
"gente de bien" es la que tiene el poder, todo el poder, y nada más
que el poder.
Esos poderosos “don nadie” que por ahora gobiernan, han entrado
en las instituciones demostrando no sólo su crueldad, sino su incompetencia. Y
no hay nada que odien más que a las mujeres y los hombres del futuro, a quienes
luchan, se arriesgan y se comprometen por un mundo en el que el hombre ya no sea
un lobo para el hombre, en el que nuestros niños no pasen hambre, y los
“cardonas” de turno queden relegados al desván de la Historia.
Porque también en estos tiempos de represión y de vergüenza –o
de sin vergüenza– se atreven a levantar su voz las mujeres y los hombres
libres. Y esa voz se convierte, día a día, en la voz de todos, la más
genuina, la general.
(Dedicado al compañero Francisco
González Tejera, en señal de solidaridad)
* Otros artículos de Teodoro Santana publicados en El Guanche y en El Canario