Relinchones en Aguere

 

Wladimiro Rodríguez Brito *

 

El mundo rural tiene mucho que ofrecer ante la difícil situación social que vivimos en las Islas. Los niveles de paro y otros problemas sociales nos obligan a mirar para nuestro campo como recurso básico, tanto para aportar alimentos como trabajo y ocupación. Es difícil permanecer en silencio ante la situación actual.

 

En un recorrido por los campos de Aguere, nos queda claro que tenemos un gran potencial en las tierras ociosas. Son parcelas incluso en el interior de la vega lagunera que cuentan con posibilidades de riego. Además, tanto hacia Geneto como las zonas de El Ortigal, Valle de Guerra, Tejina, La Punta, etcétera, tienen una importante superficie en abandono, lo que llamamos en Tenerife tierras balutas. En una superficie pequeña, de unos 200 metros cuadrados, podemos producir la alimentación básica para una familia entre los meses de marzo y octubre. La reducción de las actividades agrarias y ganaderas sigue siendo importante. La Laguna es posiblemente el mayor municipio agrícola y ganadero de Canarias, por lo que hemos de felicitar a todos los que han tenido que ver con esta actividad para sobrevivir en una cultura poco favorable al sector primario en los últimos años. En cualquier otro momento de nuestra historia sería inaudito que hubiera relinchones a cincuenta metros de la plaza de la Junta Suprema como actualmente. Existen graves problemas de la agricultura en otros puntos de las Islas; sin embargo, esta situación en un suelo productivo, con agua y de fácil laboreo, no se puede comparar con lo que ocurre en El Tanque, Garafía o Hermigua, donde el éxodo rural ha sido norma.

 

La crisis del campo tiene características mundiales, más del 70% de la población de la Unión Europea es urbana. Sin embargo, que no seamos capaces de plantar hortalizas o sembrar maíz o frijoles en un suelo fértil, con agua y de gran capacidad para producir alimentos, es harina de otro costal. Aquí las fincas están cubiertas de matorrales, cañas o zarzas, que en los veranos generan alto riesgo de incendio. Estamos en una encrucijada tan vieja como la historia humana. El hombre ha ido disminuyendo su relación con la tierra; la urbe y su cultura han avanzado no sólo con cemento y asfalto, sino que el cambio de mentalidad hacia lo rural, hacia la tierra y el trabajo físico sea una de las barreras más serias que tenemos en la actualidad. Tierras sin campesinos, tierras sin surcos, tierras sin sueños, bancos de alimentos junto a tierras cubiertas de maleza. Jóvenes parados y niños sin alimentar y al tiempo los campos sin cultivar.

 

¿Hemos olvidado la revolución neolítica? ¿Hay alimentos sintéticos que nos proporcionen por el WhatsApp? Hay otros problemas: los dueños de las tierras siguen en muchos casos con el síndrome del metro cuadrado y el solar. Más allá de la nostalgia de un ayer que se aleja y de que en el horizonte parece que la crisis vino para quedarse, hemos de mirar a la tierra sí o sí. Estamos en la obligación de optimizar todos nuestros recursos, y aquí tenemos dos recursos básicos: las personas y la tierra. Hemos de actuar sobre ambos, pero la clave es el primero: la cultura del campo y la cultura hacia el campo (ahora que hay hasta máster de pastoreo en la Universidad de Granada). La finca junto a la plaza de la Junta Suprema es un ejemplo de libro de una crisis agraria y cultural; hay otros casos como Barlovento, Garafía, Hermigua, incluso la Venezuela bolivariana y los isleños y sus raíces campesinas. No se puede entender que en uno de los suelos más productivos de Canarias tengamos incendios en cañaverales y zarzas, cuando es evidente que pueden producir alimentos básicos para el ganado o bien tierras de cultivo; que dignifiquen la vida con esfuerzo y trabajo.

 

Tenemos muchos ejemplos en el municipio de Aguere de alternativas posibles: en la zona de San Lázaro y Camino de la Villa se sembraban en los años ochenta más de ciento cincuenta quintales de papas, unas doce fanegadas. Este año es posible que no tengamos sembrados treinta sacos; alegan los campesinos de la zona que no tienen semilla o que está cara, o que la pérdida de las cosechas del pasado año les ha dejado sin semilla, quedando los sembrados de la zona en un grupo reducido de ganaderos entre los que Pedro Molina sigue siendo la referencia en su larga lucha, resistiendo y defendiendo el futuro. Tenemos que cambiar de mentalidad, y sustituir los relinchones por pastos, hortalizas, cereales… Hemos de hablar de un banco de tierras, de un pósito o banco de semillas y abonos, aperos y otros recursos.

 

En unas Islas con el 30% de paro no podemos tener más de 100.000 hectáreas de tierras ociosas. Nos toca un reencuentro con el campo, un retorno a la tierra, sin que ello signifique menosprecio la actividad turística. La mejora de nuestro entorno y lo que ponemos en la mesa también favorecen el turismo. No es el regreso a la vida simple y elemental de Gandhi y Rousseau, ni a los planteamientos de Confucio o a la revolución cultural de Mao. Los surcos son alimentos, y sueños. Son mucho más que dinero.

 

*  DOCTOR EN GEOGRAFÍA

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