Al mismo tiempo que la patronal, el
Gobierno y sus medios extienden la ofensiva contra los y las trabajadoras,
aumenta también, de forma lógica, la presión unitaria para encontrar respuestas
comunes de ‘la izquierda de la izquierda’.
Ahora más que nunca la confluencia de las fuerzas de izquierda es
una tarea de crucial importancia. Por eso no es el momento de operaciones
precipitadas ni superficiales. Es la hora del trabajo intenso, honesto y desde
la base. En este contexto de ‘urgencia unificadora’ la izquierda anaria acaba de concluir la primera fase de su proceso de
Refundación con una Asamblea y una manifestación de varios miles de personas.
La parte positiva de este proceso, que sin duda está removilizando a una parte
considerable de sus militantes y simpatizantes, no puede ocultar las grandes
incógnitas e inconsecuencias que arrastra. Una política que merezca el respeto
se construye mediante discursos que no se contradigan con la práctica política
real. Es muy positivo salir a la calle contra el tijeretazo de Rajoy. Pero si
al día siguiente se vota a favor de su aplicación, se tira por la borda la
coherencia de cualquier proyecto. Este tipo de contradicciones, junto con la
permanencia de las mismas caras al frente de sus más importantes federaciones,
son los principales escollos que encontramos en
La tarea de la izquierda canaria, está clara: se trata de
construir un nuevo sujeto político de la izquierda alternativa, plural, con
fuerte implantación territorial y sectorial, con capacidad de actuación
coordinada sobre los temas más importantes de la agenda política y que sea
capaz cuestionar los poderes establecidos. Lograrlo llevará tiempo y trabajo, y
pasa por una reactivación de las luchas sociales.
Aportamos cuatro propuestas para avanzar en este debate:
1. Es necesario cambiar el tipo de relaciones entre la izquierda
política, la sociedad y el activismo crítico con el sistema. No son dependencias
de tipo funcional –partido representa y decide, movimiento moviliza y presiona– las que deben prevalecer –como desgraciadamente
todavía ocurre–, sino relaciones simbióticas: una
fuerza política anticapitalista debe tener su actividad central en el impulso
de las luchas sociales y en la creación de un bloque sociopolítico alternativo.
Existe un prejuicio muy extendido –y en muchas ocasiones justificado–
entre los movimientos sociales cuando los partidos de izquierdas participan en
ellos. La fórmula para revertir esta percepción no es el discurso, sino la
práctica. La lealtad al movimiento y el trabajo compartido debe estar por
encima de cualquier otra consideración.
2. La democracia interna, la libre discusión
y el control estricto de sus representantes debe ser seña de identidad de una
nueva organización. Su vida organizativa interna debe ser tan saludable como
queremos que lo sea una futura sociedad socialista autogestionada. No es
posible defender una cosa para ‘afuera’ y aplicar un régimen interno antidemocrático
y que atenta contra las minorías discrepantes o contra la proporcionalidad que
se reclama a las instituciones del sistema. La libertad de debate y expresión,
con la publicación en boletines internos de todas las aportaciones individuales
o colectivas realizadas, la proporcionalidad en la elección de direcciones o
representantes en listas, el límite estricto de permanencia en cargos públicos
y su rotación, el establecimientos de ingresos equivalentes al salario medio, y
la convocatoria de asambleas públicas para rendir cuentas, son normas
ineludibles de este nuevo partido al que aspiramos.
3. El programa debe tener como objetivo irrenunciable terminar con el
sistema capitalista y construir otro socialista, democrático desde la base, que
combata todas las opresiones por razón de clase, género, orientación sexual,
raza o etnia, y que haga las paces definitivamente con la naturaleza. Las
necesarias ‘medidas de urgencia’ para la transición de un sistema a otro deben
tener siempre en cuenta el objetivo final: han de ser reformas que avancen en
un sentido anticapitalista. Así, podríamos hablar de la nacionalización de los
sectores estratégicos de la economía –empezando por banca y energía–,
del establecimiento de un salario mínimo de 1.200 euros y una jornada laboral
de 35 horas sin reducción salarial, del reparto de todos los trabajos –incluido
el doméstico y de cuidados–, de reducir drásticamente
las emisiones de CO2, o de dar papeles a todos y todas las inmigrantes que
vivan o trabajen aquí.
4. Las relaciones con las instituciones y el poder son un elemento
clave para determinar si el compromiso anticapitalista es real o una simple
consigna para los días de fiesta. Es cierto que la dicotomía “reforma o
revolución” ha perdido buena parte del sentido que le confirió Rosa Luxemburgo:
en este momento el capital ya ni siquiera admite reformas. Pero hay una nueva
delimitación entre quienes buscan articular un polo anticapitalista coherente
entre fines y medios, y los que proclaman su carácter transformador pero están
atados por compromisos institucionales a todos los niveles. Una fuerza de
izquierdas nueva debe permanecer fuera de los gobiernos de mayoría
social-liberal. Sólo así ganará la credibilidad que le permitirá acumular
fuerzas y crear un fuerte bloque de oposición a las políticas del sistema, las
aplique quien las aplique. Existen fórmulas para evitar que las fuerzas más
reaccionarias –como el PP– gobiernen por acción u
omisión de un partido como el que proponemos, como el voto de investidura y el
paso a la oposición. Además, tampoco sería comprensible gobernar un
Ayuntamiento para acabar gestionándolo con los mismos criterios que cualquier
otro partido. Si existe fuerza social e institucional para liderar alguna
institución, está debe convertirse en un ‘laboratorio’ para ensayar esa otra
sociedad que estamos predicando. Sólo para eso, y por lo tanto sólo en las
condiciones que lo hagan posible, tiene sentido asumir responsabilidades de
gobierno.
Estas son reflexiones para motivar un debate aún poco maduro y en
el que tienen que participar sectores sociales y políticos heterogéneos de la
izquierda alternativa. Campañas como las movilizaciones a la que ésta debiera
abrir paso o las iniciativas unitarias que puedan surgir al calor de las
elecciones municipales, pueden ser buenos momentos para seguir profundizando y
concretando este debate.
* Contertulio de
la emisora
Otro artículos de su firma publicados en elcanario.net